El taekwondoín Saúl Gutiérrez, militar, peleador... y angustiado

lunes, 15 de agosto de 2016 · 14:54
Es cabo del Ejército Mexicano, taekwondoín de talla internacional, venció la oposición hiperreligiosa de su madre… y se muere de nervios cuando está a punto de competir. Saúl Gutiérrez –quien acepta que no le gusta leer, pero a quien le encantan las narcoseries– es un gigante del tatami: mide casi dos metros y ha brillado en los torneos más importantes. Su mayor objetivo es triunfar en los Olímpicos. El jueves 18, en Río, tendrá la oportunidad de completar su palmarés, y toda la presión de traer a casa un metal dorado. CIUDAD DE MÉXICO (Proceso).- De los 125 atletas que integran la delegación mexicana en Río 2016, 21 figuran en la nómina de la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena). Entre ellos, tres de los cuatro seleccionados de taekwondo: María del Rosario Espinoza, quien comanda al grupo de peleadores, es cabo auxiliar de educación física y deportes, al igual que Itzel Manjarrez (subcampeona panamericana) y Saúl Gutiérrez. El cabo Gutiérrez no lee libros, pero le agradan las llamadas narcoseries. “Acabo de ver Señorita Pólvora –la historia de una niña, hija de un joyero capitalino, que se enreda con sicarios y traficantes–. Antes vimos El Cártel de los Sapos y El Señor de los Cielos. “Me parece atractiva la forma en que esas personas han empleado su inteligencia de una mala forma. Han hecho todo para llegar a lo más alto. La mayoría empezó de abajo hasta convertirse en jefes. Es algo que se podría seguir, pero por el lado del bien. Por ejemplo, después de no ser nadie en el taekwondo, ¿por qué no llegar a ser campeón mundial o campeón olímpico?”, dice en entrevista. –¿Te reflejas en ese mundo del narcotráfico? –se le pregunta. –Pues hay que agarrar lo bueno de la vida… Para Saúl, el desaparecido narcotraficante Amado Carrillo Fuentes fue “de lo más inteligente, al grado de proponerle al presidente que lo dejara trabajar libremente a cambio de pagar la deuda externa. Se me hace de ciencia ficción, algo difícil de creer…”. Las historias de Joaquín El Chapo Guzmán son atractivas para el atleta. De él admira la forma en que se ha fugado y el tiempo que ha permanecido al frente de un cártel. “Al final cayó como todos, pero fue inteligente. Por todo lo que han hecho esas personas no son dignas de admirar. Al contrario, hay que exigirles que respeten la ley. Lo único que comparto es la determinación que tuvieron para hacer las cosas”. Nacido el 28 de diciembre de 1992, Saúl se inició en el taekwondo a los 10 años en Querétaro, donde diariamente, cada vez que acompañaba a su madre a una cremería, cruzaban por una escuelita de taekwondo. Ahí recibió sus primeras lecciones. De juvenil, los resultados fueron adversos. Sin embargo, las cosas cambiaron al cumplir los 16 años. Con las enseñanzas de otro entrenador, a los 17 años ganó el bronce en su primer campeonato nacional, y con ello su lugar en la selección nacional. Aunque su madre lo apoyó al principio, después se convirtió en su mayor opositora, pues al volverse al cristianismo consideraba al taekwondo una disciplina tocada por el diablo. “Mi madre veía muchas cosas que eran producto del demonio. Me dijo que el taekwondo no era agradable para Dios”. Fragmento del reportaje que se publica en la edición 2076, ya en circulación

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