"Karamazov. Todo está permitido"

martes, 16 de febrero de 2016 · 11:34
CIUDAD DE MÉXICO (Proceso).- Los hermanos Karamazov es la última obra escrita por Dostoyevski (1821-1881) y se le considera como un clásico de la literatura universal. En ella aborda el tema del parricidio, donde cada uno de los hijos tendría razones para cometer el asesinato. Al mismo tiempo se sumerge en un drama espiritual en el cual los conflictos morales tienen que ver con la fe, la libertad y la deslealtad. Su capacidad para profundizar en la psicología de los personajes permite verlos como seres complejos y contradictorios que dudan y viven la incertidumbre. Ylia O. Popesku y María Inés Pintado escriben una versión libre de Los hermanos Karamazov, bajo el título Karamazov. Todo está permitido; transgreden el género de los personajes para convertir a los hermanos Karamazov en hermanas y al padre muerto en una madre que encarna el mal y la barbarie. Construyen sus personajes mezclando historias y adjudicando, sin restricción alguna, anécdotas de otros personajes a la vida de estas hermanas. El atrevimiento da como resultado una propuesta rica en problemáticas, pero, sobre todo, conserva los retruécanos existenciales en la vida de los personajes, seres atormentados, adoloridos por lo que les tocó vivir y haciendo lo posible para salvarse sin importar el costo. El resultado es la injusticia, el odio y el rencor. Además de las hermanas, rescatan personajes como la sirvienta –el criado, en el original–, el prometido de la madre –del cual una hermana está enamorada perdidamente–, un policía y un alcohólico. Popesku y Pintado interpretan a las hermanas con verdad escénica; son caracteres contrapuestos bien definidos y trasmiten lo que son y en lo que se van convirtiendo. Raymundo Pastor encarna con justeza y carácter al hombre en disputa, mostrando las dos caras de su personalidad. Los acompañan Josué Barbaloza en el resto de los personajes masculinos, y Hugo Wirth, que en la dirección da un movimiento escénico fluido y un sustento interpretativo a los personajes para producir una unidad tonal. El espacio escénico diseñado por Carolina Jiménez, al igual que la iluminación, crea una atmósfera sugerente, donde la plataforma inclinada, construida con tablones de madera, provoca la inestabilidad afectiva en la que viven los personajes. El juego entre lo visual y lo emocional enriquecen la puesta en escena, añadiendo, con la iluminación, ese estado de ánimo sombrío y nostálgico que caracteriza a la obra. Es importante que el vestuario de Adela Cortázar reproduzca la época en la que Dostoyevski ubica la historia, pues al particularizar nos permite ver, en el pasado, nuestro presente. Los dramas humanos y la desesperanza son compartidos en cualquier época y en cualquier país. Karamazov. Todo está permitido, se estrenó el año pasado en el Teatro Legaria y ahora se presenta los martes en el Centro Cultural Helénico. Es la segunda obra que Ylia O. Popesku y María Inés Pintado escribieron basándose en la literatura de Dostoyevski. La primera, Dostoyevski: el demonio y el idiota, dio funciones en el Teatro El Granero del INBA bajo la dirección de Alberto Lomnitz. Karamazov. Todo está permitido es una obra que nos permite sumergirnos en el universo desesperanzado de Dostoyevski, reconocerlo o conocerlo en una nueva interpretación donde las mujeres son las que construyen la historia.

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