"Espectáculo Ionesco": 60 años de absurdo ininterrumpido

domingo, 26 de febrero de 2017 · 08:45
CIUDAD DE MÉXICO (Proceso).- Dos de las obras más representativas del llamado teatro del absurdo, como su nombre lo indica, tienen una absurda cualidad: la capacidad de seguirse representando, y con teatro lleno, en pleno siglo XXI. La cantante calva (La cantatrice chauve) y La lección (La leçon), escritas por el dramaturgo rumano Eugène Ionesco, son ya parte de la escena cultural de París. Desde su estreno el 16 de febrero de 1957 no han parado. Cumplen este mes su aniversario número 60. Como las calles de La Ciudad Luz, que se han quedado suspendidas en el tiempo, los montajes permanecen erguidos y aplaudidos por muchas generaciones. Tienen función de lunes a sábado en el pequeño Teatro de la Huchette, en la calle del mismo nombre, en el turístico Barrio Latino, repleto de pequeñas tiendas de souveirs y restaurantes griegos, vietnamitas, tunecinos, italianos, hindúes… El espacio cuenta con un aforo para 90 personas, y está siempre repleto de visitantes locales y extranjeros que, de entre la extensa cartelera parisina, eligen ver esta puesta ya clásica. El estreno de La cantante calva, dirigida por Nicolas Bataille, fue el 11 de mayo de 1950 en el desconocido Theátre des Noctambules, cerca de la Universidad de la Sorbona. Cuenta Nathalie Sorrault en su Historia del “nouveau-theátré”, publicada en México por Siglo XXI, que esa noche, mientras la mayoría del público abandonaba el sitio antes de la caída del telón, los que se quedaron al final abucheaban perplejos una obra que los engañó porque en ella no salía jamás la cantante (ni calva ni con cabello); salvo un entusiasta de larguísima barba, vestido de túnica y sandalias, que aplaudía frenético subido en su butaca: el dramaturgo Arthur Adamov. Sobre ello escribió Ionesco: “Un acontecimiento en un teatro pequeño es mejor que uno pequeño en un gran teatro, y todavía mejor que un suceso pequeño en un teatro chiquito.” Al desastroso episodio le siguió con valentía una primera temporada en el actual recinto, del 7 de octubre de 1952 al 26 de abril de 1953. Después, el 16 de febrero de 1957, se repuso la pieza junto con La lección, dirigida por Marcel Cuvelier, bajo el nombre de Espectáculo Ionesco. Desde entonces las funciones no han parado. Hace ya varias décadas que ambas piezas poseen el récord mundial de representaciones continuas en un solo recinto. Hasta la fecha, llevan más de 18 500 funciones. “Han visto pasar ocho presidentes de la República (francesa), soportaron la Guerra de Argelia, vivieron el movimiento de mayo del ’68, asistieron a la caída del muro de Berlín, al nacimiento del euro y a la caída de las Torres Gemelas. 60 años de fricciones, de ultimatums, de crisis, de aplausos y de felicidad”, se asienta en la página oficial web. La vigencia parece crecer con el tiempo. Son las puestas originales las que repiten, noche tras noche, las clásicas líneas que representan la incomunicación humana. Lo único que cambia es el público y los actores: La cantante calva cuenta la cena de los Smith y los Martin, dos familias típicas inglesas, sazonadas con las intervenciones de la mucama y de un bombero. Cuando se abre el telón comienza la voz en off del narrador con la maravillosa descripción: “Interior burgués inglés, con sillones ingleses. Velada inglesa. El señor Smith, inglés, en su sillón y con sus zapatillas inglesas, fuma su pipa inglesa y lee un diario inglés, junto a una chimenea inglesa. Tiene anteojos ingleses y un bigotito gris inglés. A su lado, en otro sillón inglés, la señora Smith, inglesa, remienda unos calcetines ingleses. Un largo momento de silencio inglés. El reloj inglés hace oír diecisiete toques ingleses.” La lección trata de un profesor particular obsesionado con instruir a sus alumnas, y cuando éstas colman su paciencia toma medidas drásticas. Interviene la sirvienta, quien intenta, sin éxito, hacer al profesor entrar en razón. Lo absurdo radica en el comportamiento de los personajes y en las pruebas que le hace el tutor a la alumna, que son desproporcionadas para una estudiante de bachillerato: al principio demasiado fáciles, después complejísimas y al final sin sentido. Todo queda en familia. La escenografía, diseñada para su estreno por Jacques Noël, se conserva hoy en día. Ahora su hijo, Serge Noël, lleva ocho años siendo parte del elenco de La cantante calva. El espacio francés es una cooperativa, por lo que los intérpretes son dueños de las puestas. “Es el negocio menos rentable del mundo. 90 lugares le dan de comer a 45 actores”, narra en el programa el director Franck Desmett. Como parte de la celebración de su 60 aniversario, este año el foro planea un evento llamado La noche absurda, que se llevará a cabo del 4 al 5 de marzo, un maratón de 24 horas ininterrumpidas de representación de las obras. La entrada individual a cualquiera de las puestas del Espectáculo lonesco tiene un costo de 26 euros (18 para estudiantes) y 38 euros el paquete (28 para estudiantes). Este texto se publicó en la edición 2103 de la revista Proceso del 19 de febrero de 2017.

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