El periplo mexicano de "Poeta en Nueva York"

miércoles, 24 de agosto de 2016 · 12:27
MADRID (Proceso).- El 14 de julio de 1936, Federico García Lorca dejó en las oficinas de la revista Cruz y Raya, en Madrid, un sobre con sus últimos poemas para su publicación y una nota dirigida a su amigo, el editor José Bergamín, quien estaba ausente en esos momentos. Decía: “Querido Pepe: he estado a verte y creo que volveré mañana.” Nunca más se volvieron a ver. El 18 de julio inicia el levantamiento militar contra el gobierno de la República. García Lorca viaja en esos días a Granada pensando que estaría más seguro en su ciudad natal; pero ahí es donde encontró la muerte, fusilado. En medio de la convulsión política, Bergamín sale precipitadamente hacia París y, tiempo después, llega a México con el manuscrito original que le había dejado su amigo. En la Ciudad de México fundó la Editorial Séneca. En 1940, haciendo justicia al compromiso con García Lorca, Bergamín publica la primera edición de esos poemas que tenían como título Poeta en Nueva York, una de las obras más aclamadas del escritor granadino. Cincuenta y nueve años después de ver la luz esa primera edición, el martes 16 de noviembre de 1999, el abogado mexicano Javier Quijano Baz recibe una llamada por teléfono del abogado madrileño Manuel Fernández-Montesinos García, sobrino y uno de los herederos de García Lorca. Fernández-Montesinos García es hijo de Concepción, hermana del poeta, y de Manuel Fernández-Montesinos, quien fuera alcalde socialista de Granada y una de las primeras víctimas del levantamiento militar; asesinado en el ejercicio de su cargo el 3 de agosto de 1936, dos semanas antes que Federico. El representante de la sucesión requiere de la colaboración profesional de Quijano Baz a efecto de impedir la venta en subasta pública del manuscrito original de Poeta en Nueva York, programada para las 10 horas del 29 de ese mes de noviembre, en Londres por la casa de subasta Christie’s, a solicitud y en nombre de la mexicana Manuela Saavedra de Aldama, quien se ostentaba como propietaria. El propósito era tener una opinión escrita de un experto en derecho penal mexicano para presentarla el 22 de noviembre ante un juez competente en Londres, en el sentido de que la propiedad del manuscrito correspondía a la sucesión. Este relato, escrito por Quijano Baz, forma parte de su ensayo Federico García Lorca y el Derecho Civil Mexicano, que se publicó en el libro Homenaje a Raúl Medina Mora, editado por la Barra Mexicana, Colegio de Abogados (2008), en el que relata con detalle el tortuoso proceso para que ese manuscrito de Poeta en Nueva York volviera a manos de la familia del escritor. El artículo contiene experiencia del jurista y la recopilación de información de la familia del escritor granadino. La historia En la primera edición del libro Poeta en Nueva York para las ediciones del Árbol (Editorial Séneca), Bergamín consigna que “se cumple la voluntad del poeta publicando este original suyo”. Quijano Baz describe que tras esa publicación en México, el manuscrito desaparece y Bergamín no sabe dónde quedó ni qué ha hecho con él, ignora su paradero “y, lo peor aún, no le interesa en lo absoluto, a pesar de que sabe del interés especial que el poeta tenía por sus manuscritos, pues los dos anteriores publicados por Cruz y Raya, fueron entregados, a solicitud expresa de Federico, a sendos amigos del poeta”. Tras el asesinato del poeta, quien se hizo cargo de los intereses de Federico fue su hermano Francisco, cónsul de España en el Cairo. “Durante la guerra, se trasladó a vivir a Bruselas y, al triunfar (Francisco) Franco, se exilió en Nueva York como profesor en la Universidad de Columbia. Se le unió su hermana Isabel y tuvieron escaso contacto con España y el resto de la familia”. Bergamín aseguró que intentó inútilmente establecer contacto con Francisco en Nueva York antes de la publicación de Editorial Séneca. El 20 de octubre de 1978 el escritor español Eutimio Martín hizo una entrevista a Bergamín en España (Poeta en Nueva York; Tierra y Luna: Edición Crítica, Editorial Ariel 1981), donde al responder sobre la ubicación del manuscrito original, el editor dice creer haberlo entregado a una persona, para después decir que cree que fue a otra, incluso sugerir que quizá se hubiese extraviado. “Primero aseguró lo entregó a Eduardo Ugarte, concuño del editor. En un segundo encuentro entre el entrevistador y el editor, en junio de 1979, sugirió habérselo dado a Jesús Ussía, exiliado republicano que patrocinaba económicamente a Editorial Séneca, sin ser socio de la misma.” Este último dato sería clave para el periplo que siguió el manuscrito original, aparentemente extraviado durante décadas en México. El abogado relata que “la entrega a Ussía fue corroborada por Ernesto Oteyza al investigador inglés Nigel Davis, en 1990, al conocerse en Canadá. Le comentó que había sido socio de Ussía y que, a su muerte, encontró en sus cajones una serie de documentos que tenían que ver con sus relaciones de sociedad, entre los que estaba el manuscrito y, que Oteyza entregó a la viuda de Ussía”. “A su vez, Nigel Davis comentó el tema con el abogado norteamericano William Peter Kosmas, a quien la sucesión de García Lorca había venido consultando en torno a diversas cuestiones relacionadas con las negociaciones con terceros en todo el mundo para la traducción, representación y publicación de las obras del poeta.” Al conocer la situación del manuscrito, Isabel García Lorca escribe en 1992 a la viuda de Ussía, Rafaela Arocena, “para rogarle que muestre el manuscrito a Manuel Fernández-Montesinos, sin obtener respuesta. En 1993 Manuel logra hablar por teléfono con la hija de Bergamín, quien le dijo que su familia jamás había tenido el manuscrito”. En 1996 se produce un hecho extraordinario. Los esposos Luis y Julia Giménez Cacho, amigos de los García Lorca, “que desconocían la disputa, comentaron que el manuscrito lo tenía una vecina suya en Cuernavaca, Manuela Saavedra de Aldama, como un obsequio de Rafaela Ussía, de quien era pariente”. Relata: “Manuel Fernández-Montesinos expresó a los Giménez Cacho su vivo interés en recuperar el documento, aun pagando por ello si fuere necesario”. Tras varias gestiones, en marzo de 1997, los Giménez Cacho recibieron de Manuela Saavedra de Aldama una copia del manuscrito en un sobre con una leyenda que decía: “en caso de mi muerte este sobre y su contenido pertenecen a Manola Saavedra de Aldama. México, mayo 1979. Rafaela Arocena de Ussía”. Manuel invita a Saavedra a reunirse con él en Madrid, en mayo de 1997 “para examinar el manuscrito y fotografiarlo para una edición facsimilar de interés académico. Pero no obtuvo respuesta. Manuela Saavedra hizo saber a los Giménez Cacho que no llevaría el manuscrito a Madrid y que no tenía intenciones de donarlo ni venderlo”. Pero en junio de 1999 la sucesión se entera que Saavedra ha establecido contacto con Christie’s para la valuación del manuscrito y su posible venta en subasta. La sucesión se pone en contacto con el Ministerio de Cultura español y la Biblioteca Nacional de Madrid. En octubre del mismo año, se entera que efectivamente se intenta vender el manuscrito en una subasta pública en Londres. “Los sucesores contratan los servicios del abogado Eddie Parladorio del bufete londinese Schilling & Lom” y luego establecen contacto con Quijano Baz, en México. Teniendo el tiempo en contra, Quijano Baz emitió por escrito su opinión, el día 18, en la que señala sobre la titularidad y posesión de Poeta en Nueva York, que Federico “entregó el manuscrito a José Bergamín para que éste lo revisara y, en su caso, lo publicara y, en todo supuesto, lo devolviera a su autor”. Entre los argumentos jurídicos esgrimidos por escrito por Quijano Baz, está el hecho de que si bien “la posesión da al que la tiene la presunción de propietario para todos los efectos legales, pero que quien posee en virtud de un derecho real distinto del derecho de propiedad no se presume propietario, como era el caso, ya que se trataba de una posesión a título derivado y no originario”. Sugiere que “ante el temor de que el manuscrito vuelva a la clandestinidad, de acuerdo con nuestro sistema procesal, puede practicarse un embargo precautorio, aún antes del ejercicio de la acción reivindicatoria en juicio ordinario civil”. El 22 de noviembre de 1999 el escrito de los herederos del poeta se presentó ante un juzgado en Londres. El miércoles 24, se concedió la suspensión y se citó a las partes a una vista el viernes 26, bajo la condición de presentar una garantía, lo cual se haría durante la propia vista, se fijó una suma de 100 mil libras esterlinas y se concedió el plazo de una hora para presentarlo. La garantía se presentó 10 minutos después de la hora concedida, “por lo que al volver el juez a la sala suspendió el interdicto en forma airada”. La casa de subastas retiró el manuscrito y éste quedó en posesión de un tribunal. El abogado mexicano declinó cobrar sus honorarios por este trabajo profesional, al considerar que era hacerlo “en tributo a la memoria de uno de los más grandes poetas de nuestra lengua”. El 12 de enero de 2000, el diario El País publicó que la casa de subasta Christie’s se retiraba del proceso sobre el manuscrito de Poeta en Nueva York. Y las partes en litigio –los herederos de Lorca y la demandada, Manuela Saavedra de Aldama– deberán sufragar, como paso intermedio del proceso, los costos y el seguro del manuscrito, que Christie’s valoró en 241 mil euros en el catálogo de subastas en noviembre de 1999. Quijano Baz señala que tuvo conocimiento que en marzo de 2000, con la intervención del Ministerio de Cultura y la Biblioteca Real de Madrid, “se llegó a una transacción con la señora Saavedra de Aldama y, así, los herederos adquirieron la plena titularidad y dominio del manuscrito a título sucesorio mortis causa. Y la señora Saavedra de Aldama recibió una compensación económica por la conservación del documento, con lo que se puso fin a toda posible controversia futura.

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