Un viaje a Rusia para conocer a un tal Antón Chéjov

miércoles, 5 de abril de 2017 · 10:23
CIUDAD DE MÉXICO (apro).- Más vale malo por conocido que bueno por conocer. Quedarse en casa es siempre lo más cómodo… Hasta que se te acaban los libros. Vine a Rusia porque me dijeron que acá vivía un tal Antón Chéjov cuenta la historia de cinco amigos (Jo, Hache, Alita, Lina y Nosi) que pasan un invierno interminable juntos, tomando té y calentándose con un pequeño fogón que encienden, quemando su más preciado tesoro: sus libros. El tiempo no mejora y los libros se agotan, hasta que sólo quedan los de teatro. El dolor en su alma al deshacerse de esos últimos ejemplares --en especial los de Chéjov-- incitan a Jo a tomar una determinación: salir de la casa y emprender un viaje a la lejana Rusia. Y, como en el Mito de la caverna de Platón, la luz ciega a los que salen a ella. El viaje estará lleno de descubrimientos, solidaridad y episodios duros, que sólo fortalecerán el ya irrompible vínculo de los personajes, y les mostrará que hay mucho más allá de la puerta. Los creadores de la obra son el Colectivo Eutheria, formado por egresados del Colegio de Literatura Dramática y Teatro de la Facultad de Filosofía y Letras, quienes decidieron no quedarse esperando a que el teatro los llamara, y tomaron acción por su cuenta. Gracias a ello, y a la dramaturgia de Talia Yael y la dirección de Luis Ángel Gómez, el resultado que consiguen es magnífico. Un montaje sin pretensiones, con excelentes recursos de escenografía y, por supuesto, una historia que atrapa de principio a fin y que hace al espectador cuestionarse acerca de su condición. El elenco, formado por Carolina Berrocal, Héctor Sandoval, Jorge Viñas, Nareni Gamboa y Talia Yael, actúa de forma ágil y natural (en ocasiones incluso polifacética) y nos convence de que este viaje, aunque incierto, merece una oportunidad hacerlo con ellos. Vine a Rusia porque me dijeron que acá vivía un tal Antón Chéjov habla del amor: al teatro, a la vida, a los demás y a uno mismo. Pero nos propone una forma nueva de canalizar esa energía, y el dejarla fluir para que nos deje llegar más lejos. Es una crítica a la apatía que se apodera de nosotros y nos inmoviliza, sin dejarnos ir más allá. La espera y el miedo constante entorpecen la posibilidad de ir en busca de aventuras. Los jóvenes están haciendo buen teatro y vale la pena verlo. La frescura de sus propuestas nos deja vislumbrar lo que se viene en la escena del país. Hay que atreverse a salir de casa a ver este montaje, que se presenta los miércoles, hasta el 17 de mayo, en el Foro La Gruta del Centro Cultural Helénico (Av. Revolución 1500 Col. Guadalupe Inn, Ciudad de México) a las 20:30 horas.

Comentarios