Crisis del PRD y unidad de la izquierda

jueves, 7 de julio de 2016 · 21:51
CIUDAD DE MÉXICO (apro).- Los partidos son entidades ciudadanas, por lo cual, salvo aquellos de afiliación obligatoria, no se gobiernan como ocurre con la sociedad, sino se dirigen. Hay un error teórico en la pretensión de gobernar al Partido de la Revolución Democrática o de declararlo ”ingobernable”. El PRD vive una crisis de desorganización, congruencia, falta de certeza y ausencia de una dirección colegiada. Su propuesta política, expedida en el reciente Congreso Nacional, es acertada a grandes trazos, el problema es que no se difunde y mucho menos se aplica. El PRD también requiere una estatura moral, la cual resulta indispensable cuando se trata de un partido de izquierda. La seriedad y la convicción ante cada lance político se completan, de ser verdaderas, con una honradez tanto en los actos como en el carácter intelectual. Esto es lo que podría dar base a desarrollar el carácter opositor del partido, el cual debe ser militante porque sin oposición no hay democracia formal que funcione ni propuesta alternativa a la política del gobierno. Todo mundo debería saber cuáles son las pretensiones razonadas del PRD en cada coyuntura y por qué. Hay que volver a hacer propaganda sistemática fuera de los periodos electorales. En especial, la dirección de ese partido debería ser colectiva y promotora de la discusión. Toda posición partidista tiene motivos, pero el problema es que éstos no siempre se conocen, explican y discuten. El otro problema es la disciplina, pues una cosa es que los partidos ahora sean más o menos flexibles, y otra que cada quien pueda hacer lo que guste sin la menor consecuencia. Tanto los órganos de dirección como los grupos parlamentarios deben apegarse al programa del partido y también a su línea política, a aquella que es mayoritaria, aunque ésta se pueda cambiar las veces que sea necesario. En este mismo sentido, es verdad que el partido debe apoyar a los gobernantes que han surgido de sus filas, pero también es cierto que éstos deben aplicar el programa partidista, escuchar la crítica y respetar las decisiones mayoritarias. El Partido de la Revolución Democrática debe formular un plan político para conquistar el gobierno del país. Nadie explica en qué vuelta de la vida dejó de tenerlo. Sin plan de poder no hay partido que sea auténtico. Es preciso evitar que el PRD se siga convirtiendo en grupo de presión o en una aglomeración indescifrable de segmentos. El PRD sufrió una escisión que se concretó en un nuevo partido, Morena. Después de más de 20 años en los cuales tuvimos una izquierda unida casi en su totalidad en un solo partido, fenómeno muy raro en el mundo, ahora tenemos dos partidos de izquierda que están contendiendo entre sí. Es preciso volver a la lucha a favor de la unidad de las izquierdas, tal como lo definió el congreso del PRD realizado hace menos de un año. Por lo pronto, se requiere abrir la discusión pública sobre el tema, sustituir descalificaciones e insultos por la exposición de ideas y propuestas. Al menos así debería conducirse el PRD. Las coyunturas electorales suelen impulsar o perjudicar los grandes proyectos de transformación política y social en un país, pero no deben nunca definirlos, determinarlos, desecharlos. El Partido de la Revolución Democrática –dice su programa— lucha a favor de la construcción de un Estado democrático y social de derecho. Ese objetivo es superior por lo que debe ser guía de la lucha cotidiana, la cual por cierto no tendría que ser sólo electoral y parlamentaria, como es ahora, sino también de movilización, protesta, denuncia y exigencia. Ser un partido de izquierda, pues.

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