Persiste esquema de represión, tortura y desaparición forzada de hace 30 años: exguerrillero guerrerense

miércoles, 25 de mayo de 2016 · 19:13
CHILPANCINGO. Gro. (apro).- El profesor universitario Fernando Pineda Ochoa calificó como grave el hecho de que aún persista la política gubernamental de reprimir movimientos sociales y encarcelar líderes sociales, que provocó el surgimiento de movimientos guerrilleros en la década de los 60 y 70 en el país y dio paso a la estrategia de tortura y desaparición forzada de personas que se inauguró en esa época en Guerrero para aniquilar a disidentes. El exguerrillero guerrerense formado ideológicamente en Moscú y Corea del Norte, quien estuvo preso de 1971 a 1976, consideró necesario “saldar cuentas” con el pasado inmediato como elemental derecho de justicia y credibilidad en las instituciones para construir una sociedad menos desigual y transitar a la democracia participativa. Ello debido a que los casos de masacre y barbarie orquestados por el gobierno como Aguas Blancas, El Charco y Ayotzinapa siguen impunes y eso los hace estar presentes en el consciente colectivo, expresó el académico conocido como “El Gallo”. Lo anterior, durante la segunda jornada del “estudiante desaparecido”, organizada por estudiantes del colectivo Revueltas en la escuela de Filosofía y Letras de la Universidad Autónoma de Guerrero (UAGro), al sur de esta capital. Al respecto, Pineda Ochoa, exintegrante del grupo guerrillero denominado Movimiento Armado Revolucionario (MAR), hizo un repaso de las condiciones político-sociales que generaron diferentes focos insurgentes en el país hace 30 años y señaló que las mismas condiciones prevalecen a la fecha. Es decir, explicó, hasta el momento persiste la tortura, la desaparición forzada de personas y la represión contra movimientos sociales y organizaciones. Esta situación fue calificada por el académico como “grave y delicada” argumentando que la herencia histórica de los surianos y las condiciones político-sociales que se viven en la entidad, “los convierte en enemigos potenciales del staus quo”. El postulado del profesor universitario y exguerrillero está plasmado en sus libros “En las profundidades del MAR (El oro no llegó de Moscú)”, y “Balada Marina y otras historias”, ambos retratan episodios claves de la organización político-armada a la que perteneció. Al respecto, dijo que el MAR, fue formado por un grupo de estudiantes mexicanos, en su mayoría de Michoacán, cuando se encontraban en Moscú como reacción a la represión contra el movimiento estudiantil-popular encabezado por jóvenes de la Universidad de San Nicolás de Morelia en 1963 y 1966. Por ello, dijo que la lucha armada de las década de los sesentas y setentas fue producto directo de las condiciones económicas y político sociales que prevalecían en la época donde el PRI, se asumía como partido hegemónico, autoritario y represivo frente a los movimientos sociales disidentes y paternalistas con los sectores sociales sometidos a través de la prebenda. “La persecución, la cárcel o la muerte era el destino de quienes se atrevían a alterar el orden establecido”, indicó. Enseguida recordó que en ese entonces el marxismo-leninismo era el blindaje teórico de la revolución socialista que pretendía terminar con la explotación del hombre por el hombre y junto a escritos como “Revolución en la revolución”, del francés Régis Debray, con los esbozos de Ernesto “El Che” Guevara, completaron el estándar revolucionario. Mientras los grupos guerrilleros empezaron a surgir como “vanguardia del movimiento emancipador” en Cuba, Centro y Sudamérica, en México los actos de represión gubernamental contra movimientos estudiantiles y sociales se volvían sistemáticos en diferentes entidades. En Chihuahua, después de varias movilizaciones para exigir un reparto agrario equitativo que se estrellaron en el muro policiaco militar, surgió el Grupo Popular Guerrillero formado por Arturo Gámiz y Pablo Gómez, movimiento considerado como el primer movimiento armado socialista en el país. El próximo 23 de septiembre se cumplen 51 años del asalto al cuartel militar de Ciudad Madera. En 1960, en Chilpancingo, Guerrero el Ejército reprimió el movimiento popular en contra del gobernador en ese entonces Raúl Caballero Aburto que dejó una decena de muertos y la posterior caída del general cacique. Fue entonces que el profesor Genaro Vázquez Rojas formó la Asociación Cívica Guerrerense que después se transformó en el movimiento guerrillero denominado Asociación Cívica Nacional Revolucionaria (ACNR). El 18 de mayo de 1967, fue reprimida una protesta pacífica en el zócalo de Atoyac de Álvarez, el saldo seis personas muertas y en respuesta, el también profesor normalista Lucio Cabañas Barrientos se refugió en la Sierra y creó la Brigada campesina de ajusticiamiento, hecho que marcó la peor campaña militar contra la sociedad. La fuerza del núcleo guerrillero de Lucio Cabañas, señaló Pineda Ochoa, no se debía al número de campesinos combatientes, ni tampoco el armamento que portaban sino en el apoyo incondicional de la sociedad. Por eso, los mandos castrenses cambiaron la estrategia de confrontación directa contra los campesinos guerrilleros y aplicaron la táctica denominada “Tierra arrasada”, es decir, de cerco y aniquilamiento conocido como “genocidio necesario”. Así, el Ejército, avalado por el gobierno en sus tres niveles, implementó en la Sierra de Guerrero una brutal política de represión, tortura y desaparición forzada que dejó una estela de muerte, terror y desolación. Los soldados y la terrible policía judicial de la época de Rubén Figueroa inauguraron la “detención-desaparición”, y surgieron los soplones, delatores, así como el secuestro individual y masivo. “Muchos compañeros, mujeres y hombres, fueron desaparecidos en mazmorras clandestinas, otros fueron asesinados por la tortura. Aparecieron los helicópteros de la muerte desde donde lanzaban personas vivas al mar”, recordó el exguerrillero. Familias completas de Atoyac, como los Iturio, Radilla, Barrientos, Cabañas, Flores, Fierro y muchas más fueron prácticamente aniquiladas por el Ejército en complicidad con el gobierno en sus tres niveles. Diferentes organismos defensores de derechos humanos y familiares de las víctimas han documentado 600 desparecidos en Guerrero en ese entonces, pero muchos no fueron contabilizados por temor de los sobrevivientes. Hasta el momento, esta barbarie institucional contra la sociedad no ha sido esclarecida y tampoco han castigado a los responsables de este genocidio. Ante este contexto, Pineda Ochoa dijo que las libertades conquistadas por la sociedad que tuvo que pagar con sangre y la vida, siguen siendo muy limitadas en la actualidad. Lo más grave, indicó, es que persiste el mismo esquema de represión, tortura y desaparición forzada de personas de hace 30 años, ahora implementado por autoridades civiles y militares coludidas con el narcotráfico, situación que se debe analizar ante la historia de brotes insurgentes que han marcado al país. El profesor Fernando Pineda “El Gallo”, recordó el momento cuando fue encarcelado durante cinco años y las autoridades lo acusaron de “traición a la patria” por haber recibido entrenamiento ideológico-militar en Moscú y Corea del norte. “Los apátridas son los políticos y caciques que han reprimido, torturado y desaparecido a miles de personas impunemente en el país”, sentenció.

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