Un tunecino y un uigur…crece la complejidad de las redes yihadistas

viernes, 6 de enero de 2017 · 14:34
PARÍS (apro).- Ojo por ojo, diente por diente. El Estado Islámico (EI) replica con atentados mortíferos los golpes que le asestan las coaliciones internacionales encabezadas por Moscú en el caso de Siria, y Washington en el de Irak. Doce personas perdieron la vida en el ataque terrorista contra el mercado de Navidad de Berlín perpetrado el pasado 19 de diciembre y 39 murieron acribilladas el 1 de enero en una discoteca de Estambul. Anis Amri, quien logró huir después de lanzar su camión sobre la multitud en la capital alemana viajó por Holanda, Bélgica y Francia en trenes y autobuses antes de llegar a Milano. Disparó contra los policías para escapar a un control de identidad y fue ultimado. Ese delincuente tunecino de 24 años dejo su país en 2011 para vivir ilegalmente en Italia donde fue encarcelado por haber incendiado una escuela. Amri se radicalizó durante sus cuatro años en prisión. Expulsado de Italia llegó clandestinamente a Alemania y pronto estuvo en la mira de los servicios antiterroristas que no midieron, sin embargo, su peligrosidad real. Las autoridades turcas, por su lado, aun no dan a conocer la identidad del autor de la matanza del centro nocturno de Estambul. Sólo filtraron una información: el yihadista sería de origen uigur y oriundo de Kirguistán. Los uigur, etnia de origen turco y culto musulmán, están repartidos en el noroeste de China, Uzbekistán, Kazajistán y Kirguistán. Al igual que Anis Amri, el terrorista de Estambul logró fugarse después de haber cometido su crimen, convirtiéndose en el hombre más buscado de Turquía y Europa. Un tunecino y un uigur… Crece la complejidad de las redes yihadistas. Según The Soufan Group (TSG), un centro privado de inteligencia y seguridad estratégica con base en Nueva York, entre 27 mil y 31 mil combatientes oriundos de 86 países se habrían incorporado al EI entre 2011 y 2015. Los expertos del TSG, que aún no publican los datos de 2016, establecen tres grupos de yihadistas en función de su origen geográfico. El primero incluye a 60% de los reclutas de Daesh. Son oriundos de países del Magreb y de Medio Oriente. Los tunecinos forman el contingente más numeroso con alrededor de seis mil combatientes. Los demás vienen de Arabia Saudita, Turquía, Jordania y el Cáucaso ruso. El segundo grupo está integrado esencialmente por franceses, alemanes, británicos y belgas de pura cepa o descendientes de migrantes magrebíes. Y el tercero cuenta en sus rangos a combatientes oriundos de las exrepúblicas soviéticas del Cáucaso: Uzbekistán, Kazajistán y Kirguistán. Su número va aumentando en forma exponencial --The Sufan Group habla de casi cinco mil combatientes--, lo que preocupa seriamente Moscú. En cambio, por obvias razones de proximidad geográfica, el caso de los tunecinos es el que más inquieta a las autoridades europeas, sobre todo las francesas. Y el informe publicado el pasado 26 de octubre por el Centro Tunecino para los Derechos Económicos y Sociales agudizó sus temores. Los investigadores de ese centro, creado en 2015 por ONG de defensa de los derechos humanos, revisaron los expedientes judiciales de dos mil 224 presos acusados de terrorismo y analizaron a fondo mil de ellos. Es la primera investigación de ese tipo y de tal envergadura realizada en Túnez. Sin pretender ser exhaustiva, tiene el mérito de arrojar luz sobre una situación poco conocida y sumamente peligrosa. Contrario a lo que afirman las autoridades tunecinas --que denuncian la presencia de yihadistas argelinos y libios infiltrados en varias regiones del país—98.8% de los terroristas enjuiciados son tunecinos, 70% de ellos pasaron por campos de entrenamiento de Libia --algunos supervisados por aguerridos combatientes tunecinos--, 22% estuvieron luchando en Siria y los demás se entrenaron en Irak, Afganistán, Argelia, Mali y Turquía. Su perfil depara sorpresas. Resulta que 40% de los yihadistas tunecinos hicieron estudios superiores: 28% cursaron una carrera universitaria y 12% se graduaron. También asombran los empleos que desempeñaban antes de involucrarse en “la guerra santa” o, en parte de los casos, hasta su detención: 45.5% trabajaban como obreros calificados; 14.9% ocupaban puestos de nivel medio en el sector privado; 6.6% eran empleados públicos. La edad de los yihadistas en cambio no causa asombro: 90% tienen entre 18 y 40 años. Son esencialmente hombres solteros. “Los tunecinos constituyen una reserva de combatientes indispensables para las organizaciones yihadistas a las que prestaron juramento de lealtad --recalcan los investigadores del Centro Tunecino para los Derechos Económicos y Sociales--. Alrededor de la mitad (49%) de los condenados por terrorismo cuyos expedientes analizamos estaban metidos de lleno en la lucha armada, sólo 10% tenían ‘altas responsabilidades’ organizativas y 40% asumían tareas de proselitismo, inteligencia, comunicación y logística”. Los servicios de inteligencia galos toman estos datos en serio. Saben que mientras más sufra reveses en Siria e Irak, más el EI se ira replegando en Libia, buscará infiltrarse en los países de Magreb y aún más en Europa. Las autoridades están al acecho. No olvidan que también era tunecino Mohamed Lahouaiej Bouhlel, el terrorista que precipitó su camión entre la multitud que festejaba el 14 de julio (día nacional de Francia) a la orilla del mar en Niza. La comunidad tunecina de Francia es la más numerosa de toda Europa. Cuenta con alrededor de 625 mil personas, de la cuales tres cuartas partes tienen la doble nacionalidad –francesa y tunecina- y dan muestra de una buena integración social. ¿Cómo mantener estrictas medidas de seguridad sin estigmatizar a parte de la población? El dilema no parece obsesionar a Marine Le Pen, líder del ultraderechista Frente Nacional, ni tampoco al muy conservador François Fillon, de Los Republicanos, candidatos ambos en las elecciones presidenciales del próximo mes de abril (primera vuelta) y de mayo (segunda vuelta). Los dos están metidos ya en sus respectivas campañas presidenciales y sus caballos de batalla son la identidad nacional y la seguridad…

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