Elena Garro: La libertad de la imaginación

martes, 23 de agosto de 2016 · 13:34
CIUDAD DE MÉXICO (Proceso).- Elena Garro (Puebla, 11 de diciembre 1916-Cuernavaca, 22 de agosto de 1998) no necesitó alas para fugarse de la realidad. Su imaginación le bastó para transitar por mundos más interesantes que los que marca la vida cotidiana; para ella, no sólo fue un recurso creativo sino el medio ideal para la liberación de su alma. En su infancia se enfrentó con aquel círculo al que el profesor de La señora en su balcón condenó a la humanidad. Un tiempo lineal rígido sin una chispa de inventiva. Un círculo en el que se estrellaba la inteligencia de la alumna que quería viajar al pasado cuando creían que el mundo era plano y que terminaba en las columnas de Hércules. Ella quería ir más allá, a ese mar oscuro poblado de algas y líquenes gigantes que ningún barco antiguo se aventuró conocer. Para Elena Garro el mundo tangible y el intangible existen en una misma realidad. Así como en el teatro confluyen todos los tiempos y se vuelven presente por el simple hecho de traerlos al escenario, así las estructuras dramáticas de Garro son capaces de crear universos completamente originales. En Andarse por las ramas, por ejemplo, explora la imaginación inserta en el mundo palpable y se acerca a esa frase contundente de Saint-Exupéry en El Principito: “Lo esencial es invisible para los ojos”. El personaje de Titina ve en la sopa estrellas, eclipses y naufragios. “¿Quiere usted que le cuente cuando la luna cayó en mi plato de lentejas?”, le pregunta a don Fernando. Y cuando él le dice que el mundo gira en el espacio, Titina asegura que no: “¡El mundo está bailando un vals!” La principal influencia de Elena Garro al empezar a escribir fueron los surrealistas con los que convivió en España y Francia. Con una gran apetencia por conocer el mundo, leyó filosofía, mística y religión. Personajes y situaciones que ella creó los llenó de símbolos, imágenes y asociaciones libres, poniendo en entredicho las fronteras de la realidad, cuestionando las limitantes del conocimiento y buscando, siempre, la libertad del ser. Cada obra de teatro es el inicio de un viaje. Recoge historias que le cuentan, como la de El rastro, investiga y desentraña el corazón de Felipe Ángeles; o, como en Un hogar sólido, habla desde el sepulcro donde reposan los muertos vivos. O los vivos muertos. En La señora en su balcón, ella arranca comiéndose el mundo a puñados; pero las ilusiones se le van desvaneciendo. Al principio quería llegar a Nínive y seguir la carrera por el tiempo infinito, pero su matrimonio la llevó a una casa rodeada de niños locos donde solamente podía huir por el polvo o escapar por la pata de la silla, para vivir otros mundos. Huyendo se ve a sí misma, y se va amargando su vida hasta arrugarse como una hoja en blanco. Pero creía en la trascendencia y su religiosidad le dio la certeza de que desaparecer de este mundo era acceder a otro. Por eso Clara, antes de saltar por el balcón, piensa: “Iré al encuentro de Nínive y del infinito tiempo…”. Vámonos pues con Elena Garro a donde su imaginación nos lleve. Que las obras de teatro que están por estrenar dentro del homenaje este año, cuando se celebra el centenario de su natalicio, nos haga volar por esos mundos insospechados en busca de la libertad total.

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