Cisma en el Ejército tras la matanza del 2 de octubre

martes, 4 de octubre de 2016 · 10:47
Durante casi una década el reportero Juan Veledíaz consultó diversos archivos de la Secretaría de Gobernación y de la Sedena para conocer la actuación de los altos mandos del Ejército implicados en la matanza estudiantil del 2 de octubre de 1968. También tuvo acceso a documentos desclasificados, y todo este material lo incluye en su libro de título tentativo Jinetes de Tlatelolco. Marcelino García Barragán y otros retratos del Ejército mexicano, que publicará Ediciones Proceso. La obra dibuja de cuerpo entero al general Marcelino García Barragán, personaje clave para conocer los entretelones del sistema político mexicano. Proceso adelanta el capítulo IX del volumen de próxima aparición. CIUDAD DE MÉXICO (Proceso).- Un espacio en blanco en la hoja de servicios del general Mario Ballesteros Prieto, donde Marcelino García Barragán escribía cada año sus observaciones sobre su ­desempeño, era una rendija donde asomaba un choque al más alto nivel ocurrido al interior de la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena) tras el 2 de octubre de 1968. Una pista la recogió el Departamento de Defensa estadunidense cuando registró parte de lo que ocurrió en las semanas posteriores a la matanza estudiantil. En diciembre de ese año Ballesteros fue relevado de la jefatura del Estado Mayor de la Defensa (EMD). García Barragán colocó en su lugar al general Félix Galván López, su secretario particular. Era una de las explicaciones a ese hueco en su expediente. El cambio se hizo mientras reportes de inteligencia militar de Estados Unidos fechados en enero de 1969 apuntaban como hipótesis que la “indisciplina de dos generales” había sido causante de la matanza de Tlatelolco. Los documentos datan de las semanas en que García Barragán había hecho una investigación interna de lo ocurrido, luego de la intervención militar en el mitin estudiantil que terminó en tragedia. El cambio más importante fue el relevo de Ballesteros como jefe del EMD. Se lo pidió don Marcelino al presidente. El movimiento ocurrió días después de que Gustavo Díaz Ordaz lo ascendiera a general de brigada. La razón por la que Ballesteros fue relevado como jefe de EMD, decía el Pentágono, “fue que él, junto con el general de brigada Luis Gutiérrez Oropeza, había estado dando contraórdenes o fallando en la interpretación correcta de las órdenes del general García Barragán. Además, ambos generales habían hecho cambios de personal y designaciones sin la autorización del secretario de la Defensa”. Luis Gutiérrez Oropeza, jefe del Estado Mayor Presidencial (EMP), y el general Ballesteros tenían trayectorias completamente opuestas en el Ejército. En 1968 llevaban cuatro años de conocerse y tratarse. El primero había hecho su carrera como ayudante de políticos en el PRI y en Gobernación; el segundo era un oficial de caballería, calado en combate en los años treinta, reconocido tiempo después por su preparación académica y su papel como representante del país en negociaciones de alto nivel en materia de defensa. Además era viejo conocido de don Marcelino; estuvo bajo su mando cuando ambos salvaron la vida durante una emboscada en la Guerra Cristera. El jefe del EMP desde el inicio del sexenio de Díaz Ordaz era persona non grata para el general García Barragán. Según los informes, él y Ballesteros Prieto “habían caído de la gracia” del titular de la Sedena. Con Gutiérrez Oropeza las pruebas de su intervención en la masacre aparecerían tiempo después; con Ballesteros lo que surgió fueron visos de la pugna que como jefe del EMD mantuvo con el general Galván López y que hizo crisis después del 2 de octubre del 68. Del análisis de los documentos de la Operación Galeana, como se llamó al despliegue militar en Tlatelolco, Carlos Montemayor señaló que el general Ballesteros no aparecía “en ningún pasaje del parte militar del general Crisóforo Mazón Pineda del 2 de octubre de 1968 ni en los documentos del general García Barragán”. El dato lo compara con el informe del Pentágono, lo que “quizás constituye una prueba más del manejo parcial de las “revelaciones” de los estadunidenses. ¿Quién era la fuente o las fuentes de la Agencia de Inteligencia de Defensa (DIA) estadunidense? Diversos militares consultados durante el transcurso de los años apuntaban como hipótesis a quien encabezó la secretaría particular de García Barragán. Ballesteros vivió una “grilla” auspiciada en su contra por Javier García Paniagua, hijo de don Marcelino, en mancuerna con el general Galván López. Lo veían ajeno al grupo que tenía el control de las oficinas aledañas a las del secretario. Tenían recelo porque Díaz Ordaz lo estimaba mucho, habían estudiado primaria y secundaria juntos. Envidiaban su preparación militar, demostrada en 1965, cuando presentó el plan de auxilio a la población civil, conocido como Plan DN-III, de su autoría. Un oficial del Estado Mayor de aquella época recordó que cuando el presidente visitaba el edificio de la Defensa, al momento en que se formaba una comitiva para acompañarlo se procuraba que no estuviera el general Ballesteros. Le hacían “burbuja”, no le avisaban. –Ahí salúdeme mucho al general Ballesteros –le decía Díaz Ordaz al general García Barragán cuando se despedía de mano en la planta baja del edificio. Ballesteros también tuvo fuertes diferencias durante el conflicto estudiantil con el jefe de inteligencia militar, el coronel Alonso Aguirre Ramos. Ambos habían pasado en diferentes momentos por la agregaduría en Washington, la Junta Interamericana de Defensa y en la sección quinta –planes– del EMD. Pese a ello, coincidió con Galván López en su animadversión contra el general. “El jefe de la sección segunda, Aguirre Ramos, trabajaba para cualquiera, menos para Ballesteros. Se odiaban. Se tendía de tapete con don Marcelino”, comentaba el general de división retirado Enrique Pérez Casas, quien fue secretario particular de Ballesteros. “Los dos (Galván López y Aguirre Ramos) querían deshacerse de Ballesteros.” En diciembre de 1968, Ballesteros fue nombrado comandante de la 11 Zona Militar de Zacatecas, donde sólo estuvo un mes. En enero de 1969, fue enviado de agregado militar a la embajada de México en Ottawa, Canadá, donde le tocaría el cambio de sexenio. uuu Aun con los desencuentros entre García Barragán y el general Ballesteros tras el 2 de octubre, y los reportes del Pentágono sobre lo que ocurrió al interior de la Sedena, el afecto y respeto entre ambos no desapareció. García Barragán tenía claro que una cosa era Gutiérrez Oropeza, y otra muy diferente Ballesteros. En una carta del 25 de septiembre de 1970, don Marcelino agradecía al general Ballesteros las observaciones y apreciaciones sobre un escrito del día 12 que le había enviado. En tres párrafos redactados en un tono cálido, cercano, le pedía que transmitiera sus saludos y mejores deseos de su esposa y familia a la suya, “aunando mis respetos”. Se despedía como su “compañero y amigo”. Ballesteros pasó unos días muy difíciles en el verano de 1968. Su familia lo notaba tenso, andaba muy preocupado. Se ausentó cerca de dos meses, dejó de ir a su casa, no salía de sus oficinas. “Dejamos de verlo. Sólo venía a bañarse, la situación fue muy dura. Vinieron a apedrear la casa. Fue la única vez que hemos tenido vigilancia militar. Eso lo tenía muy tenso. No podía estar aquí; tenía que estar en la Defensa. Fueron días muy fuertes”, recordaba un familiar. Andaba en un vaivén, primero dominado por el mal humor; después se animó mucho. Hubo una invitación del general García Barragán a cenar, para despedirlo junto a toda su familia antes de que se fuera a la agregaduría a Canadá. “Eso sí nunca se me va a olvidar. Ahí le rogó que se quedara en la secretaría. Y ya no quiso.” Don Marcelino le dijo que no se fuera, pero la decisión estaba tomada, sobre todo porque su familia lo había convencido. Atrás quedaba el problema entre ambos, que no era precisamente por lo del 68. “Fue un enfrentamiento, un problema ahí con Barragán, después del 68, ni por el 68 ni por nada. Fue por su hijito, que se sentía iba para presidente. Javier quería que todo militar estuviera con el PRI. Pero mi papá nunca fue político. Ahí hubo una diferencia entre el general Barragán y mi papá, por Javier.” –Pues entonces te vas –le dijo don Marcelino. –No, no me voy. Yo pido irme –respondió Ballesteros en aquella discusión. La confianza y respeto entre Ballesteros y García Barragán parecía estar más allá de lo ocurrido en Tlatelolco. El general Pérez Casas recordaba que mientras Ballesteros estuvo al frente del EMD, llegó a tener problemas serios con don Marcelino, pero eran derechos. “Todo lo hablaban directo. Se hablaban de frente. Y Ballesteros lo respetaba mucho”. Los documentos desclasificados del Departamento de Defensa no profundizan sobre el papel del general Gutiérrez Oropeza, quien quedaría señalado por García Barragán como el orquestador del ataque con francotiradores del EMP apostados en los edificios que rodean la plaza, y que dio inicio a la masacre de Tlatelolco. uuu A Luis Gutiérrez Oropeza lo conocían en el Ejército como El Poblano. Era un hombre al que se le recordaba porque en las semanas posteriores al 2 de octubre ordenó destruir documentación relacionada con la matanza. Tres décadas después, durante una charla inédita hasta hoy, el exjefe del EMP contó por primera vez cómo fue su relación en aquellos días con Echeverría. Habló de una purga militar que sucedió en los primeros años del sexenio con Hermenegildo Cuenca Díaz como secretario de la Defensa, y de los recordatorios sobre su responsabilidad en el 68 que hizo al presidente de la República. Su testimonio quedó recogido en una charla con familiares del general Ballesteros. “Sacaron un montón de militares (del país), una serie de calumnias en contra de los más destacados generales, a quienes obligó a pedir su baja. Se les sacaba del país bajo el pretexto de ser designados embajadores o agregados militares. En realidad fue el proceso de descabezamiento del Ejército mexicano. Tu papá se fue dolido, se fue amargado –decía El Poblano al hijo de Ballesteros–, y ese sentimiento originó su muerte. “Por eso a mí me sacaron y me mandaron de embajador, porque yo le sé muchas cosas a Echeverría y aquí están (dice mientras golpea un fólder que contiene sus escritos). […] Cuenca era de la misma promoción que tu papá, pero tenía fama de pendejo. Le decían Otocuencazo, sí. Entonces, como en esos días estaba la cuestión de (el golpe militar contra el presidente de Chile, Salvador) Allende […] a sacar a todos los militares. Que yo me podía levantar en armas –decían–; por eso me sacaron a mí también. Ahí fue donde aprovecharon para sacar a tu papá.” Gutiérrez Oropeza se refería a los dimes y diretes que a principios de 1973 originaron la salida de Ballesteros del país. Lo mandaron a Santiago de Chile de agregado militar, donde murió en febrero de un paro cardiaco. El coronel Manuel Díaz Escobar, el jefe de Los Halcones, fue su relevo. A él le tocó en septiembre de aquel año el golpe militar que derrocó a Allende. En aquella plática Gutiérrez Oropeza sacó un manuscrito y comenzó a leer; parecían apuntes de unas memorias. Una parte era un resumen de sus acuerdos con el presidente Díaz Ordaz, donde mencionó la creación de un grupo paramilitar que Echeverría hizo transexenal: Los Halcones. “A finales de 1969 se inauguró el Sistema de Transporte Colectivo Metro. Inmediatamente, en forma sistemática, se empezó a detectar que los asientos de los carros de pasajeros eran destruidos (actos de vandalismo), sintiéndose que actos de terrorismo podrían empezar a iniciarse, máxime que estaba en puerta el Campeonato Mundial (de Futbol México) 1970 y que se crearía una imagen de nuevo negativa, como en octubre de 1968. “Se previó que los problemas a crear por el incipiente terrorismo que se presentaría serían colocar bombas en el mecanismo de extracción de las aguas negras del sistema profundo de desagüe, problema local; volar torres de conducción de energía de alta tensión, problemas locales… Ya se habían localizado, pero eran bombas de fabricación casera. [….] Colocar bombas en embajadas de países extranjeros en la capital, problemas con otros países. Todo lo anterior crearía nuevamente un ambiente negativo contra México semejante a lo ocurrido en 68 y que intereses extranjeros y locales tendrían orquestado para dañar al país. “Prevenciones: al hacer acto de presencia en forma plena dichos problemas, no sería conveniente la presencia de elementos del Ejército, porque con ellos se aumentarían los enfoques negativos contra dicha institución, por lo que el jefe del EMP Luis Gutiérrez Oropeza propuso al presidente Gustavo Díaz Ordaz crear un cuerpo paramilitar que respondiera a los problemas que se presentasen; que dicho cuerpo se creara con el conocimiento del secretario de la Defensa Nacional; del general Benjamín Reyes, jefe de la I Zona Militar, quien proporcionaría jefes, oficiales y las clases del Ejército para capacitar al personal. “Recuerdo entre ellos al entonces mayor Francisco Soto Solís, hoy en día general; el secretario de Gobernación, por su función de política interna, representado por el director de la DFS, Fernando Gutiérrez Barrios; el DDF, por ser dentro del área de su administración en el campo de los problemas, representado por el coronel Manuel Díaz Escobar, hoy en día general. “Organización. Lugar donde se les capacitaría: Cuchilla del Tesoro, terrenos del DDF. Sostenimiento, nómina, transportes y medios, del DDF. Al terminar el gobierno del presidente Díaz Ordaz y ya efectuado el campeonato (de futbol) 1970, el nuevo presidente Luis Echeverría Álvarez pudo haber ordenado suprimir dicho cuerpo. ¿Por qué no lo hizo? “Todo lo anterior era del conocimiento del entonces general comandante del I Batallón de Guardias Presidenciales, Jesús Castañeda Gutiérrez, El Dientón, quien luego fue jefe del EMP con el licenciado Echeverría. Pero de acuerdo a la forma maquiavélica de actuar del presidente Echeverría, se conservó a fin de utilizarlo en su oportunidad para eliminar al señor Alfonso Martínez Domínguez como jefe del DDF, quien le hacía sombra en el aspecto político, porque como había sido presidente del PRI había apadrinado cuando menos a 50% de los gobernadores en función y a los diputados y senadores en turno. “Además había recorrido todo el país encabezando actos políticos de marcado oficio político, en contraste con Echeverría, quien nunca tuvo un puesto político y se podría decir que desconocía el país donde también lo desconocían. Este cuerpo fue creado para resolver los problemas que se le presentaran a la nación. El presidente Luis Echeverría lo utilizó para su beneficio personal, de claro fondo político. “Mira, dicen en la vida: ‘Al enemigo, puente de plata’. En política piden: ‘Al enemigo no lo sueltes de la corbata’. Él lo acepta, por eso le dio el Departamento del Distrito Federal, y al presentarse la ocasión de junio (de 1971) –es decir, Alfonso Martínez Domínguez no sabía ni de Los Halcones, para acabar, porque no los había formado ni nada; siguieron manejándose por conducto del EMP, como yo lo manejaba–, los agarró para darle en la madre a Alfonso. A mí no me soltó de la corbata. Me dieron la industria militar, y nombraron a este coronel Manuel Díaz Escobar (jefe de Los Halcones) agregado militar en Chile. “Un día fui a acuerdo con el presidente Echeverría. Le dije: “–Señor, quisiera yo tratar un asunto fuera de lo de industria militar. “–¿Cuál es? –preguntó. “–Lo del coronel Díaz Escobar. Hay que protegerlo, porque si las aguas lo rebasan, me llegan a mí; pero si las aguas me llegan a mí, no le van a llegar a Díaz Ordaz; le llegarán a usted, porque usted era el secretario de Gobernación. Ahí creo que estuvo mi error, de que decía que yo ahí no lo sabía.” Gutiérrez Oropeza aseguró que tiempo después Echeverría le pidió un favor. “Me dijo que lo ayudara, que me fuera del país… ‘Hay dos lugares donde usted puede servir, que es Italia y Portugal –me dijo–. Hay cierta similitud en la forma de hablar’… Me fui a Portugal. Vi a Díaz Ordaz antes y me dijo: ‘Si fuera usted civil, yo le diría que no se fuera y yo lo apoyo, pero usted es militar. Tiene que ir a cumplir. ¡Vaya! Estese un tiempo regular y luego enférmese y se regresa’. “Hice eso, pero me traían cortito: el teléfono intervenido, vigilaban aquí la entrada. Y me dijo Díaz Ordaz: ‘Usted tiene la culpa. ¿No quiere que le peguen? Bájese del ring, pida su baja’. ¿Qué perdí?… No llegué a general de división.”

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