A cien años, ¿un nuevo pacto? No con estos políticos: Garciadiego

martes, 7 de febrero de 2017 · 10:03
La representatividad de los sectores en la Constitución de 1917 fue mayoritariamente carrancista, lo cual produjo un primer debate muy interesante, a decir del historiador Javier Garciadiego, y es que Carranza buscó el reconocimiento de las comunidades campesinas que la Constitución de 1857 les negó. Pero las innumerables reformas han modificado ese rumbo y el México del siglo XXI no puede regirse con leyes del siglo XX. Se necesitan leyes nuevas, pero no ahora, sino “cuando tengamos una clase política madura”. CIUDAD DE MÉXICO (Proceso).- En el marco del centenario de la Constitución Política de México, promulgada el 5 de febrero de 1917, el historiador Javier Garciadiego Dantán habla con Proceso de la importancia de conmemorar el aniversario, “para que los políticos de hoy se contrasten con los personajes el pasado”. Asimismo, de los aportes del documento, el más importante dado por la Revolución Mexicana. Y responde a la cuestión de si conviene hacer una nueva Constitución, pero con otras preguntas: “¿Con estos diputados? ¿Con esta clase política? Preferiría que no. Cuando tengamos una clase política madura, responsable, proveniente de partidos políticos con objetivos claros en favor de México, podríamos pensar en una nueva Constitución, porque de ahí saldrían los diputados constituyentes. Por ahora prefiero conservar la del 17.” Para el expresidente de El Colegio de México (Colmex), doctor en Historia de México y de América, y autor de 1913-1914: De Guadalupe a Teoloyucan y Textos de la Revolución Mexicana, entre otras obras, conmemorar los cien años de la Carta Magna es importante, porque si bien el historiador Luis González y González decía “que es mala la historia de bronce, la historia calendárica que sólo recuerda hechos y efemérides, es peor no recordar”. Y momentos como éste permiten al ciudadano común aprender de historia, evocar fechas, y también “es útil para que los políticos de hoy por lo menos se comparen y se contrasten con personajes del pasado, vean de dónde venimos y lo importante es saber hacia dónde vamos”. En 2010 se festejaron el bicentenario de la Independencia y el centenario de la Revolución, pero la Constitución es “el principal pacto del siglo XX en México”. Por ello se debe reflexionar acerca del proceso constituyente y lo que es, “un gran pacto político, un proceso de pacificación después de varios años de lucha”. La lección de historia ya no fue útil para el Constituyente de la Ciudad de México, pero podría serlo para pacificar al país después de años de violencia, mediante otro gran pacto político. Un gran pacto social, propone. –¿Significa dialogar con las diferentes partes del conflicto? ¿Incluso líderes del narcotráfico? –No, no los considero jefes de corrientes políticas. “Son parte del conflicto, pero no de la solución. Ésta tiene que ser otra. Por ejemplo, un pacto con los diferentes partidos políticos para no hacer leña del narcotráfico en ninguna entidad, no se vale explotar políticamente en contra de ninguno el hecho del narcotráfico. O a los gobernadores y presidentes municipales decirles que colaboren, es tan sencillo como eso.” A decir de Garciadiego la Constitución de 1917 sigue siendo un pacto político vigente, creó instituciones políticas, como los partidos Nacional Revolucionario, Acción Nacional, Popular Socialista; culturales, como la Universidad Nacional, refundada por José Vasconcelos; financieras, como el Banco de México, entre otras. A lo largo de la lucha revolucionaria, recuerda, se produjeron varios documentos para derribar gobiernos: el Plan de San Luis de Francisco I. Madero, en 1910, contra Porfirio Díaz; el de Guadalupe de marzo de 1913, de Venustiano Carranza, para derrocar a Victoriano Huerta; otros de carácter regional como el Soberanismo de Oaxaca, o sectoriales como el Plan de Ayala, de Emiliano Zapata, contra Madero. Sin embargo, la Constitución de 1917 es “el único documento que tiene una perspectiva nacional y una ambición gubernamental, que no es derrocar un gobierno sino construirlo”. La Convención de Aguascalientes también produjo un documento con proyección gubernamental, pero no tuvo sustento nacional completo, fue redactado básicamente por delegados del villismo y del zapatismo. Por el contrario, el Congreso Constituyente del 17, realizado en la ciudad de Querétaro, se integró con diputados provenientes de un proceso electoral de alcance nacional, aunque representaban en su mayoría al aparato gubernamental carrancista, pues fueron funcionarios de algún nivel de gobierno federal o estatal. Hubo diputados de prácticamente todos los estados del país, pero era gente de clase media, abogados, ingenieros, médicos, periodistas, militares, incluso quienes representaban al villismo y al zapatismo, como Antonio Díaz Soto y Gama, vinculados a las clases populares pero que no provienen de ellas. La Constitución, señala el investigador, recogió ideas de la Convención y de muchas corrientes ideológicas en boga. En el aspecto agrario, por ejemplo, se retoma renglón por reglón la Ley del 6 de enero de 1915. Menciona, incluso, que participaron gente como Pastor Rouaix y Andrés Molina Enríquez, este último no fue constituyente pero estuvo en un hotel cercano al Teatro de la República para ayudar a redactar el artículo 27 y lo relativo a temas agrarios. Añade que influyeron otras corrientes como el magonismo, “no del periodo anárquico sino el liberal, con el famoso programa del Partido Liberal de 1906”, y algunas ideas del “catolicismo social, de la encíclica Rerum Novarum, llevadas por Francisco J. Múgica, quien había sido un ferviente católico antes de la revolución”. Múgica ha sido considerado como un pensador socialista. Garciadiego indica al respecto que el socialismo entonces no se entendía como el del líder obrero Vicente Lombardo Toledano o el del cardenismo. Y en el Constituyente no hubo izquierda o derecha, sino diputados progresistas y otros menos liberales: “A mi modo de ver es una aseveración histórica equivocada: Si se ven las votaciones de los artículos más importantes, 27 (la tierra) y 123 (laboral), se votaron por unanimidad, no hubo divisiones, es un gran mito decir que hubo un grupo más progresista que se impuso al proyecto de Carranza. “Donde hubo más polémicas fue en lo educativo y lo religioso, pero en términos generales diría que a los diputados constituyentes, aunque provinieran de todos los estados del país y fueran de la clase media, los unían dos cosas: Todos eran contrarios a la gran hacienda, al latifundio, aunque no eran partidarios de la propiedad comunal, sino de la pequeña propiedad, y todos eran contrarios a la influencia de la Iglesia católica en la vida pública nacional. Hay una dosis de jacobinismo muy fuerte y predomina un antinorteamericanismo, aunque unos con posiciones más decididas que otros. “Recordemos que mientras se realiza el Congreso Constituyente (1 de diciembre de 1916 al 31 de enero de 1917), la Expedición Punitiva contra Villa sigue en México (sale el 7 de febrero de 1917). Eso aflora actitudes nacionalistas, pero por otro lado los diputados consideran que si hacen una Constitución muy radical, la Punitiva no se va a retirar del país, entonces es un estira y afloja, un juego para llegar al nacionalismo adecuado. Después de una revolución no puedes hacer una Constitución sin una carga nacionalista, pero con un nacionalismo exacerbado corres riesgo, tenemos un vecino incómodo y poderoso y en ese momento estaba dentro de México.” Constitución flexible Los debates de 1917 se realizaron sobre la base de un anteproyecto redactado por carrancistas. Cuenta Garciadiego que la Convención de Aguascalientes elaboró un documento entre 1915 y principios de 1916 y se hace público cuando sus facciones ya estaban derrotadas (un año después de que Álvaro Obregón vence a Villa en Celaya) y no tienen fuerza para imponerlo al resto del país. Incluso, semanas después, la Convención decide disolverse. De otra parte, el Constituyente se hace justo cuando el movimiento constitucionalista ha vencido a todos sus enemigos y puede imponerlo al país: “Carranza decide que es momento de hacer una Constitución; ha vencido a sus enemigos y el país no puede permanecer en una situación de preconstitucionalidad; pues invita a la ingobernabilidad, tiene que haber una norma. “Aquí hay un primer debate interno muy interesante: Carranza inició su movimiento precisamente con el fin de restaurar la Constitución de 1857, pero a lo largo de la lucha se da cuenta de que ya es anacrónica. Para decirlo rápido, el documento no reconocía históricamente la validez de las comunidades campesinas. ¡Las comunidades campesinas fueron las que hicieron la revolución! ¿Cómo les puedes decir que no tienen existencia jurídica?” Cuando gana y decide hacer una nueva constitución, dado que se había levantado para restaurar la del 57, propone entonces reformarla, ésa fue la promesa inicial. Lleva a los abogados Luis Manuel Rojas y Natividad Macías, para realizar el anteproyecto, y el periodista Félix Palavicini se encarga de hacer campaña en favor de una nueva Constitución. Todos eran cercanos al jefe constitucionalista. Cuando ya está listo el proyecto –sigue el académico del Colmex–, Carranza convoca a elecciones para elegir a los diputados constituyentes. No había partidos políticos y los líderes campesinos son hechos a un lado porque no tienen experiencia en ganar elecciones locales: “Esto está más bien diseñado para que ganen cuadros de las clases medias. Sí, hay una operación política para que lleguen ciertos colaboradores de Carranza, ¡su gente, claro está! Y la gente de su gente. Entonces tenemos una red muy compleja de funcionarios de todos los estados en diferentes ámbitos de la vida gubernamental.” Logran también que la mesa directiva del Congreso sea afín al jefe revolucionario. El presidente de los debates es el autor del anteproyecto, Luis Manuel Rojas. Todo se conjuga para llevar el orden de la Asamblea. Popularmente se cree que Carranza era conservador y las ideas progresistas le fueron impuestas. El historiador dice al respecto que el jefe constitucionalista tuvo siempre claro que el anteproyecto se radicalizaría en algún momento, pero los artículos más avanzados fueron redactados por carrancistas, pues eran la mayoría en el Congreso. En el constitucionalismo hubo varias corrientes, aunque Carranza fue la principal cabeza. Por eso, subraya, fue esencial un pacto. Cuando inician los debates y se discute el artículo 5º referido a la libertad del trabajo, los diputados coinciden en la necesidad de que haya un salario mínimo, seguro de accidentes y demás, y Alfonso Cravioto, liberal magonista, entonces subsecretario de Instrucción Pública de Carranza propone que eso vaya en el artículo 123. Y participan otros carrancistas como Heriberto Jara, el hombre más cercano a Cándido Aguilar, yerno de Carranza. En el artículo 27 el personaje principal fue Pastor Rouaix secretario de Fomento, quien lleva a Luis Cabrera y a Molina Enríquez, e impulsan una reforma agraria, que “está en el ánimo de todos disolver los latifundios, en el Plan de Ayala, en la Convención, pero también en la Ley del 6 de enero, a la cual es más cercano este artículo”. –¿Entonces no necesariamente es una Constitución carrancista? –Yo diría que sí, tiene mucha influencia. Carranza decide cuándo, cómo, dónde, con quiénes y trata de sobrellevar los debates. Pero los más duros no fueron el 27 y el 123, fueron el 3º de la educación, y el 130 (asuntos religiosos). Ahí estuvieron las polémicas más duras y las votaciones fueron de 90 a 50 más o menos. Esto nos habla también de la asistencia al Congreso, eran poco menos de 220 diputados, muchos pidieron licencias o no asistían, digamos que las sesiones se dieron entre 160 y 170 diputados. La Carta Magna ha recibido muchas críticas debido a las múltiples reformas hechas a lo largo de cien años, de tal modo que hay opiniones en el sentido de hacer un nuevo pacto. –Luego de que sus artículos más avanzados como los de educación, trabajo, distribución de la tierra, recursos naturales, fueron completamente cambiados ¿conserva su esencia? –No sé si completamente, pero tienes razón. Yo diría que el México del siglo XXI no puede regirse con leyes del siglo XX, necesitamos leyes nuevas. El petróleo, por ejemplo, su explotación no tiene nada que ver con cómo se explotaba a principios del siglo XX, con una gran compañía que tumbaba gobiernos. Hoy es un negocio globalizadísimo, entonces tenemos que adecuarnos a los cambios nacionales e internacionales. –Se ha dicho que era una Constitución muy social. –A ver… Esa Constitución –sin modificarse–, permitió ser aplicada por Plutarco Elías Calles, Lázaro Cárdenas o Miguel Alemán, para poner extremos, uno muy estatista, otro de más proyección social, y uno de más proyección empresarial capitalista. Entonces no es sólo la Constitución, sino cómo la apliques, cómo la interpretes. “Diría que en más de un sentido es estatista, nacionalista sin llegar a extremos xenófobos, jacobina –ahora menos–, es una Constitución suficientemente flexible para ir cambiando y sigue teniendo los caracteres básicos. Seguimos siendo una República federal representativa, no centralista, elegimos a nuestros gobernantes, representantes, en procesos electorales. Son algunas de las cosas que no han cambiado y que espero no cambien. –¿El Estado de bienestar social se ha ido perdiendo? –Se ha ido perdiendo. Históricamente lo interpreto de esta manera: Cuando termina el periodo radical de Cárdenas y la clase política resuelve –presionada por los sectores sociales medios sobre todo, seguramente por Estados Unidos, la Segunda Guerra Mundial y el resultado del triunfo de los Aliados– que no debe haber en México proyectos tan radicales, tiene que haber un pacto. “¿Cómo logras que los obreros y campesinos, después de Cárdenas, se plieguen a las nuevas condiciones? Con una gran política social. Se les cambió la reforma agraria y el radicalismo en el discurso obrero por una gran política social, ésta ha desaparecido en los últimos años, pero habría que preguntarnos si la política social de aquellos años seguiría siendo adecuada hoy, cuando ha decaído el número de campesinos, cuando el proletariado disminuye también en forma apresurada.” En opinión suya la política social en el siglo XXI debería enfocarse al sector de los ancianos, ver la manera de brindarles atención médica y otros beneficios, cuando los jóvenes migran y poblaciones enteras se desintegran: “Me preocupan los ancianos del sector rural, va a ser el sector más vulnerable, se requiere sensibilidad social y recursos, crear instituciones, por ejemplo un Instituto Nacional de Geriatría con un incremento presupuestal año con año, sólido y con presencia nacional.” Finalmente, se le pide su opinión sobre la política exterior de Carranza, que sentó las bases de la llamada Doctrina Estrada. Recuerda que el líder fue un político nacionalista, nació en el estado de Coahuila, que era Coahuila-Texas. Tuvo una visión “más compleja” de la relación con Estados Unidos que Villa y Zapata. Cuando Estados Unidos invade Veracruz en 1914, Victoriano Huerta propone detener la lucha de facciones y enfrentar con unidad al “enemigo común”, Carranza se niega, impide que el usurpador reciba apoyo de Estados Unidos, sigue con la lucha revolucionaria, y logra enfrentar a los invasores. –Frente a esta actitud y las lecciones que da la historia, ¿cuál debería de ser la actitud frente al nuevo gobierno? –No soy experto en política exterior, como mexicano diría que tenemos que negociar con el mundo entero. Tenemos un vecino muy poderoso, a veces muy incómodo, que además es un socio comercial muy fuerte, pero yo creo que siempre es bueno para negociar una dosis de dignidad, no necesariamente de agresividad, pero una dosis de dignidad ayuda para una mejor negociación. “Dignidad, profesionalismo, experiencia, y ver que las políticas exteriores no solamente son comerciales.”

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