'Todos queremos a alguien”: entre dos amores

viernes, 10 de febrero de 2017 · 21:07
MONTERREY, NL.(apro).- Karla Souza es una ginecóloga de espíritu libre. Hija de padres hippies encuentra en la dulce promiscuidad una escapatoria de su vida solitaria. Los terapéuticos acostones la hacen sentir viva. Pero, aunque en la superficie se aleja de los compromisos, en el fondo su mayor anhelo es ser necesitada. A su familia y al mundo, sin embargo, les quiere transmitir la sensación de bienestar. Se coloca una máscara de desinterés ante el amor. El cinismo, empero, puede convertirse en un hábito pernicioso cuando aparece el hombre indicado. Si está habituada a regalarse, y desconoce los beneficios espirituales de la fidelidad, ¿por qué no dividir el corazón entre dos galanes? Todos queremos a alguien es una sencilla comedia romántica de temática adulta, con un formato hollywoodense. Concebida como producto de exportación, es bilingüe y ubica la acción en la frontera entre México y Estados Unidos. Con guión y dirección de Catalina Aguilar Mastretta, hija de reconocidos escritores, la historia se mueve entre los clichés de telenovela, con giros agridulces y situaciones ya muy conocidas de la incomodidad que surge cuando se reúnen los participantes de un triángulo amoroso, que se esfuerzan patéticamente en tolerar el engaño del que forman parte voluntariamente. Con una producción extremadamente aséptica, en escenarios luminosos y perfectos, y con un arte impecable, Aguilar trasciende la comedieta ordinaria con un interesante viaje emocional de profundidades insospechadas para una película que se vende como producto desechable. La premisa y la publicidad mueven a suponer que es esta una propuesta igual que las decenas de historias calcadas que han desfilado por las salas de cine en los últimos años, con éxito taquillero, pero con fracaso creativo. Pese a su apariencia superficial, la anécdota se mueve hacia la reflexión y muy buenas actuaciones, en especial de la protagonista, particularmente dotada para el humor. La autora, de quien se percibe un pulido oficio literario, aporta las que pueden ser las mejores líneas que se recuerden en un filme de su ligero calibre. Sorpresivamente, los personajes tienen fluidos intercambios verbales, inteligentes y agudos sobre sus concepciones del amor y el desamor. Ella mira y habla del corazón desde distintos ángulos. Le da la palabra a una pareja perfecta, como es la formada por Patricia Bernal y Alejandro Camacho, que entienden la relación como una afinidad cósmica. O enseña cómo la pícara Tiaré Scanda y el aburrido gringo KC Clyde pueden construir el amor con base en la rutina. Extrañamente Souza, la más experimentada de todos, es la que menos tiene qué decir. En el esperado arco del personaje comienza a entender la importancia de la intimidad espiritual. La tuvo, años atrás, con José María Yazpik, el novio trotamundos que inesperadamente regresa a su vida. Pero no es seguro que la magia resurja con el paso del tiempo. O tal vez pueda rescatarla de la inopia existencial la cruel invitación que hace a un buen tipo, Ben O’Toole, para que finja ser un novio de papel, con los riesgos afectivos que ello implica. Aguilar presenta a la protagonista como un ser interesante, por ambiguo y exasperantemente dubitativo. No es mala persona, pero igual se le puede tildar de una chica desorientada y digna de piedad que no ha podido encontrar el camino a la felicidad, que de una zorra que utiliza el agraciado fenotipo para jugar con hombres que la quieren honestamente. Afortunadamente no hay aquí concesiones mayores. La hipocresía ofrece, siempre, saldos deficitarios. El destino implacable hace que el búmeran de la traición regrese en forma de calamidades que se suceden, una tras otra, como justa retribución a la perversidad. Todos queremos a alguien es un buen impulso al cine mexicano. Entre tantas propuestas sobre parejas que se separan y que, al final, como dicta el recetario, deben terminar unidas, ésta explora las posibilidades de éxito o fracaso en el amor, con base en el intento de jugar con las apariencias y de manipular impunemente los sentimientos ajenos. Souza está convertida ahora en la reina del pop cinematográfico mexicano, título que ya le arrebató a Martha Higareda.

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