Trudeau, un mandatario 'gayfriendly”

viernes, 26 de agosto de 2016 · 08:04
MONTREAL (apro).- “El Estado nada tiene que hacer en las habitaciones de la nación”. La frase es de Pierre Elliot Trudeau, el primer ministro canadiense más importante del siglo XX. La pronunció en 1967, cuando siendo ministro de justicia apoyó la descriminalización de la homosexualidad en este país norteamericano. Su hijo, Justin Trudeau, piensa lo mismo y apunta más lejos. Una de la tarde del 14 de agosto en Montreal y va a comenzar en pocos minutos el desfile del orgullo gay, uno de los más célebres del continente. Se dice “gay” por tradición, aunque los organizadores insisten desde hace tiempo en que se le identifique como LGBT. Incluso este año se ha agregado a estas siglas la Q, para incluir a la gente que se define como “queer”. En los últimos momentos de la conferencia de prensa, donde han hablado los presidentes de honor del evento y los miembros del comité organizador, agentes del servicio secreto y de la policía de Montreal forman una valla para que el primer ministro de Canadá llegue al escenario sin contratiempos. Camisa aguamarina arremangada, pantalón blanco y zapatos deportivos luce Justin Trudeau en esa tarde de domingo. Toma la palabra y declara: “Hay que compartir el mensaje de que los derechos LGBTQ son derechos humanos que se deben respetar a través del planeta”. Trudeau no es el único político en esta cita. Denis Coderre, alcalde de Montreal, reparte saludos por doquier. Varios ministros federales portan gorras y sombreros. Philippe Couillard, primer ministro de Quebec, se pasea con su esposa. Diputados de partidos nacionales y provinciales intercambian puntos de vista en un ambiente alejado de la solemnidad. También están presentes los candidatos para dirigir al Partido Quebequense, la agrupación que lucha desde su fundación por la independencia de la provincia francófona. Un par de estos políticos ha reconocido públicamente su homosexualidad. El desfile marca el final del Festival Fierté Montréal. Se cumplen diez años de la fundación de este evento, aunque un comité denominado La brigade rose comenzó con este recorrido en 1979. Este año, Fierté Montréal ha propuesto un programa para un público variopinto: sonidos de DJs, presentaciones de cómicos, veladas literarias, sesiones de danza, degustaciones de comida, cursos de yoga, pláticas de salud sexual, espectáculos de cabaret, mesas de reflexión y fiestas en discotecas. La mayoría de estas actividades han tenido lugar en el barrio gay (“le village” para los montrealenses), uno de los rostros más representativos de la ciudad. Los organizadores calculan que hay más de 300 mil personas en el desfile, reflejo de que es una de las festividades más importantes en el calendario de Montreal. No sólo asisten miembros de la comunidad LGBTQ, también pululan individuos con otras identidades sexuales, además de nutridos grupos de turistas. Comienza el desfile y Trudeau camina empuñando un banderín con los colores del arcoíris. Saluda y sonríe en todas direcciones. Ningún primer ministro en la historia había asistido anteriormente. En realidad, no es la primera vez que Trudeau participa en esta cita en Montreal, aunque lo hizo cuando era diputado. En su campaña para contender como primer ministro, prometió cambiar la nula relación que tuvo Harper durante nueve años con la comunidad LGBTQ. El mes pasado estuvo presente tanto en la marcha del orgullo gay de Toronto como en la de Vancouver (en esta última en compañía de su esposa e hijos). El compromiso de Trudeau va más allá de festivas caminatas. En mayo de este año presentó una propuesta de ley ante el parlamento para garantizar la protección de las personas trans en todo el país. La propuesta también incluye una reforma al código criminal con el fin de que se catalogue como crimen de odio cualquier ataque que tenga como motivo la identidad de género. Asimismo ha señalado que su gobierno está contemplando la opción de utilizar los términos “masculino”, “femenino” y “X” en documentos oficiales, tal y como ya sucede en Australia, Nueva Zelanda y Nepal. De igual modo está valorando ofrecer una disculpa pública de parte de diversas instituciones gubernamentales para las personas que, décadas atrás, perdieron sus puestos de trabajo debido a su orientación sexual. Trudeau continúa su caminata rodeado de políticos y de personalidades de la comunidad LGBTQ. Una de ellas es Michelle Blanc, famosa bloguera en Canadá y con una sólida reputación en la esfera del marketing digital. Michelle fue Michel durante 45 años. Acaba de cumplir 15 como transexual. “La gente piensa que exigimos derechos específicos, pero luchamos para que se nos trate como a todo el mundo. No queremos más ni menos”, comenta. A la descriminalización de la homosexualidad en Canadá en 1967 se le sumó la anulación en 1977 del veto para ingresar a su suelo a toda persona que manifestara públicamente tal condición. En 2005, Canadá reconoció el matrimonio entre personas del mismo sexo (tercer país en hacerlo, detrás de Holanda y Bélgica). A finales de los años noventa, algunas provincias ya autorizaban la adopción a parejas homosexuales y, también desde 2005, la ley entró en vigor en todo el territorio canadiense. “Estamos conscientes de los grandes logros que hemos conseguido, a diferencia de lo que desgraciadamente pasa en otras partes”, comenta Sonia Latraille. Se define como lesbiana y labora en un hospital como enfermera desde hace dos décadas. “Pero hay cosas que deben cambiar, como el acoso en algunos centros de trabajo. También hay intolerancia en pequeñas poblaciones”, agrega. Mister Leather 2016 está de acuerdo con los avances de la comunidad LGBTQ en Canadá. En realidad se llama Christian Généreux y se hizo acreedor al título que convocan los clubes locales que gustan del látex, el cuero negro y otros fetiches más. “Celebramos esta fiesta con mucho orgullo, pero no nos olvidamos de los 73 países donde se criminaliza aún la homosexualidad”, opina. Lo dijo Trudeau, al igual que Latraille, Mister Leather, el alcalde y los organizadores del festival: es una reunión para compartir alegrías y para apoyar una lucha global. El ataque al bar gay de Orlando que dejó 50 muertos semanas atrás no pasa desapercibido. Cuando el reloj marca las 14:30, el desfile hace una pausa de un minuto para recordar en silencio a las víctimas. Hay puños en alto, mensajes en pancartas, miradas que asoman tristeza y un primer ministro que permanece pensativo. Héctor Gómez es un colombiano con 16 años en Canadá, ya que quería vivir libremente sin sentirse juzgado por la sociedad donde nació. Tardó poco tiempo en implicarse en diversas causas dentro de la comunidad gay de la provincia de Quebec. Primero participó en un grupo de acogida para homosexuales recién llegados a Montreal –como residentes permanentes o refugiados--, a modo de ofrecerles pláticas sobre salud sexual, apoyo sicológico y actividades culturales. Después creó un proyecto similar para hispanohablantes. Comenta que casi todos comparten el mismo historial: violencia física, acoso en escuelas y oficinas, rechazo familiar. Gómez es una figura muy respetada en la ciudad. Es uno de los presidentes de honor del desfile de este año. Trabaja actualmente en RÉZO, un organismo montrealense enfocado en la prevención de enfermedades de transmisión sexual. Cuenta que hay avances, pero recuerda la ola mortífera de VIH que golpeó con furia hace algunas décadas. Afirma que no hay que bajar la guardia. Ya van dos kilómetros de desfile y Justin Trudeau sigue sonriendo y saludando. Los asistentes al desfile no dejan de expresarle muestras de admiración. La nueva trudeaumanía navega a todo vapor. A todo vapor, pero no en todos los lagos canadienses, sobre todo cuando Trudeau tripula un barco con la bandera del arcoíris. En la cita en Montreal no se ha presentado un solo miembro del Partido Conservador (en cambio en Toronto, el alcalde que porta esa camiseta sí participó en el desfile). Los miembros de la agrupación política de Harper amagaron durante años con echar atrás conquistas históricas de la comunidad LGBTQ. Al final no modificaron ley alguna, pero sí guardaron un silencio que molestó a muchos ciudadanos. Una encuesta del Centro de Investigaciones Pew publicada en 2014 arrojó que 80% de los canadienses acepta la homosexualidad. Quienes sí han criticado directamente a Trudeau son algunos colectivos de la derecha. El pasado 1 de junio, el primer ministro pidió izar la bandera LGTBQ frente al parlamento, como una muestra más del cambio de dirección de su administración respecto de la anterior. Horas después Gwen Landolt, fundadora de la organización Real Women of Canada, declaró lo siguiente: “Justin Trudeau no comprende que es el primer ministro canadiense y no el primer ministro de los homosexuales”. Asimismo, el grupo Campaign Life Coalition manifestó que Trudeau y el gobierno liberal harán todo lo que puedan para calmar las presiones del “lobby gay”. Trudeau sigue caminando por el bulevar René Lévesque. Saluda, sonríe y, de vez en cuando, intercambia palabras con el alcalde. Unos jóvenes exhiben una pancarta a pocos metros que dice: “Justin: gracias por estar hoy aquí”. Minutos después, un bigotón le grita: “Saludos a tus hijos. ¿Cómo están?”. El primer ministro responde que muy bien. ¿Qué más podría hacer Justin Trudeau para ayudar a los miembros de la comunidad LGTBQ? Algunos documentos en la red y declaraciones en los diarios brindan pistas: financiar más a organismos que trabajan fuera de las grandes ciudades, apoyar a personas de la tercera edad de dicha comunidad, terminar con la venta de armamento a Arabia Saudita –donde los homosexuales viven un infierno--. Héctor Gómez responde a esta interrogante: “Siempre se puede hacer más, pero hay que valorar que Trudeau ha hecho mucho en muy poco tiempo”. De repente, agentes federales y policías de Montreal abren camino para que Trudeau pueda salir del desfile por una pequeña calle. Sin embargo, el evento está lejos de terminar. Hay un conjunto de veinteañeros vestidos de superhéroes, un camión que dispara confeti traslada a un grupo de fisiculturistas, drag queens con altísimos tacones bailan sin caer al piso, los bears muestran vello y barriga, una decena de personas luce camisetas donde indican que militan por el poliamor, los redactores de la revista gay más famosa de la ciudad reparten ejemplares y, sin hacer pausas, bandas de percusiones y de instrumentos de viento deleitan al público. También aparecen carros alegóricos de las grandes compañías de Montreal, mientras que un colosal globo azul de la pastilla que exorciza la disfunción eréctil avanza entre la multitud (la marca patrocina el evento, al igual que el gobierno federal, la administración municipal y la oficina de turismo de Quebec). Organismos de asistencia social y dependencias públicas desfilan en animados contingentes. Una patrulla decorada con papelitos muestra que la policía también viene a marchar (la misma institución que apenas hace unas décadas realizaba violentos operativos en bares del barrio gay). Aunque lo más sorprendente es el ejército de voluntarios que colaboran para que este evento sea todo un éxito. Son jóvenes en su mayoría, crecidos en un país diverso y en sintonía con los nuevos tiempos.

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