Paul Kantner: 'Un rojillo drogo en Nicaragua”
CIUDAD DE MÉXICO (apro).- La semana pasada nos desayunamos con la triste noticia del deceso de Paul Kantner, músico fundador de Jefferson Airplane, la banda jipi sesentera de San Francisco para la cual compuso “Voluntarios”, “Corona de creación”, “Podemos estar juntos” o “Barcos de madera”.
Un aspecto de su vida no muy conocido en México fue el viaje de Paul Kantner a Nicaragua en 1978, invitado por el gobierno de Daniel Ortega para cantar durante el octavo aniversario del triunfo de la Revolución Sandinista. Aquella experiencia la contó en su libro Los diarios de Nicaragua de Paul Kantner, del cual hemos traducido algunos fragmentos para nuestros lectores.
El llamado de Sandino
Mi hija China era la nueva videocreativa de moda en MTV aquel verano. Mi hijo de cinco años, Alexander, estudiaba dinosaurios, gigantes, duendes, computadoras y aprendía natación. Y mi hijo de 23, Gareth, se acababa de mudar a su primer departamento, trabajaba en una firma de construcción artística e intentaba poner a circular su loco Volkswagen.
En cuanto a mí… Yo estaba en Managua, Nicaragua, ¡tocando “América” y “Voluntarios” en la Televisión Sandinista! Se preguntarán qué andaba haciendo allá, a lo cual algún siempre conservador Joven Republicano respondería: “Otro rojillo drogo metido en Nicaragua.” De hecho, me llamaban un drogo por las drogas, los Panteras Negras, Vietnam e incluso por Satán… Pues bien, “el drogo” ha regresado de Nicaragua y este es mi relato. Nuestra banda, The Kantner Balin Casady Band (KBC) concluía su tocada al aire libre en el Sand Harbor Music Festival de Lago Tahoe, ¡bajo una tenue llovizna de nieve en pleno julio!
No sabía si interpretar la nieve como un presagio bueno o malo del cálido fin de semana que me esperaba en Nicaragua. Soy nativo de San Francisco, nacido en la niebla del Sunset District y cualquier cosa arriba de los 21 grados centígrados me paniquea… A la una de la mañana llegué al aeropuerto de Reno para mi conexión a Dallas-Ciudad de México-Managua, en paradas y vuelos que durarían unas 15 horas. Cuando la gente se enteró de que viajaría a Nicaragua, recibí una gama sorprendente de caras de palo y de miradas con los ojos bien abiertos creyendo que estaba demente, echándome ojeadas rápidas como si yo fuera un comunista o alguien por el estilo.
–¿Paul Kantner? ¡Oh, wow! –exclamó el de los boletos que era fan de Jefferson Airplane— Siempre han sido ustedes mi grupo favorito… ¿Y a qué vas a Nicaragua?
Yo les explicaba el lado festivo del viaje: la gran celebración por la Revolución, la gran Feria Internacional del Libro (Reagan no se atrevería a echarle una bomba a Norman Mailer, ¿verdad?), el grandioso día del 19 de julio... Así pues, heme aquí en el aeropuerto de Reno. Llevo una camiseta negra con la efigie de Augusto César Sandino, el emblema de la Revolución Sandinista…
El sombrero de Sandino luce como signo de infinitud, simbolizando un volcán de los muchos activos que hay en Nicaragua. Era un rollo que había comenzado con The Clash, la banda inglesa new wave semi-punk. No la tomé realmente tan en serio como tantos otros. No creía que cantaran bien (lo mismo solía decir la gente sobre Jefferson Airplane). Su reputación de heroinómanos explotaba sin vergüenza todo lo de la izquierda desde Brixton al Sandinismo, por lo que me parecía sospechosa cualquier bandera que enarbolaban… Debo admitir que ellos fueron los primeros, mucho antes que yo, en llamar la atención de lo que sucedía en Nicaragua. Además, los propios Sandinistas parecían hallarse al borde de traicionar su Revolución.
Edén Pastora, el carismático y valeroso Comandante Cero, los había abandonado. Él había sido en buena medida responsable de la guerrilla urbana al frente de la Revolución. En 1978, una unidad de comando Sandinista, con una mujer líder y Pastora, tomaron Palacio Nacional manteniendo de rehenes a los de la entera Asamblea Nacional de Somoza… Consiguieron medio millón de dólares y la liberación de presos políticos que incluían a Tomás Borge, el eventual Ministro del Interior y forzaron a que Somoza les publicara en el diario de su propiedad los manifiestos Sandinistas…
Tras el triunfo de la Revolución, Pastora se opuso a los dirigentes en el poder y tomó las selvas del sur para combatirlos. La clausura del periódico de la dictadura, La Prensa, fue también un síntoma negativo. Testimonios de violación a los derechos humanos se reportaron aquí en los Estados Unidos, retratando a los Sandinistas como revolucionarios que al tomar el poder se habían convertido en eso contra lo que ellos mismos lucharon con furia. Ya por 1981 yo había compuesto una canción para Jefferson Starship que rezaba:
Si yo fuera un Sandinista,
asesinaría al que abusó
de sus privilegios en el poder…
La pieza se llamaba “Regresé de las fauces del dragón”. Quizá, para completar el círculo, ahora volvía a las fauces de otro dragón…
Nora Astorga
Desde 1983 sabía acerca de Nora Astorga, mi primer conecte de inspiración real con la Revolución Sandinista. Se le catalogaba como “esa asesina Sandinista” por quienes la retrataban como una “rojilla”, una guerrillera…
Había trabajado como abogada en la dictadura de Somoza… Ella era y es brillante, hermosa, y una madre de cinco hijos. También era una Sandinista que colaboraba secretamente en la capital. Un militar de Somoza, el general Reynaldo Pérez Vega, la pretendía. Típico general sudamericano: gordo, feo, fumador de habanos y con medallas hasta en los güevos, era una herramienta brutal del régimen. Un buen día, ella fingió acceder a sus fervientes ruegos y lo invitó a su departamento.
Sólo que allí, en el clóset de su recámara, lo esperaban cuatro soldados sandinistas ocultos, quienes planeaban tomarlo como prisionero y canjear su liberación por la de muchos Sandinistas encarcelados por la Guardia Nacional de Somoza. Cuando salieron del clóset, el general se puso muy macho y terminaron matándolo. Nora escondió a sus hijos y huyó a las montañas hasta el 19 de julio de 1979, “la hora del triunfo” como se le llamó a la victoria Sandinista.
Daniel Ortega consolidó su mandato y envió a Nora como embajadora de los Estados Unidos… Reagan se negó a recibirla. En apariencia, aquel difunto general era un contacto de la CIA y en el Departamento de Estado su asesinato no causó gracia. Lo que hizo el FSLN (Frente Sandinista de Liberación Nacional) fue nombrarla representante nicaragüense en la Organización de Naciones Unidas…
Ella me inspiró a escribir “Mariel” para nuestro primer álbum de KBC:
Entonces ella giró sus ojos hacia la tierra
y recordó viejos cantos guerreros.
Dejemos que la batalla por la Tierra comience,
Dejemos que la lucha por el amor comience…
Compuse la canción como tributo a su causa y al espíritu que impera a través de los corazones de tantos chilenos, salvadoreños, guatemaltecos y costarricenses en esta hora. Es el espíritu que crece en Honduras, como lo hizo en Argentina. Mientras escribo, las calles de Panamá arden. Y no es únicamente por culpa de los comunistas de Rusia el motivo, tal como quieren hacernos creer. No es sólo por los terroristas de mirada salvaje, ni nada más por los asesores militares de Cuba. Es por la pobreza lacerante y una política exterior de los Estados Unidos que apoyó entonces a dictadores como Somoza y Batista (en Cuba), y ahora lo hace con Pinochet (en Chile) y Noriega (en Panamá)…
Leyendo las noticias en The Chronicle, me enteré en marzo de este año (1987) que Nora vendría a dar una conferencia en la parroquia Glide Memorial Church. De inmediato llamé a nuestras oficinas para conseguir una invitación… Cuando Nora llegó, fuimos presentados. Ella había escuchado la canción y me recibió calurosamente.
“Deseo ir a tocar en tu país”, le dije.
–¡Sí, por favor! Sería formidable… Podrías ir el 19 de julio para el octavo aniversario de la Revolución. Tu banda puede tocar para mi gente durante los festejos.
Al transcurrir los días, Benjamín Linder se convertiría en el primer simpatizante estadunidense que cayó asesinado en Nicaragua. Muchos dicen que fue ejecutado por órdenes del gobierno de los Estados Unidos, para desanimar a los norteamericanos de viajar a Nicaragua…
Así las cosas, era comprensible que mi banda mostrara sus reservas ante mi propuesta de tocar en Nicaragua… Cuando saqué el tema por primera vez a colación, los de la banda expresaron unas cuantas dudas; pero yo los animé al viaje. Algunos estuvieron de acuerdo y otros guardaron silencio. Luego, a finales de abril, mataron a Benjamín Linder en Nicaragua. Una vez que circuló la noticia, el interés de la banda por el viaje declinó… no obstante, yo decidí no presionarlos. Anuncié: “Bueno, yo iré solo”, aún sin saber en la que me estaba metiendo…
Aeropuerto Sandino, 18 de julio, 5:30 PM
Aterricé en Managua al atardecer.
Había acordado ser recibido por un representante del gobierno quien iba a pasarme por la aduana, proporcionándome hospedaje y ayuda con las traducciones. Por lo tanto, no cambié nada de dinero. Simplemente llegué caminando con plena confianza, aunque nadie fue a mi encuentro. Ahí estaba yo solitario en el aeropuerto, sin monedas ni siquiera para llamar por teléfono… Debí haberme visto angustiado con tanto calor y la humedad, ya que una niñita de unos cinco años se me acercó tímidamente y me sonrió. Le devolví la sonrisa, y dijo unas cuantas palabras en español… Un joven soldado llegó conmigo, cargando un fusil a cuestas.
–¿Está perdido, señor? –también él tenía una sonrisa de lo más dulce y la predisposición de todo un bobby inglés. Apenas y me fijé en el arma.
–No –suspiré–. Pero alguien de la ASTC (Asociación Sandinista de Trabajadores de la Cultura) supuestamente vendría a recibirme, pero no…
Un amistoso corresponsal de noticias, Scott Wallace, llegó y me preguntó si necesitaba ayuda. Le conté mi situación y me llevó al hotel de enfrente donde estaban alojando a los participantes de la Feria del Libro… Fue en el hotel del aeropuerto donde hallé a mi “edecán”, Alejandra Escudero, una mujer muy atractiva y amable, quien se disculpó varias veces… Alejandra hablaba con vehemencia de la Revolución y de la vida en Nicaragua…
La carretera de Managua estaba fuertemente patrullada para proteger de ataques de los contra en los caminos rumbo a Matagalpa, sitio de la celebración… Todavía a unos 20 kilómetros fuimos detenidos por grupos de soldados reunidos entre pequeñas fogatas que iluminaban la noche…La gente bailaba alrededor de llantas en llamaradas por cada pueblo que pasamos. La fiesta había comenzado en grande. Por doquier había imágenes de Sandino y de Carlos Fonseca (el número dos luego de Sandino, nuestro Tomás Jefferson), muerto en combate. Abundaban los ochos en negro y rojo, conmemorando el aniversario de la victoria… También vi muchos nueves, anticipando lo que vendría al año siguiente, ¡y dieces! Las banderas del FSLN se agitaban por doquier…
Kris Kristofferson andaba por allí con su hija Tracy, y juntos viajamos por el país extensamente. En cierto momento, nuestra guía nos llevó al norte con una comunidad campesina visitada por simpatizantes de Puerto Rico, para la cosecha del café… Nuestra acompañante, Margarita Clarke le pidió a Kris que cantara una canción a la gente. Algo penoso, Kris no quería; pero tras insistirle, aceptó. Mientras iba por su guitarra al campamento, me advirtió:
“Si yo canto, tú también tendrás que cantar.”
Llevaba años sin presentarme solo y me aterroricé, pero no había manera de zafarme. Así que me armé de valor y lo hice. Canté una versión ligeramente reelaborada de “América” y seguí con “Voluntarios”. Todo mundo aplaudió y me sentí bastante aliviado. Allí gané la confianza que traje a mi regreso…
Conviví con un músico nicaragüense, Luis Enrique Mejía-Godoy (quien compuso la música de “Carlos Fonseca”) y su banda Mancotal… De regreso, escribí “La rueda”, inspirado por revolucionarios centroamericanos como Roque Dalton, Tomas Borge, Carlos Fonseca, Ernesto Cardenal, y en particular, un joven poeta revolucionario de Guatemala ya fallecido, Otto René Castillo. Con el tiempo, compuse otras canciones relacionadas directamente a mi aventura en Nicaragua o los sentimientos que se me generaron allá, específicamente “Futr2 (las ventanas del cielo)”, “Tierra fronteriza”, “Déjame volar”.
Y después: “Estoy en llamas”, “Países sombríos (guerrillas urbanas)”, “La luz” y “Más allá del milenio”, todas estas canciones algo le deben a la gente de Nicaragua.