Un largo adiós a Naranjo

sábado, 12 de noviembre de 2016 · 20:01
El viernes 11, poco antes de la medianoche, murió el querido Rogelio Naranjo, el punzante e infatigable caricaturista que retrató al poder en todas sus formas durante medio siglo. Sus trabajos quedaron plasmados en las páginas de Proceso y en otros diarios y revistas. En sus finos trazos el artista michoacano oriundo de Peribán supo capturar la muerte en múltiples ocasiones y nunca se amilanó ante ella. Sabía que, al final, ésta lo vencería, Y así pasó el viernes 11, cuando simplemente se fue. Un largo adiós a Rogelio Naranjo. CIUDAD DE MÉXICO (Proceso).- Rogelio Naranjo nació el 3 de diciembre de 1937 en Peribán, un pueblo michoacano cercano al volcán Paricutín. Fue hijo de una mujer muy religiosa que lo educó en el catolicismo, religión que luego él abandonaría. Su padre fue un hombre que ejercía múltiples oficios y al que el mismo Naranjo recordaba de la siguiente manera: “Lo mismo era tendero que panadero, y cuando se necesitaba decorar la iglesia él se encargaba desde la pintura hasta los modelados en yeso dorados con hoja de oro”. Y heredó precisamente este talento de su padre para el dibujo, pues desde chico, ya viviendo en Morelia, lo único que le interesaba era dibujar. Naranjo relató a Proceso esta etapa de su vida: “En Morelia fui un pésimo estudiante durante primaria y secundaria. Lo único que me interesaba era dibujar. La caricatura la hacía desde muy niño y la practiqué siempre”. Después decidió estudiar pintura en la Escuela de Bellas Artes de la Universidad Michoacana. Pero nunca se dedicó a la pintura, sino a la caricatura. Él mismo comentó el por qué: “Nunca pensé que iba a ser caricaturista cuando empecé, porque estaba estudiando artes plásticas. Pero me fue jalando la caricatura más y más y me olvidé de las artes plásticas. Dije, no, esto no sirve para nada. Una caricatura la ven a diario, si publicaba en un periódico, miles y miles de personas con las que yo me estoy comunicando. Además me pagan por eso. ¡Puedo vivir de eso! Me pareció muy bonito dedicarme a la caricatura”. Al concluir sus estudios en la Universidad Michoacana, Naranjo viajó a Veracruz, donde dio clases de artes pláticas en la universidad. Pero en 1967 los alumnos se sublevaron e intentaron destituirlo. Presentó su renuncia y viajó a la Ciudad de México. “Empezando el 68 me vine a México, a trabajar en una revista especializada en pesca, con Rodrigo Moya, el fotógrafo. Continué haciendo dibujos con aplicación a la pesca y a la navegación; también trabajé en el Museo Nacional de Antropología de Chapultepec, incluso hice una exposición”. Fragmento del reportaje que se publica en la edición 2089, ya en circulación.

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