Emergen las identidades entre cadáveres calcinados en campos de exterminio del narco

jueves, 3 de noviembre de 2016 · 10:04
MONTERREY, NL (apro).- Juan Carlos Treviño Hernández, de 26 años de edad, se encontraba a unos pasos de llegar a su domicilio cuando fue privado de su libertad por un grupo del crimen organizado. Durante más de cuatro años estuvo reportado como “desaparecido”. Para finales del año pasado se localizaron en el rancho Las Abejas más de 31 mil restos óseos calcinados y entre los que mantenían algo de ADN se logró identificar a 42 personas, uno era Juan Carlos. La Procuraduría de Justicia de Nuevo León ha logrado ubicar al menos cinco extensos y apartados terrenos que fueron utilizados como “campo de exterminio”, donde los grupos del crimen organizado incineraron cientos de cuerpos. El rancho Las Abejas se ubica en el Municipio de Salinas Victoria, a unos 30 kilómetros al norponiente de la zona metropolitana de Monterrey y a pesar de la gran cantidad de restos que ahí se descubrieron no es el “campo de exterminio” más grande del estado. El mayor, donde aún continúan trabajando peritos forenses para localizar a más víctimas, está en el municipio rural de García, el poblado que administró Jaime Rodríguez Calderón antes de ser gobernador. Otros dos terrenos que fueron utilizados para incinerar cuerpos se localizaron en la comunidad de Santa Ana del municipio metropolitano de Benito Juárez. Uno más en Sabinas, poblado ubicado a menos de 100 kilómetros al sur de la frontera con Estados Unidos, a donde los Zetas trasladaron a algunas de sus víctimas privadas de su libertad en Nuevo Laredo para “cocinarlas” en un narcorancho. En todos los predios fueron encontradas evidencia de que se quemaron decenas de cuerpos en “piras”, incluso mayores a las que según la autoridad federal se hicieron en Ayotzinapa. También se hallaron barriles o “tambos” de 200 litros a los que se les perforaban pequeños hoyos en la parte media, para que hicieran el “efecto soplete” cuando se estaba incinerando los cadáveres. En una gran extensión del rancho Las Abejas los peritos estuvieron trabajando durante cuatro meses para recuperar los 31 mil huesos semicalcinados, informó a Apro un oficial del grupo especializado en buscar personas desaparecidas, de quien se omiten sus datos para su protección. Para arribar al sitio hay que salir de la zona metropolitana y recorrer unos 25 kilómetros en una angosta carretera con destino a Salinas Victoria. Posteriormente, hay que entrar y recorrer unos cuatro kilómetros por una polvorosa y estrecha “brecha” cuyo único paisaje que se observa es la escasa yerba y la fauna del desierto el Noreste. El pasado sábado 29 de octubre familias con personas desaparecidas organizadas en FUNDENL realizaron una misa en homenaje a las víctimas en la entrada del rancho Las Abejas, predio que se encuentra asegurado por la Procuraduría estatal. Las familias recibieron un mensaje de solidaridad del Obispo Raúl Vera que fue leído durante la homilía: “!Hay de nosotros! El día que nos volvamos indolentes ante el sufrimiento de ustedes y de sus familias, porque ese día dejaremos de ser seres humanos. “Pido a Dios que nunca se apague la luz que personas como ustedes están encendiendo, porque es la luz de la esperanza que surge de la fortaleza de su amor”. Los familiares de Juan Carlos Treviño contaron que fue “levantado” afuera de su domicilio el 23 de abril del 2011, junto con seis jóvenes más. Camionetas que transportaban hombres armados cerraron la calle donde se ubicaba su casa, la Privada Xicoténcatl. El joven se desempeñaba como responsable de instalar la plomería en las construcciones, oficio que aprendió de su familia. La tarde del 23 de abril regresaba de su trabajo cuando los pistoleros arribaron a la céntrica colonia 10 de Marzo, un predio que perteneció a Ferrocarriles Nacionales y que a principios de los años 80 fue invadido por los actuales colonos. Días antes, miembros del grupo delincuencial los Zetas habían “levantado” a otros 10 jóvenes en esa misma colonia. Desde esa época ya nada se supo de esos 17 hombres que pasaron a formar parte de las estadísticas que arrojan unos 3 mil desaparecidos en Nuevo León, la mayoría durante el período en que la industriosa ciudad de Monterrey sufrió lo más agudo de la “narcoguerra” entre el Cártel del Golfo y los Zetas, la cual comenzó “oficialmente” en marzo del 2010. Se conoció el paradero de Juan Carlos hasta que los criminales confesaron sobre el “campo de exterminio” de “Las Abejas”, ahí aparecieron sus restos y los de tres jóvenes más que fueron levantados en la Colonia 10 de Marzo. En ese predio y en los otro cuatro usados por los Zetas para desaparecer a sus víctimas, los criminales introducían en los barriles los cadáveres cubiertos de aceites lubricantes, luego les vertían gasolina y mantenían el fuego durante varias horas. La Procuraduría General de Justicia de Nuevo León negó la petición de Apro para que informara sobre las cifras de restos óseos descubiertos en los cinco “campos de exterminio Zetas”, pero fuentes extraoficiales han filtrado que podrían alcanzar los 250 mil. El problema al que ahora se enfrentan las familias que buscan a sus hermanos, padres e hijos es que la gran mayoría de esos restos quedaron incinerados al grado que resulta imposible sacar muestras de ADN para compararlos con sus perfiles genéticos, lo que incrementa su incertidumbre y agudiza su tragedia. La última persona que fue identificada entre los restos descubiertos en Las Abejas es Alejandro Guadalupe Zamora, un policía municipal de Apodaca quien fue “levantado” junto con otros dos compañeros por agentes de Tránsito del municipio de Juárez, durante los últimos días de abril del 2011. Debido a la participación de policías corruptos al servicio de la delincuencia organizada, ese delito ahora entra en la categoría de “desaparición forzada”, lo que implica al gobierno en esos crímenes. Cuando estaban detenidos en las celdas municipales de Juárez, sus captores les permitieron a los detenidos que llamaran al titular de la corporación de Apodaca para que fuera a “negociar su liberación”. Milton Alvarado Rojas, jefe policiaco, se dirigió a Juárez en dos patrullas junto con siete policías que lo escoltaban. Los agentes de Tránsito le habían indicado que lo esperarían en un apartado terreno. La información de la Procuraduría sobre ese hecho describe que cuando arribaron ya lo esperaban un nutrido grupo de pistoleros Zetas que los emboscaron y acribillaron a bordo de las patrullas. Acto seguido rociaron con gasolina ambos vehículos. Las estructuras calcinadas de las patrullas fueron trasladadas a un taller donde los comprimieron en un sólido bloque, para finalmente venderlo como chatarra a una siderúrgica. En diciembre de 2012, la Agencia Estatal de Investigaciones capturó a los agentes de Tránsito que confesaron que el capo Édgar Adrián Zavala Bravo, jefe de la plaza de Juárez para los Zetas, había perpetrado -con otros cómplices- al menos 50 ejecuciones, entre otras la del jefe policiaco Milton Alvarado y sus escoltas. Los once cuerpos de los policías fueron llevados al predio de Las Abejas para desaparecerlos en “piras” o en los barriles. Los restos de 10 fueron identificados entre los 31 mil huesos, por lo cual es presumible que el policía que continúa desaparecido también esté entre ellos.

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