Trampolín y guillotina del profesor Basáñez

lunes, 11 de abril de 2016 · 10:14
Washington., (apro).- La embajada de México en Estados Unidos estaba siendo ridiculizada por la inexperiencia y los exabruptos “académicos” de Miguel Basáñez; la decisión de correrlo por ineficiente la tomó la canciller Claudia Ruiz Massieu desde diciembre del año pasado. En los pasillos diplomáticos, políticos y periodísticos de Washington, Basáñez fue objeto de burla casi desde que llegó como el nuevo representante del gobierno de Enrique Peña Nieto. “No se por qué estoy aquí”, fue uno de los primeros comentarios que hizo el profesor Basáñez a los corresponsales mexicanos acreditados en Washington cuando los convocó a la embajada para conocerlos y hablar de los proyectos que nunca pudo definir. En septiembre de 2015 Basáñez hizo su debut diplomático encabezando la ceremonia del Grito de la Independencia de México en el Salón de las Américas de la Organización de los Estados Americanos (OEA). Los cuestionamientos entre los cientos de asistentes al acto fueron: ¿Quién es este señor? ¿Por qué un profesor universitario sin experiencia diplomática? Como profesor de la Universidad de Tufts, en Boston Massachusetts, Basáñez hacía un buen papel académico. Peña Nieto quiso experimentar con él en Washington y lo designó por pura lealtad a las amistades familiares. El profesor Basáñez conoce al presidente desde que éste era niño. Su amistad con la familia del mandatario fue finalmente el trampolín y la guillotina de su brevísima y fracasada carrera diplomática. Siete meses de errores en Washington fueron más que suficientes. Para Ruiz Massieu, el “profesor” era una piedra en el zapato y un asunto delicado por tratarse de un “viejo” amigo del presidente. La primera exposición política de Basáñez en Washington fue un acto de frivolidad. Aprovechando que el gobierno de México paga cada año 75 mil dólares al Centro académico Woodrow Wilson para organizar actividades sobre México, el profesor usó a la organización para presentar ahí su libro: A World of Three Cultures, Honor, Achivement and Joy. Por increíble que suene, para el profesor fue prioridad la presentación de su libro y nunca miró al Capitolio de Washington, donde los legisladores federales ven en el gobierno de México un sistema corrupto con un récord muy grave en materia de deterioro de derechos humanos y con un alto nivel de impunidad. “Vamos a poner en activo al ejército de 15 mil estudiantes mexicanos de postgrado que hay en las universidades en Estados Unidos”, explicó el profesor Basáñez a los corresponsales mexicanos. Su idea consistía en que los estudiantes mexicanos fueran vehículo de exhorto a los inmigrantes mexicanos residentes legales en Estados Unidos para que se hicieran ciudadanos estadunidenses y votaran en las elecciones presidenciales del martes 1 de noviembre. En el Centro Woodrow Wilson, Basáñez aseguró que el gobierno mexicano buscaría un financiamiento de entre “3 mil 500 a 5 mil millones de dólares” para empoderar a los mexicanos residentes legales, inscribiéndolos al padrón electoral en los Estados Unidos. Ruiz Massieu no daba crédito a lo dicho por el profesor. Sí, fue idea de la Secretaria de Relaciones Exteriores la campaña de apoyar a la nacionalización de mexicanos residentes legales en Estados Unidos para que eventualmente votaran en contra de Donald Trump, si este llegara a ser candidato presidencial, pero la falta de tacto político y olfato diplomático de Basáñez era un error imperdonable de intervención en asuntos internos de otro país. ¿Ejército de 15 mil estudiantes? ¿Financiamiento de 3 mil 500 ó 5 mil millones de dólares? Esto no estaba en el plan de la cancilleria mexicana. La brillante idea nació en la mente de Basáñez. Para colmo, el profesor lo repitió en varias ciudades de Estados Unidos donde, como pretexto de visitar los consulados mexicanos, aprovechaba el viaje para hacer presentaciones de su libro. Cada semana, y casi desde septiembre del año pasado, la cancillería entregaba a Los Pinos una lista de las pifias cometidas por el profesor. El hilo se reventó por lo más delgado. Peña Nieto le concedió la razón a Ruiz Massieu y le pidió buscar al remplazo y hacerlo público de una manera que no fuera inmediata, “sino en un momento estratégico” que no exhibiera el error de Los Pinos. El profesor tiene pinta de un hombre bonachón, pero es pésimo como diplomático y más para una ciudad políticamente tan importante como Washington. En México desde hace muchos años, Basáñez se peleó con las familias Salinas de Gortari y Ruiz Massieu. La invitación a México para participar en la Cumbre Nuclear que se celebró en Washington el 31 de marzo y el viernes 1 de abril fue el escenario especial que se eligió para correr al profesor. El viernes 1, cuando concluyó la Cumbre Nuclear, la canciller mexicana no se regresó a México junto con Peña Nieto. Esa tarde Ruiz Massieu le dio la noticia al profesor de que estaba despedido por ineficiente. Es de sabios cambiar de opinión, dicen. Bien hubiese sido que la presidencia admitiera que se equivocó con la designación de Basáñez y que para corregir el error lo remplazaría con Carlos Sada, el cónsul de México en Los Ángeles, un hombre con mucha experiencia en la relación bilateral sin pertenecer al servicio exterior mexicano. Lo bueno de Basáñez es que, como nunca se quito el traje de profesor y solicitó licencia en Tufts, podría regresar a Boston. En la academia el profesor se puede reivindicar, promover su libro e incluso escribir otros, aunque la mancha en su currículum como diplomático reprobado en Washington es de tinta indeleble.

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