'Buscando a Dory”: un tierno viaje emocional

jueves, 14 de julio de 2016 · 18:24
MONTERREY, NL (apro).- Dory sufre amnesia. La pececita padece una condición de pérdida de memoria a corto plazo. No puede recordar nada. En Buscando a Nemo, su olvido pertinaz era gracioso y destacaba como su principal característica. Ahora, la misma criatura submarina regresa con aventura propia, Buscando a Dory (Finding Dory), en las que se explican sus antecedentes como ser amnésico. Ahora, las malas pasadas que le hace el cerebro ya no provocan risa. Por culpa de la desmemoria, la pececita se involucra en un enorme problema. Afortunadamente cuenta con sus amigos inseparables, el pequeño Nemo y su padre Marlín, que la rescatarán del enredo en el que se metió, precisamente, por recuperar recuerdos. Buscando a Dory echa una mirada tierna a los discapacitados. Aunque ella sufre una condición de falta de memoria, se le considera una tarada. Todos se han mofado de ella porque no puede recordar ni el camino a su casa, luego de unos segundos de haberla dejado. Ocasionalmente es exasperante, pero tiene un gran corazón. La producción 17 Pixar es un viaje emocionante de reencuentro con la familia nuclear. En aquella aventura en la que Nemo estaba extraviado, Dory ayudó a Marlín a encontrarlo. Aún a costa de su vida. Esta vez ella quiere volver a casa. Cree que sus padres la esperan y se esmerará por reunirse con ellos. Sin embargo, debe superar su serio impedimento. Esta odisea es una calca de la anterior, aunque es igual de emocionante, con grandes personajes y situaciones llenas de velocidad y peligro. El formato es el mismo: un pez sale de casa, se extravía y sus amigos tienen que encontrarlo. Sin embargo, los magos de Pixar complican todo. El pez azul no pierde el rumbo por deseo. Provoca el enfado de Marlín, quien la lastima con palabras hirientes, lo que desata una separación. Entonces, la parlanchina desmemoriada llega hasta un acuario en la Costa de California, donde se aprestan a trasladarla a otro sitio, de donde ya jamás regresará. Arrepentido, Marlín se ve obligado a rescatarla, arriesgándolo todo, incluso a su pequeño Nemo. Más allá de la belleza visual de la animación tridimensional, la película resalta por su profundidad emocional. Todos los personajes en la historia son tremendamente honestos y generosos. Incluso el rudo pulpo Hank se doblega ante los impulsos de solidaridad que siente por su recién descubierta cómplice y amiga. En la oscuridad de sus olvidos, Dory tiene remembranzas, como flashazos de recuerdos gratos que le dan pistas para buscar su casa. Así se descubre cómo sus padres, Charlie y Jenny, son los personajes más amorosos que haya presentado el universo de Pixar. Saben perdida a su nena, pero no desechan la esperanza de encontrarla. Así se conoce la manera que, en el pasado, fueron pacientes, protectores y comprensivos cuando su hija pequeña comenzó a dar las primeras muestras del padecimiento, que los mantenía en un estado permanente de preocupación. Era un dulce Dory bebé, inocente y confiada en el cariño de sus papis. Al final queda la sensación de que la pequeña era mucho más simpática y tierna que su versión adulta. La animación en el mundo submarino es impresionante, con imágenes de ensoñadora poesía visual, en el fondo azul del océano. Aunque es predecible y parece sólo una continuación de la primera entrega, Buscando a Dory es otro gran hit lleno emociones, que provoca muchas risas y algunas lágrimas.

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