Mnemotecnias

lunes, 29 de febrero de 2016 · 14:07
[playlist ids="431795,431794,431793,431792"] CIUDAD DE MÉXICO (Proceso).- En una reunión inolvidable, el responsable de esta columna pudo verificar personalmente las proezas memorísticas del compositor neobarroco, empresario y escritor vasco Pablo Queipo de Llano Ocaña (Bilbao, 1971) quien, como se ha vuelto consuetudinario, hace gala de sus poderes de retención para deleite y asombro de aquellos que se lo piden. Pero antes de describir lo verificado, acaso sea necesario anotar algunos relieves biográficos del personaje, ya que su furibundo quehacer lo amerita. Queipo de Llano tuvo una formación composicional autodidacta, después de haber estudiado órgano, clavecín y bajo continuo en el Conservatorio Profesional de Madrid. A él se deben, entre otras relevantes contribuciones, la primera monografía vivaldiana en castellano (El furor del Prete Rosso. La música instrumental de Antonio Vivaldi), amén de una serie de reconstrucciones de obras truncas del cura veneciano.[1] Su obra musical apela al barroco tardío ?es autor de más de 60 fugas y de una decena de concerti grossi?[2] mediante el riguroso empleo de las técnicas contrapuntísticas de la época y es responsable del proyecto didáctico on-line Fugue Forum que tiene por objeto la enseñanza de la fuga. Asimismo, es miembro de diversas sociedades internacionales ?Vox Sæculorum y The Delian Society, entre otras? que abogan por la reivindicación del lenguaje tonal como corriente de plena vigencia en el Arte Musical Contemporáneo. Pues bien, la primera proeza que Queipo de Llano acometió fue la de requerirle por escrito a la concurrencia una cifra numérica de más de veinte dígitos, digamos algo así como: 573495360712192505816269, que cuenta con veinticuatro. Con el chorizo de números en su mano, procedió a captarlos con una concentración absoluta y, al cabo de no más de un par de minutos, devolvió el papel a quien elaboró la cifra. Hecho eso, ante la incrédula expectación de los presentes, recitó uno a uno los números, sin falla alguna. Y volvió a hacerlo con diversas propuestas de la misma índole, alcanzando inclusive números superiores a los treinta dígitos, a lo que ya no hubo duda de la capacidad sobrehumana que lo asistía. Además, contó, podía retener sin problema números de pasaporte, fechas de cumpleaños, placas de automóvil y todos los números de teléfono que requería en su vida cotidiana. Fue entonces, ya en charla informal, cuando accedió a revelar su secreto. Era éste producto de otra proeza de memorización que había surgido como parte de su trabajo de investigación para la escritura del libro sobre Vivaldi. Queipo de Llano relató que se había aprendido, con lujo de paciencia y devoción, todas las entradas del catálogo temático/numérico que elaboró el musicólogo danés Peter Ryom para el ordenamiento del corpus vivaldiano. Además, había repetido otra hazaña paralela al volverse capaz de reconocer con la escucha de unos cuantos compases, cualquiera de la obras en cuestión. Con ese tremendo bagaje en su haber, huelga explicarlo, la labor mnemotécnica surgía, en su decir, espontánea, divertida y sin tropiezos. Para clarificar, apuntemos que el catálogo RV (Repertoire Vivaldien, por sus siglas en francés, o Ryom Verzeichnis por aquellas en alemán) consta de 816 voces, más los suplementos o Anhang ?134 hasta el día de hoy? que van sumándose conforme aparecen nuevas composiciones. De manera tal, que el superdotado Queipo de Llano divide mentalmente las cifras en números con centenas ?o decenas, si es el caso? y las relaciona con las obras a las que están asignadas. Así, para recurrir a una porción del ejemplo dado, las agrupaciones 573 495 360 712 y 192 pertenecen, respectivamente, al concierto para dos oboes, dos cornos y dos fagots, a uno de los conciertos en sol menor para fagot[3], a uno de los conciertos en Si bemol Mayor para violín, a la ópera incompleta La fede tradita e vendicata y a la sinfonía en Do Mayor para violín, cuerdas y continuo. Mas tornando al caso del notable vasco, vale que consignemos que su fórmula ?aceptada difusamente como una de las variantes clásicas de la mnemotecnia? enlaza un elemento fundamental en todo acto de aprendizaje y retención, esto es, el involucramiento emocional. No es casual que la etimología de “recordar, proceda del latín re-cordis, es decir, que vuelve a pasar por el corazón. Por tanto, el amor de Queipo de Llano por la música de Vivaldi, se fortalece con cada obra nueva que va conociendo, misma a la que le emparenta un acendrado efecto anímico, producto de lo que se permite sentir en el momento de la escucha. Ahondando, hemos de asentar que la mnemotecnia es el proceso volitivo ?a veces aleatorio o inconsciente? que establece un nexo apto para memorizar cualquier tipo de información. Es evidente que las mnemotecnias funcionan al vincular los contenidos que quieren retenerse con determinados emplazamientos ?de todo tipo? que se ordenan según la conveniencia, o el gusto del practicante. Prescriben los entendidos que estas técnicas pueden consistir en un término especial, una expresión o una rima que se adopta para que recordar se vuelva más fácil, e incluso infalible. La mnemotecnia no apela sólo a la repetición para el recordatorio, sino que también se basa en las asociaciones entre grupos de datos para lograr la construcción del recuerdo. Es mejor, predican los adeptos, que las sucesiones usadas por la mnemotecnia tengan sentido. Aunque hay que asentar la diferencia entre memoria y mnemotecnia; siendo que la primera se define como la capacidad de ingresar, mantener y recuperar la información y que la segunda es una fórmula preconcebida. Viene a cuento un ejemplo típico para los hombres de mar que deben recordar el valor del nudo marino, representando los 1.852 Km/h en la frase: Un ocho sin codos. O, también, la chusca condensación lingüística que emplean los astrónomos para memorizar la clasificación de las estrellas de acuerdo a su magnitud bolométrica,[4] asignándoles individualmente una letra según un complejo orden que no es necesario describir. De mayor a menor, la magnitud se establece por la serie O, B. A, F, G, K y M, que trasponen como: Oh, be a fine girl, kiss me! (¡Oh, sé una buena chica, bésame!) Tenemos, pues, técnicas para incrementar el nivel de retención, como la creación de palabras con las iniciales de cada término que se desea memorizar, la conformación de casilleros mentales y las conversiones fono-numéricas. En el caso de los casilleros mentales, mencionemos que se trata de crear en la mente un listado de términos que sea ampliamente conocido y que tenga un cierto orden que se vincule con las palabras por retener. En cuanto a las conversiones numéricas, obviamente el procedimiento reside en la traducción de números en consonantes. Para resumir, los sistemas de ayudas mnemónicas son tan personales y variados como la necesidad que puede tenerse de ellos; lo que es indudable es que cumplen fehacientemente con su cometido y que pueden ser de gran utilidad. Quizá la demostración de Queipo de Llano lo comprueba y ciertamente lo postula. No obstante, enlistemos otras técnicas afines, igualmente eficaces: De la Historieta, que consiste en llevar a cabo la invención de una historia con los elementos que deben memorizarse. De la Cadena, que opta por concatenar grupos de palabras que estén relacionadas y que sean clave para memorizar las ideas principales de un asunto concreto. De los lugares, que es la asociación de los elementos que deben aprenderse con, su nombre lo dice, una serie de sitios que sean muy conocidos. Ahora bien, apreciable lector, ¿qué podemos proponerle para que esté usted en grado de recordar, digamos, los números que le vengan en gana, al tiempo que vive momentos de indecible regocijo anímico y que se hace de una envidiable cultura musical?... Lo instamos, por citar un caso viable, a que haga un esfuerzo inicial para memorizar los primeros 99 Opp de Beethoven[5], y después le sugerimos que los use indiscriminadamente para aquellos números de teléfono que, se presume, debería saberse de memoria. Verá que vale muchísimo la pena. Como ejemplo, repítase Heroica, Pastoral, Trío oboes y corno y XI Sonata para piano, para recordar el 5568-8722 de la PROFECO, o deletréese Triple, Cuarto concierto y doble trío para clarinete para retener el 5658-1111 de LOCATEL.[6] Y sí a eso le añade que hay un enorme placer auditivo de por medio, caerá en la cuenta que las objeciones sobran. Y también las reclamaciones; mas si las hubiere marque el Triple, II Sinfonía, y cuádruple 0, del conmutador de Proceso, para solicitar la amonestación del responsable de esta hipertrofiada columna… [1] Entre ellas, la reconstrucción integral de los cinco conciertos incompletos de la colección manuscrita La Cetra. op. 9 del 1728 y la del Vespro Solenne per la Domenica di Pasqua del 1739. [2] Se aconseja la audición de algunas de sus obras y de sus reconstrucciones. Audio 1: Pablo Queipo de Llano – Fugato de Dionisio. (Ensemble Fisarchi di Firenze. ENCHIRIADIS,2011). Audio 2: Antonio Vivaldi – Allegro del concierto para violín en sol menor RV 322 (La Cetra op. 9 n° VIII) Reconstrucción de Pablo Queipo de Llano ( Federico Guglielmo, violinista. L´opera Stravagante di Venezia. Ivano Zanenghi, director. ENCHIRIADIS, 2009) [3] Se sugiere la escucha del Presto del citado concierto. Audio 3: Antonio Vivaldi – Presto del concierto para fagot en sol menor RV 495. (Klaus Thuneman, fagot. I Musici. PHILIPS, 2003) [4] Es la magnitud aparente que tendría una estrella si la emisión de su energía pudiera medirse en ausencia de la atmósfera. [5] Los encuentra en la página:: https://es.wikipedia.org/wiki/Anexo:Composiciones_de_Ludwig_van_Beethoven [6] Le sugerimos la audición del op 58 de Beethoven. Audio 4: Ludwig van Beethoven – Andante con moto del concierto para piano en Sol Mayor op. 58. (Emanuel Ax, piano. Royal Philharmonic Orchestra. André Previn , director. RCA VICTOR, 1990)

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