Los 8 más Odiados: reunión en el infierno

viernes, 5 de febrero de 2016 · 22:01
MONTERREY, NL (apro).- Para hacer su western definitivo, Quentin Tarantino se rodeó de un casting celestial. Los 8 más Odiados (The hateful 8) es la octava producción del realizador norteamericano permanentemente aclamado. En esta obra se advierte su interés por el género y su desesperación por convertirla en un clásico. Tarantino alcanza aquí la madurez absoluta como director, aunque no consigue cristalizar su mejor trabajo. El título remite a un octaedro de tipos desalmados y de intenciones indefinidas, que tienen que convivir durante una inclemente nevada en Wyoming. Lo que ocurre ahí es una convivencia claustrofóbica entre forajidos y alguaciles, que permite expresar una amplia gama de emociones histriónicas. Aunque el lucimiento es por igual para quienes están delante y detrás de las cámaras. Son tiempos de la Guerra Civil. Kurt Russell es el curtido caza recompensas que transporta hacia el patíbulo a Jennifer Jason Leight, estupenda como actriz, pero permanentemente relegada a roles secundarios. En el trayecto encuentra a un exmilitar interpretado por Samuel L. Jackson, que se cicla en su rol de tipo agudo y desalmado, la marca que le impuso Tarantino. Obligados por la ventisca, recalan en un hostal donde son recibidos por una partida de tipos que inicialmente ofrecen su amistad, aunque paulatinamente revelan sus verdaderas intenciones. Aparecen en la cita endemoniada, entre otros, Bruce Dern, Michael Madsen, Demian Bichir, Walton Goggins y Tim Roth. Este último parece un clón de Christoph Waltz, a quien le copia todas las manías, en una mezcla de suaves modales e inmisericordia. La opera criminal es como una prolongada obra de teatro. Es un producto alternativo que requiere paciencia y exige complicidad. Se aparta del western puro, como se vio en Django. Se percibe una exhaustiva preparación durante los ensayos, para que los actores efectúen un preciso vals sobre la duela. Prácticamente carece de exteriores. La escenificación comienza con una pasmosa lentitud, pero la maestría del director consigue revelar una historia atractiva con base en agudas conversaciones. Sin embargo, los diálogos inteligentes entre tipos desalmados parecen una repetición de sus anteriores obras. Los malvados son poetas de la marginalidad, que aportan imposibles frases afortunadísimas. La tonalidad del discurso es la misma que en Perros de Reserva, pasando por Pulp Fiction, hasta los Bastardos sin Gloria. La cinta se entreteje más con palabras que con acciones. Abunda el humor macabro. En el primer acto los personajes no dejan de hablar. En el segundo, el relato da un giro espectacular y lo que parece ser un juego de apariencias se convierte en un thriller detectivesco, con una inesperada voz en off, un recurso que aporta una cuota de farsa. A partir de ahí, la progresión de hechos se desboca. Entonces aparece el esperado Quentin Tarantino, legatario de Sam Peckinpah, en la exhibición de la sangre como un elemento lírico, al servicio de la estética. La película, que comenzaba a bostezar, se despereza con fuerza. El director siempre ha dicho que donde el público ve violencia, él encuentra acción. Aquí hay toneladas de acción salpicada con cubetadas de líquido hemático. No pudo resistirse a la tentación de teñir de rojo la pantalla. Como apunte a su favor, se abstiene de emular a Sergio Leone. Ennio Morricone era el más anticipado de todos sus invitados. El virtuoso italiano, convertido en un dios del soundtrack, regresa a un western, luego de más de tres décadas de haber dejado el género, y lo hace con una excepcional aportación. Su música ha sido de las más imitadas en la historia del cine. Aquí refrenda su legendaria calidad, con acordes fúnebres y sobrecogedores. Los 8 más Odiados es un digno regreso de Tarantino. La cinta es densa, larga y cumple con lo que parece ser un anhelo personal del realizador. En Kill Bill hizo su propia versión de las emocionantes artes marciales. Ahora hace su propia fábula de vaqueros, llenándola de lugares comunes, presentándola con belleza estilística, como el sueño infantil que necesitaba cumplir. Es buena, pero no es su mejor film.

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