Tarcisio Bertone: El derroche en la Curia

sábado, 6 de febrero de 2016 · 20:35
Contrario a la tesis de una “Iglesia pobre para los pobres” que predica el Papa Francisco, cardenales de la Santa Sede residen en suntuosas residencias, organizan fastuosas fiestas, viajan en primera clase y visten la mejor ropa de marca. Un botón de muestra: el cardenal George Pell, a quien el Papa eligió para “enderezar” las finanzas del Vaticano, desembolsó en gastos personales para él y sus colaboradores y amigos medio millón de euros en seis meses. El derroche en la Curia romana es documentado por el periodista italiano Emiliano Fittipaldi en su libro Avaricia, que bajo el sello editorial Foca empezó a circular en México y con cuya autorización Proceso reproduce fragmentos. CIUDAD DE MÉXICO (Proceso).- Hay un cardenal que, a pesar suyo, es la encarnación perfecta de un oxímoron: el que surge entre la pobreza propia de un hombre de Iglesia y el lujo desenfrenado de ciertas formas de vida mundana. Se llama Tarcisio Bertone. El monseñor de Romano Canavese fue la mano derecha de Benedicto XVI. Desde el mismo momento en el que lo nombraron secretario de Estado vaticano, fue víctima de la picadora de carne mediática. En principio se criticaba a este cura, hincha de la Juventus y la Ferrari de Sebastian Vettel, por su autoritarismo en el ejercicio del poder y por tener relaciones demasiado estrechas con los exponentes del berlusconismo. Sin embargo, después las críticas se refieren a su implicación en intrigas y escándalos financieros que van del cese del presidente del IOR (el banco del Vaticano), Ettore Gotti Tedeschi, al préstamo de 15 millones de euros concedido por el instituto a la catolicísima productora Lux Vide, propiedad de su amigo Ettore Bernabei, pasando por la idea de construir un gran centro sanitario vaticano o los (presuntos) negocios entre el IOR y la Banca Carige; Bertone no ha disfrutado de un momento de paz. Tras la llegada de Bergoglio, la mano derecha de Ratzinger se ha retirado, pero sigue siendo el objetivo principal de las críticas y el símbolo negativo de una Iglesia necesitada de reformas. Han arremetido contra él, una vez más, por el “ático de 700 metros cuadrados y terraza con vistas panorámicas”, según los periódicos, al que se mudó en diciembre de 2014. Un piso cuyo tamaño y lujo fue criticado por todos los medios de comunicación del mundo, incluido el Washington Post. La indignación popular aumentó cuando se supo que había estado de vacaciones en el valle de Aosta, en Les Combes, y que se había celebrado una cena para conmemorar su octogésimo cumpleaños a base de trufa blanca y vinos selectos. “¿Cómo es posible que un cardenal tenga la osadía de pasar de todo? Es repugnantemente rico y dice que ha pagado la casa con su dinero. Pero ¿qué dinero? No creo que un piso de este tipo valga mil euros”, resumía don Mazzi dando voz a la indignación popular. “Mientras siga existiendo la Iglesia de Bertone, no estaremos poniendo en práctica los evangelios. La pobreza es un requisito de la fe”. Fragmento del reportaje que se publica en la edición 2049, ya en circulación

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