Citlali Huezo y el taller para migrantes en Berlín

domingo, 15 de enero de 2017 · 11:04
BERLÍN (apro).- La migración es el tema del siglo XXI. Ya sea legal o indocumentada, ciudadanos de todo el mundo se desplazan en busca de una nueva vida. La actriz mexicana Citlali Huezo, formada en la Casa del Teatro, escuela fundada por Luis de Tavira, llegó a vivir en 2008 a Berlín, Alemania, sin saber hablar la lengua local. Nueve años después ha encontrado su lugar y tiene varios proyectos activados --como los que solía hacer en su país--. Uno de ellos es el taller de teatro Mannomann, el cual imparte junto al ítalo-palestino Maher Dradi en el Interkulturelles Teater Zentrum, en la zona de Neukölln. La ola de inmigración y refugiados ha crecido en los últimos años, y con ello vienen las dificultades de integrar nuevas culturas y costumbres. En consecuencia, el gobierno ha implementado una serie de programas, entre ellos distintas actividades artísticas. Es el caso de Mannomann, que pretende cuestionar y reflexionar acerca de los roles de género preestablecidos y la convivencia diaria.

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El grupo está conformado por ocho hombres y ocho mujeres, todos de distintas nacionalidades, entre ellos afganos, sirios, turcos, colombianos y alemanes. Algunos son refugiados debido a conflictos en sus países de origen, otros han migrado por decisión personal y están adaptándose al nuevo ambiente, unos más simplemente tienen algo que decir. Los idiomas no coinciden, pero ello no ha sido un impedimento, ya que, para universalizarse, han optado para que el trabajo sea más corporal y expresivo. El proceso comenzó en octubre pasado con una serie de preguntas y cuestionamientos sobre el sexismo en cada una de sus crianzas, cuyas respuestas han creado textualidades, y ellos se han dado a la tarea de corporalizar conceptos, es decir, sustituir palabras por movimientos. Todo ello se concentra en un montaje que estará listo a finales de marzo y tendrá funciones en espacios no teatrales, como escuelas y centros culturales. Mannomann es uno de esos proyectos en los que el camino es igual o quizá más importante que el resultado, y es por ello que se ha hecho un registro en video de los ejercicios en clase. En sus momentos de reflexión, Mohamed, un joven de quince años, testimonió que “es el único día de la semana en el que recibe abrazos”. Hace un par de años, Huezo se acercó al lugar para colaborar con ellos. Más tarde, y al enterarse de su experiencia laboral, decidieron ponerla a cargo del taller. Ella cuenta que las relaciones en el grupo y la aceptación hacia su persona han sido muy ricas. “El hecho de que yo también sea migrante sí hace un piso común”, reflexiona. Es importante, al final, “entender que la migración y la mezcla de culturas nos ayudan a crecer y a ampliar nuestro panorama del mundo. Todos tenemos algo que aportar y algo que recibir. Cuando entendamos eso --es la enseñanza del taller-- aprenderemos a convivir en paz”.

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