Recordando a Teresa del Conde (1938-2017)

martes, 21 de febrero de 2017 · 12:58
CIUDAD DE MÉXICO (Proceso).- Sencilla en su actitud, discreta con su vasto conocimiento y muy consciente de la compleja relación entre los valores personales y la interpretación artística, la doctora Teresa del Conde fue innovadora como historiadora del arte, generosa como académica, mesurada en la crítica pública, aguda en la crítica privada y eficazmente atrevida como funcionaria cultural. Pionera en México de estudios sobre psicoanálisis del arte, Tere –como se le llamaba cariñosamente–, además de impulsar el cambio y dinamismo que vivió la escena del arte contemporáneo mexicano en la pasada década de los años ochenta, abrió el espacio institucional para los emergentes lenguajes escultóricos y postconceptuales de los años noventa. Durante su gestión al frente de la Dirección de Artes Plásticas del Instituto Nacional de Bellas Artes –aproximadamente de 1981 a 1988–, apoyó la legitimación y exhibición del arte joven mexicano con Sylvia Pandolfi en la dirección del Museo Carrillo Gil, y Helen Escobedo (1934-2010) en el Museo de Arte Moderno (MAM), ambos en la Ciudad de México. A las exposiciones temporales que caracterizaron el Carrillo, se sumó la reestructuración y actualización del discurso museístico del MAM, con proyectos tan relevantes como una sala permanente dedicada a los grupos de los años setenta y principios de los ochenta, la controvertida exhibición de arte sociológico organizada por Hervé Fischer, La calle ¿a dónde llega?, y la espléndida exposición de pintura de los Nuevos Salvajes Alemanes con obras de Baselitz, Kiefer, Immendorf, Lüpertz, Penk, Dokoupil y Oehlen, entre otros. Directora del Museo de Arte Moderno de aproximadamente 1991 a 2001, la doctora del Conde impulsó iniciativas que vincularon creadores, promotores externos y público museístico. Abierta a la presencia de distintas generaciones e interesada en relacionarlas, organizó exposiciones con artistas nacidos desde los años treinta hasta los sesenta, como la propuesta apropiacionista de Encuentros de la historia del arte en el arte contemporáneo mexicano en 1992-1993, El autorretrato en México. Años 90 en 1996, y Diálogos insólitos, arte objeto en 1997. Convertido bajo su gestión en un museo de artistas y para artistas mexicanos, el MAM exhibió tanto lenguajes emergentes en materiales tradicionales –Terra Incognita, 1992, en donde Javier Marín sorprendió con sus torsos adoloridos–, como curadurías externas que no sólo anunciaban –o evidenciaban– el cambio del predominio pictórico sino, también, la colaboración indirecta entre museo y mercado. En 1992, el promotor Carlos Ashida (1955-1015) curó la espectacular exposición Polvo de Imágenes de Germán Venegas y, en 1993, sorprendió con una muestra postconceptual–Lesa Natura. Reflexiones sobre ecología– en la que participaron entre otros Francis Alÿs y Gabriel Orozco. En 1996, bajo la coordinación y curaduría de Ashida y Patrick Charpenel, el grupo de Temístocles 44 tomó el museo con artistas como Abraham Cruzvillegas, Pablo Vargas Lugo, Eduardo Abaroa y Daniel Guzmán. En lo que a la difusión se refiere, su atractivo proyecto Ven a tomar café con…, sigue recordándose como una gran idea. Descalificada muchas veces por sus explícitos afectos artísticos –como los hermanos Castro Leñero–, Tere del Conde asumía, con lucidez teórica, “la inevitable” vinculación entre los afectos y los propios impulsos. Presente cada semana, desde 1985, con una columna de crítica de arte en el Periódico La Jornada, Tere del Conde, maestra, cinéfila, teórica del arte y lectora voraz, murió el jueves 16. Este texto se publicó en la edición 2103 de la revista Proceso del 19 de febrero de 2017.

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