Entre el peso del bloqueo y el modelo socialista

domingo, 18 de diciembre de 2016 · 12:13
A diferencia del legado que dejó en seguridad social, Fidel Castro heredó a su hermano Raúl una “gestión económica negativa”. Por supuesto, el bloqueo impuesto por Estados Unidos ha tenido un efecto muy adverso, pero la causa fundamental de los problemas económicos de Cuba ha sido su fallida política económica, considera el especialista Carmelo Mesa Lago. Señala que las reformas impulsadas por Raúl Castro tratan de corregir el rumbo, pero su aplicación es sumamente lenta y se enfrentan ahora a un inesperado factor adverso: el arribo a la Casa Blanca de Donald Trump. BOGOTÁ (Proceso).- El bloqueo económico que aplicó Estados Unidos a Cuba durante más de medio siglo no sólo ha sido rechazado 25 veces por la Asamblea General de la ONU, sino que la misma Casa Blanca acabó por aceptar que esa política “ha fracasado”. Así lo reconoció el presidente estadunidense Barack Obama hace dos años, cuando anunció el levantamiento gradual del embargo económico y comercial contra la isla y el restablecimiento de relaciones diplomáticas con el régimen cubano. Y así también lo proclamó durante décadas Fidel Castro, quien convirtió la política aislacionista de Estados Unidos en el atenuante perfecto, y hasta en la causa, de los limitados resultados del modelo de economía centralizada que implantó en la isla tras el triunfo de la Revolución Cubana, en 1959. El embargo, aplicado por Washington desde octubre de 1960 –en respuesta a las expropiaciones de propiedades de estadunidenses en la isla– y endurecido mediante leyes y decretos a través de los años, impidió a Cuba negociar no sólo con Estados Unidos sino con compañías de terceros países. En septiembre pasado el gobierno cubano estimó que el bloqueo le ha causado al país caribeño daños económicos por 125 mil 873 millones de dólares a precios corrientes de mercado. La cifra, avalada por cálculos de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), representa el doble del actual Producto Interno Bruto (PIB) de Cuba y ha constituido un freno y una “formidable barrera” para el desarrollo económico de la isla, según el propio organismo. El canciller cubano Bruno Rodríguez dijo en septiembre que su país no trata de esconder los errores internos que ha cometido en el manejo de la economía, “pero no debería subestimarse el alcance, el efecto de la aplicación del bloqueo, que es la causa principal de los problemas de nuestra economía, es el obstáculo principal para nuestro desarrollo”. Para el profesor Carmelo Mesa-Lago, especialista en economía cubana y autor de medio centenar de libros y ensayos sobre el tema, es indudable que el embargo ha tenido un efecto adverso, “pero la causa fundamental de los problemas económicos de Cuba ha sido una política basada en la centralización de casi toda la economía, en permanentes cambios de la estrategia de desarrollo y en la virtual eliminación del incentivo individual”. En entrevista con Proceso, Mesa-Lago explica que Cuba tuvo una enorme ayuda de la Unión Soviética –de unos 65 mil millones de dólares entre 1960 y 1990– y en los años recientes su PIB llegó a depender en 20% de su relación con Venezuela. “Pero a pesar de esta ayuda, Cuba no transformó su estructura productiva, no logró la autosuficiencia alimentaria ni genera suficientes exportaciones para pagar por sus importaciones”, señala el economista y abogado. El doctor en seguridad social de la Universidad de Cornell, exasesor de la Cepal y catedrático emérito de economía y estudios latinoamericanos de la Universidad de Pittsburgh, cree que, por ello, el legado económico de Fidel Castro “es negativo”. Señala que el líder de la revolución cubana, quien murió a los 90 años el pasado 25 de noviembre, dejó un balance positivo en varios rubros –defensa de la soberanía, protagonismo de la isla en el escenario internacional y avances sociales–, pero “en términos económicos no ocurrió eso”. Los datos duros En su ensayo Balance económico-social de 50 años de revolución en Cuba (Universidad de Salamanca, 2009), el economista cubano-estadunidense –un keynesiano que cree en la intervención del Estado en la economía y quien siempre ha tomado distancia de las posturas ultraconservadoras del exilio cubano en Miami–, comparó 80 indicadores de la Cuba prerrevolucionaria con los de 2008, cuando Fidel Castro trasladó el poder a su hermano Raúl. Encontró que en 1958 el PIB por habitante en Cuba era el tercero más alto de la región (unos 356 dólares), sólo superado por Venezuela y Uruguay. En 1989, cuando comenzó el llamado “periodo especial” en la isla por la caída de la Unión Soviética, ese indicador se ubicó en 309 dólares, y para el bienio 2007-2008 había caído a 261 dólares y era menor en 27% al del año previo al triunfo de la revolución. Según datos de la Cepal, en 2005, último año que gobernó en su totalidad Fidel Castro, el PIB per cápita en Cuba era el décimo en América Latina. Hasta 2015 se mantenía en ese sitio. En su estudio, Mesa-Lago seleccionó 24 productos representativos de la minería, la industria y la agricultura para realizar una comparación. En casi la mitad de ellos la producción aumentó de manera sostenida hasta 1989 y luego descendió. En 14 de ellos, el nivel en 2007 estaba por debajo del de 1958, mientras que en 10 estaba por encima. “El desempeño fue muy diverso por sector: excelente en minería gracias a la inversión extranjera, malo en la industria, y pésimo en la agricultura”, concluye el economista. De un total de 12 productos agrícolas analizados por Mesa-Lago, ocho estaban en 2007 muy por debajo del nivel de 1957 y sólo cuatro por encima. La producción de tabaco en rama, café, frijoles, carne de res y de ave, leche, y el número de cabezas de ganado era, en términos relativos, entre 35% y 93% inferior a la de 1958. La histórica dependencia del azúcar como generador de divisas desapareció. La participación de ese producto en las exportaciones totales pasó de 81% a 5% en el periodo analizado. También el valor de las exportaciones de tabaco descendió 14%. En contraste, la participación de los minerales en las ventas externas, principalmente el níquel, pasó de 6% a 57%. El PIB cubano también sufrió modificaciones sustanciales en su conformación. Aunque no existen datos del bienio 1957-1958, Mesa-Lago encontró que entre 1989 y 2008 la participación de la agricultura y la industria en ese indicador cayó 61% y 46%, respectivamente, mientras que el sector servicios registró un salto de 54% en el periodo. Alimentos, talón de Aquiles Entre 1989 y 1993, el “periodo especial”, el PIB cubano acumuló un desplome de 41%, lo que golpeó los niveles de bienestar social que había alcanzado la isla caribeña y afectó en forma brutal la situación económica de las familias. La población pasó hambre como resultado de la caída de la producción agropecuaria. Esto se debió a la falta de insumos provenientes del bloque socialista, la cual también provocó un proceso de ­desindustrialización. En 2008 Cuba importó 84% de los alimentos de la canasta básica, a un costo de 2 mil 500 millones de dólares, y la importación de manufacturas había crecido 43% respecto a 1989 debido a la ­desindustrialización. Mesa-Lago señala que la profunda crisis que registró Cuba a partir de 1989 con la desintegración de la Unión Soviética obligó a Fidel Castro a emprender una serie de “tímidas reformas económicas” que abarcaron la ampliación de los trabajos por cuenta propia –como se conoce al incipiente sector privado de la isla–, la creación de los mercados libres agropecuarios y la llegada de inversión extranjera, principalmente al sector turístico. “Estas medidas fueron tomadas por Fidel para tratar de sacar a Cuba de la crisis tremenda en que estaba, pero nunca fue muy partidario de ellas. Cuando Hugo Chávez llegó al poder en Venezuela (1999) y empezó a ayudar a Cuba, esas reformas pasaron al olvido”, indica. Después de 2003 Venezuela no sólo se convirtió en el principal abastecedor de petróleo de Cuba, sino que la isla compraba ese hidrocarburo a precios preferenciales y lo pagaba con servicios de médicos y maestros que llegaron a convertirse en la columna vertebral de la política social del régimen chavista. La asistencia venezolana, que llegó a superar los 9 mil millones de dólares al año, hizo que Fidel volviera, a partir de 2004, al férreo modelo de centralización económica. “Una característica de Fidel –asegura Mesa-Lago– es que nunca tuvo una sola política económica, sino que hizo al menos siete cambios entre 1960 y 2006, cuando dejó el poder.” En contraste con la “negativa gestión económica”, Mesa-Lago destaca que el legado social de Fidel Castro es “mayoritariamente positiva, a pesar de que muchos indicadores cayeron de manera pronunciada durante el periodo especial y de que, a pesar de su recuperación, muchos de ellos no han vuelto todavía a los niveles de 1989”. Con Fidel, Cuba redujo notablemente las enormes brechas sociales que había entre el campo y la ciudad antes de la revolución y expandió los sistemas públicos gratuitos de educación y salud. “Cuba tiene probablemente la población más educada en la región, pero la cuantiosa inversión en recursos humanos se pierde, en parte, debido a las bajas remuneraciones y falta de incentivos”, señala el economista. De los indicadores económicos internos analizados por Mesa-Lago, 63% sufrieron deterioros entre 1957 y 2008 y 37% mejoró. El mejor desempeño de la gestión de gobierno de Fidel Castro fue en los indicadores sociales: entre 1957 y 2008 el 73% mejoró y sólo 27% empeoró, aunque poco más de la mitad estaba en 2008 por debajo del nivel anterior al periodo especial o estancado. Sólo 46% había logrado superar ese nivel. “Esto confirma la hipótesis que en 1989 Cuba estaba en una mejor situación económico-social que en 2008, a pesar de casi 20 años del periodo especial”, sostiene el experto. El factor Trump Mesa-Lago considera que desde su llegada al poder, en 2006, Raúl Castro se ha dedicado a enfrentar la compleja situación económica que le heredó Fidel. Lo hizo con reformas que han fortalecido el papel del sector de trabajadores por cuenta propia, que hoy genera 30% de los empleos en la isla. “Las reformas que Fidel interrumpió las rescató Raúl. Es un hombre mucho más pragmático que Fidel y más flexible en términos económicos”, señala. En el sector agrícola, Raúl otorgó en usufructo 1.7 millones de hectáreas de tierras ociosas a más de 200 mil ciudadanos privados que tienen acceso al crédito, aunque en forma limitada. Fue una forma de reanimar la agricultura en un país que importa más de 2 mil millones de dólares en alimentos cada año, casi 40% de sus exportaciones de bienes. “Hoy no hay otra vía para Cuba que el desarrollo del sector no estatal de la economía”, dice Mesa-Lago. En el libro Voces de cambio en el sector no estatal cubano, que coordinó el economista y acaba de ser publicado, se incluyen 80 entrevistas con trabajadores autónomos, usufructuarios de la tierra, miembros de nuevas cooperativas, compradores y vendedores de viviendas privadas y otros grupos no estatales que en 80% de los casos se muestran muy satisfechos de su actividad y en nueve de cada 10 dicen tener utilidades, pese a la asfixiante regulación a la cual están sometidos. “Se requiere que el Estado flexibilice estas regulaciones y que sea Raúl Castro quien conduzca este proceso y lo haga rápido, antes de que se concrete su anunciado retiro del poder (previsto para 2018). Se requiere, también, que Estados Unidos mantenga el proceso de normalización de la relación económica, que está vinculado con el desarrollo de este sector no estatal en Cuba”, afirma Mesa-Lago. Para el economista, “la opción de Cuba es un socialismo de mercado, como el que han construido Vietnam y China, y hacia allá se está moviendo, pero a un ritmo muy, muy lento”. Considera que la gradualidad de los cambios dependerá también de la política que defina frente a Cuba el presidente electo de Estados Unidos, Donald Trump, a partir de que llegue a la Casa Blanca, el próximo 20 de enero. Trump catalogó de “brutal dictador” a Fidel Castro al comentar por Twitter la muerte del líder cubano, y condicionó el mantenimiento de las medidas de apertura económica hacia la isla a que el régimen comunista haga “cambios reales” que beneficien a la población. Mesa-Lago opina que un aliciente para que tanto Raúl Castro intensifique las reformas como para que Donald Trump mantenga las medidas de alivio del embargo adoptadas por Obama, radica en el sector no estatal de la economía cubana y las potencialidades que tiene para ser su palanca de cambio. Para Mesa-Lago, Trump, como hombre de negocios, sabe que con el impulso del sector no estatal Cuba puede transitar hacia un nuevo modelo menos estatista y más basado en el emprendimiento personal. “El problema con Trump –señala– es que tiene un conflicto entre su ideología, el grupo ultraconservador que lo apoya y lo que él haría como hombre de negocios. Él, como empresario, debe querer construir una torre con su nombre en La Habana o Varadero, pero no sabemos lo que va a hacer cuando llegue a la Casa Blanca, porque en el último año y medio ha cambiado de posición respecto a Cuba cuatro veces.” Por lo pronto, Trump ya nombró como su delegado en el Departamento del Tesoro en el equipo de transición al abogado cubano-estadunidense Mauricio Claver-Carone, conocido cabildero proembargo. Y el sector ultraconservador del exilio cubano es un factor de poder en el círculo que rodea al futuro presidente de Estados Unidos. Mesa-Lago considera que una suspensión y reversión de las medidas de normalización económica de Estados Unidos con Cuba pondría al régimen que encabeza Raúl Castro en serios aprietos económicos y lo podría orillar a abrir de nuevo las puertas a una nueva emigración masiva hacia Florida. La severa crisis económica en Venezuela ha hecho caer de manera significativa la ayuda de este país a Cuba y este este año la isla registrará un estancamiento económico a pesar del significativo aumento del turismo estadunidense, que ya es el segundo en la nación caribeña, después del canadiense. “Lo que le queda a Cuba es la normalización de relaciones económicas con Estados Unidos. Y si Trump decide interrumpir este proceso puede ser la tormenta perfecta y un golpe más contra el legado económico de Fidel Castro”, asegura Mesa-Lago.

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