Chad: Un lago y nueve millones de personas en la inanición

viernes, 12 de agosto de 2016 · 20:33
CIUDAD DE MÉXICO (apro).- Acallada por el estruendo noticioso de los atentados, las guerras y los escándalos políticos, alrededor del lago Chad, en el corazón del África subshariana, se desarrolla una crisis humanitaria con visos de tragedia. De entrada, el lago mismo se está secando. Si bien se trata de un embalse cerrado, con sólo un afluente menor y muy escasa profundidad, que a lo largo de su historia ha mostrado grandes vaivenes, en los últimos 50 años debido a la falta de lluvias, el avance de la desertificación y la sobreeplotación humana ha disminuido su superficie en más de 90% y la NASA (agencia aeroespacial estadunidense) calcula que podría desaparecer del todo en veinte años. Así, mientras en los sesenta el lago cubría un espacio de 25 mil kilómetros cuadrados, ahora rara vez llega a los dos mil 500 km², con mínimos de hasta 900 km², que dejan tras de sí un paisaje desolado de pequeños ríos y lagunas, salpicados por islas en las que se mezcla la vegetación con la tierra seca del desierto. Esto no sólo ha destruido la biodiversidad vegetal y animal, y alterado las rutas migratorias de las aves, sino que debido al aumento de la salinidad y contaminación del agua ha puesto en serios problemas de abastecimiento a los 20 millones de personas que viven alrededor del lago, distribuidas en Níger, Nigeria, Camerún y el propio Chad. Ello, a su vez, ha generado múltiples disputas sociales en la agricultura, la ganadería y la pesca, en una región que según Médicos Sin Fronteras (MSF) siempre ha sufrido de pobreza extrema, inseguridad alimentaria, brotes recurrentes de enfermedades infecciosas y un casi inexistente sistema sanitario. “La población necesita servicios tan básicos como alimentación, agua, refugio y atención médica”, afirma Isabelle Mouniaman, responsable de MSF en Nigeria. Esta problemática por sí sola ha provocado continuos flujos migratorios intra y extrafricanos. Pero a ellos se han sumado desplazamientos masivos debidos a sequías bíblicas y, sobre todo, a conflictos armados interétnicos e interreligiosos, con sus correspondientes contraofensivas gubernamentales. Tan sólo a Chad han llegado en los últimos lustros cientos de miles de refugiados de la guerra entre Sudán y Sudán del Sur; las matanzas religiosas en la República Centroafricana y los ataques indiscriminados de yihadistas y traficantes en Libia. Ahora es turno del Estado Islámico de la Provincia de África Occidental (ISWAP, por sus siglas en inglés). Mejor conocido como Boko Haram, este grupo nació como movimiento social en Nigeria en 2002, pero en 2009 pasó a la actividad terrorista y en 2015 juró lealtad al Estado Islámico en Irak y Siria (ISIS). Y aunque el ISWAP ha perdido terreno al igual que el ISIS, se calcula que todavía controla unos 20 mil km cuadrados de suelo nigeriano. Desde ahí ha lanzado un sinnúmero de atentados y ataques, algunos mediáticamente muy sonados como el secuestro de más de 200 niñas en una escuela de Chibok. Pero la cifra de muertos en Nigeria se eleva a más de 20 mil y los desplazados internos, la mayoría procedentes del nororiental estado de Borno, superan un millón. En contienda militar con los terroristas y agobiado por la caída de los precios del petróleo, el gobierno nigeriano poco ha hecho por atender sus necesidades, dejando que se geste una catástrofe. Pero la crisis no paró ahí. A principios de 2015 Boko Haram extendió sus acciones a través del lago, con atentados en los vecinos Níger, Camerún y Chad. El grupo terrorista encontró en la geografía lacustre, llena de islas y focos de vegetación, el escondite ideal para lanzar desde ahí sus ataques. En respuesta los cuatro países limítrofes crearon una fuerza militar conjunta, que ha convertido la zona del lago Chad, según el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) en “un escenario de guerra”. “Actualmente se producen atentados suicidas múltiples y ataques casi a diario. La violencia indiscriminada que perpetran los grupos armados de todas las partes en conflicto tiene conscuencias directas para la población civil, ya de por sí vulnerable”, asentó MSF en un reporte presentado en abril sobre la situación existente en cada uno de los cuatro países. Junto con los muertos, los desplazados se incrementaron exponencialmente. En noviembre de 2015 el coordinador de ayuda humanitaria de la ONU para el Sahel, Toby Lanzer, dijo que “la sequía, la pobreza extrema y el conflicto armado en la cuenca del lago Chad, en África, son el caldo de cultivo idóneo para una nueva crisis migratoria”, y advirtió que los líderes mundiales debían “tomar medidas urgentes al respecto”. Ocho meses después, la propia ONU y el Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR) calculan que entre 2.4 y 2.7 millones de personas se han desplazado en los alrededores del lago Chad debido a la violencia armada, pero en los cuatro países ribereños –Camerún, Chad, Níger y Nigeria– hasta nueve millones de personas podrían requerir de ayuda humanitaria urgente. Las causas: los refugiados no sólo huyen con lo puesto, sino que abandonan sus actividades productivas; muchos se refugian en comunidades locales ya depauperadas, agotando sus exiguos recursos; un gran número tiene que huir varias veces, en ocasiones arrastrando a nuevas comunidades; las cosechas se han perdido en forma consecutiva, el pastoreo no puede realizarse ni tampoco las actividades de pesca. A fines de julio Naciones Unidas, a la que muchas organizaciones no gubernamentales que trabajan sobre el terreno acusan de haber abierto los ojos “demasiado tarde” ante el drama que se estaba gestando, reiteró que Boko Haram estaba causando desplazamientos masivos de población, violaciones de derechos humanos y una crisis humanitaria “sin precedentes” en un área que ya de sí profundamente vulnerable. Ante el Consejo de Seguridad, convocado por el Reino Unido para tratar el tema,el jefe de acción humanitaria de la ONU, Stephen O’Brien, llamó la atención sobre esta “crisis ignorada” y solicitó ayuda internacional urgente para los millones de personas “en riesgo de hambre” y apoyo para combatir el terrorismo. Temerosa de otra ola masiva de refugiados, ahora proveniente de África, la que más reaccionó hasta ahora es la Unión Europea. El 4 de agosto la entidad anunció una donación adicional de 12.5 millones de euros al fondo fidiciario creado para enfrentar la emergencia. Hasta ahora, con excepción de Chipre, Croacia y Grecia, los otros 25 países comunitarios han reunido un total de 70 millones de euros destinados al área del lago Chad. “Boko Haram no es sólo un problema militar. Sus raíces están en unas condiciones socioeconómicas muy difíciles”, consideró Christos Stylianides, comisionado de Ayuda Humanitaria y Gestión de Crisis de la UE, tras visitar la zona junto con Susan Richards, de USAid. Hasta ahora no se ha precisado cuál sería el aporte de Estados Unidos. En octubre pasado el presidente Barack Obama anunció el envío de 300 militares estadunidenses para apoyar a los ocho mil 700 efectivos de la fuerza conjunta regional. Hasta ahora los resultados de esta coalición militar han sido más bien modestos, aunque ha logrado recuperar algunas zonas en manos de Boko Haram, concretamente en el estado nigeriano de Borno. Lo que han encontrado ahí las organizaciones internacionales es terrible: unas aldeas arrasadas y otras llenas de personas desplazadas sin acceso a agua, alimentos o la higiene más básica. “Lo que ví ahí hace unos días fue terrorífico. Gente tirada en el suelo, que no podía ni mantenerse en pie, esperando la muerte. Niños muriendo a diario”, lamentó Toby Lanzer, el coordinador de ayuda humanitaria para el Sahel que había lanzado la alerta en noviembre. “Hay una grave escasez de alimentos. Apenas podemos imaginar la dimensión del hambre en las zonas donde aún no ha llegado la ayuda humanitaria. Los niños son los más afectados. No pasa un día sin que un niño muera de desnutrición”, lo secundó Dominik Stillhart, director de Actividades Operacionales de la Cruz Roja. Tras una visita con escolta del ejército, funcionarios de la UNICEF informaron que tan sólo en las zonas liberadas de Nigeria hay 250 mil niños con malnutrición, de los cuales hasta 50 mil podrían perder la vida si no se actúa urgentemente. En total se calcula que 1.7 millones de los desplazados son menores de edad.

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