'Sangre de mi sangre”, un intenso western urbano

viernes, 7 de octubre de 2016 · 17:49
MONTERREY, NL (apro).- En Sangre de mi sangre (Blood Father) Mel Gibson es un rudo exconvicto que lleva una vida solitaria y miserable, pero apacible. Ocupa una casa rodante y se dedica a elaborar tatuajes. Lleva años buscando a su hija desaparecida, lo único que tiene. Hasta que un día, una llamada telefónica de la chica altera lo que era su mundo de quietud y lo empuja hacia un rally de violencia y sangre. Paradójicamente, la presencia de ella hace que pierda la poca humanidad que tenía, aunque lo convierte en mejor persona, el padre atento que nunca fue. Jean-Francois Richet presenta una película pequeña y corta, con apenas 88 minutos de duración y modesta de producción. Pero como un intenso western urbano, está cargada intensidad y emociones. Basada en la novela de Peter Craig la historia es apretada y sencilla. No tiene sofisticaciones temáticas mayores, pero contiene sorpresivos giros. Gibson, con aspecto avejentado y desagradable, ofrece una gran interpretación de antihéroe, como el tipo que alguna vez fue muy malo y que ahora, con ayuda de un amigo sincero, ha conseguido enderezar el rumbo. No ha probado una copa en años, está alejado de las tentaciones y vive prácticamente como un monje. Sin embargo, nunca desaprendió las malas costumbres, ni el manejo de las armas. Las circunstancias lo obligan a emplear sus talentos criminales, y es a través de la violencia donde encuentra redención. Jalando del gatillo se convierte en buen hombre. No puede haber misión más noble en la tierra que proteger a una hija de una partida de soldados de la mafia que quieren eliminarla. Los pistoleros que los persiguen son fauna nociva y quieren colocar sus sucias manos sobre su hija, menor de edad, amante de un narco, pero que, pese a todo es convertida en un objeto de pureza por su progenitor, pues quien pretenda mancillarla recibe un tiro en el pecho. Juntos, se convierten en forajidos dentro un universo sádico, lleno de forajidos. El viaje que emprende con la chica es hacia el infierno. Pero sabe que a ese lugar pertenece. Salió a la superficie un tiempo y se desintoxicó de la maldad, pero tuvo que regresar a las tinieblas, donde está su verdadero destino. Además, los acontecimientos ocurren en el desierto, entre México y Estados Unidos, el paraíso de la anarquía, que se rige con sus propias leyes y donde abundan los estrafalarios y siniestros matones mexicanos, marcados hasta en el rostro con tatuajes característicos de la pandilla. Entre los gamberros se encuentra Diego Luna, que ofrece otra de sus grandes actuaciones como el inescrupuloso junior que desesperadamente debe encontrar a la chica y a su padre. Discursivamente, la cinta ofrece una perspectiva interesante del submundo de los delincuentes, donde la existencia está de cabeza. Lo que es malo para los demás, es la vida para los maleantes. En ese ambiente donde termina de degradarse, encuentra que todo es ponzoña. Hay personas que viven en la marginalidad, dentro de la ley, pero con alma infectada por el virus de la maldad. Para ellos, los buenos son tontos, los revolucionarios son mercancía adquirida por el gobierno. Su perspectiva del mundo luminoso es torcida y pesimista porque, en el fondo de su corazón, quieren acceder a él, pero no pueden. Richet salpica de sangre todo el camino. Gibson muestra una estupenda forma para la acción, en un papel muy similar al de Atrapen al gringo. Le sienta mejor caminar ante la cámara con una pistola escuadra, que llorar por los rincones, cuando le da por hacer dramas. Sangre de mi sangre es una buena película de violencia y redención.

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