Cómo salvar el archivo de Ramírez Vázquez

martes, 18 de abril de 2017 · 14:36
“En México no hay una política de salvaguarda de archivos”, expone Javier Ramírez Campuzano, hijo del arquitecto Pedro Ramírez Vázquez, a cuatro años del fallecimiento de quien fuera el gran consentido del régimen priista en la segunda mitad del siglo XX, gracias a lo cual pudo construir una obra trascendente, como el Museo Nacional de Antropología y la nueva Basílica de Guadalupe. Acervos como los de Jaime Torres Bodet, Luis Barragán y Félix Candela no han podido resguardarse, y el de Ramírez Vázquez es muy rico, pero todavía no se concreta nada para mantenerlo sin deterioro. CIUDAD DE MÉXICO (Proceso).- Este 16 de abril se cumplieron cuatro años del fallecimiento del arquitecto Pedro Ramírez Vázquez. Durante ese lapso su hijo, el también arquitecto Javier Ramírez Campuzano, se dedicó a concluir el proceso de la sucesión testamentaria, en donde quedó como legatario y responsable de sus derechos. Al mismo tiempo, a reordenar el archivo documental del constructor del Museo Nacional de Antropología, la moderna Basílica de Guadalupe y el colosal Estadio Azteca, entre otras obras. Como resultado de ese trabajo de revisión y reordenamiento, en octubre pasado Ramírez Campuzano informó a este semanario del hallazgo de documentos sobre el registro de derecho de autor –que datan de julio de 1967– en los cuales consta que su padre y el equipo integrado por Eduardo Terrazas y Beatrice Trueblood, entre otros, diseñaron la imagen de las Olimpiadas de México 68, cuando por décadas se atribuyó la autoría el diseñador neoyorkino Lance Wyman (Proceso, 2083). Posteriormente, el heredero del arquitecto Ramírez Vázquez accedió a dar un recorrido a esta reportera y al fotógrafo Benjamín Flores por los espacios en los cuales trabajó su padre y mostrar su biblioteca, partes de su archivo personal y de trabajo, y a hablar de los planes que tiene para su conservación y difusión. Imposible hacer un recuento detallado de todo lo que integra el archivo del arquitecto, quien nació el 16 de abril de 1919 en la Ciudad de México, y murió el 16 de abril de 2013. En la sala de juntas donde seguramente expuso muchos de sus proyectos hay vitrinas con incontables videos, otras llenas de estatuillas de reconocimiento, y unas más muestran esculturas en cristal, arte en el cual incursionó desde mediados de los años sesenta del siglo pasado, luego de haber diseñado la torre de la Secretaría de Relaciones Exteriores en Tlatelolco. Sobres, cajas de cartón, papeles, fotografías que se dispersan en uno u otro sitio, pueden apreciarse apenas recorriendo con la vista el salón. Dentro y en el jardín hay algunas de las sillas diseñadas por Ramírez Vázquez, quien también se empeñó en ese terreno en el de mobiliario para interiores y exteriores. Mañana fría y lluviosa en el Pedregal, donde se ubica el estudio, lo cual no impide atravesar el jardín hacia la biblioteca. Dos pisos con ventanales hacia un patio que evoca, por su diseño y reproducciones de piezas arqueológicas, la obra considerada cumbre del arquitecto: El Museo Nacional de Antropología. “¿Cómo no iba a lograrse esa obra?”, destaca Ramírez Campuzano mientras guía, con paso lento y deteniéndose en un sinnúmero de detalles del lugar: “Había un presidente vasconcelista, Adolfo López Mateos (quien participó en la campaña del escritor e intelectual José Vasconcelos); un secretario de Educación Pública vasconcelista (Jaime Torres Bodet); un arquitecto vasconcelista… y la escuela de Miguel Covarrubias.” Afirma que lleva contados más de mil reconocimientos en México y el extranjero, entre diplomas, medallas o algún tipo de efigie, entregados al arquitecto, incluso post mortem. El lugar resguarda no sólo libros, hay obras de arte, arte popular, objetos que el arquitecto trajo de sus viajes. Dice su hijo que hay documentales y la película Olimpiada de Alberto Isaac, una planoteca, memorias y fotografías de sus obras arquitectónicas, pero también fotografías personales. También resguarda correspondencia con diversos personajes “desde Juan Pablo II, los presidentes Miguel Alemán, Adolfo Ruíz Cortines, Adolfo López Mateos, Gustavo Díaz Ordaz, Luis Echeverría, José López Portillo, y en menor grado con Miguel de la Madrid, Carlos Salinas, Ernesto Zedillo, también con mucha gente del medio artístico”. Y es que fue el primer director de la entonces llamada Unidad Artística y Cultural del Bosque (1953-1965), que él construyó, y remodeló también el Auditorio Nacional (antes Municipal) que está al frente en Paseo de la Reforma: “Se hizo el Teatro El Granero, su primera obra fue Los desarraigados, dirigida por Javier Rojas; el Teatro Orientación; un teatro infantil donde había guiñol; el Xavier Villaurrutia… Se puso el primer musical que hubo en México, Ring… ring… llama el amor, con Silvia Pinal (en el Teatro del Bosque). Se trajo al Circo Ruso de Moscú, al Coro del Ejército Rojo, a Louis Armstrong (al Auditorio Nacional).” También hay correspondencia con el medio gremial nacional e internacional, alguna derivada de la Olimpiada Cultural del 68, y de su participación en organismos como el Comité de Planificación de Jerusalén, gente como el político y diplomático estadunidense Henry Kissinger o el jeque árabe-saudita Yamani: “Estamos hablando de una serie de personajes universales. De cuando hizo el Museo Nacional de Antropología… Ahí está Rufino Tamayo, José Chávez Morado, Covarrubias, Adolfo Mexiac, Pablo O’Higgins, tenía muy buena amistad con ellos; también muy franca y muy respetuosa con el profesor Eduardo Matos, con muchos arqueólogos.” [caption id="attachment_339257" align="aligncenter" width="624"]El arquitecto y urbanista Pedro Ramírez Vázquez. Foto: Especial El arquitecto y urbanista Pedro Ramírez Vázquez. Foto: Especial[/caption] Preservar y difundir Tanto la biblioteca como el archivo de Pedro Ramírez Vázquez se mantienen en sus oficinas y estudio del Pedregal: su hijo no desea que se pierda o disperse y por ello no quiere regalar o donar, “porque si lo regalas, hacen lo que quieren”. Cuenta que unos 10 días antes de que falleciera el historiador Guillermo Tovar de Teresa, éste le sugirió tener cuidado, establecer muchas condiciones para que se preserve ese acervo cuando Ramírez Campuzano ya no esté: “Y en eso estoy. Ahorita estoy trabajando con este propósito con la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM). No hemos firmado nada, pero es que todas las universidades cambian de gente, los rectores actuales pueden tener toda la confianza, pero cuando ya no estén… Es muy complicado, quiero ver qué garantías hay de que se conserve y difunda y esté accesible para estudiar. Hace poco, por ejemplo, fui al archivo de varios arquitectos en la Universidad Nacional Autónoma de México y no me gustó cómo los tienen. Hay una cantidad de planos enrollados… digo, no hay manera.” Algunas instituciones le ofrecen únicamente digitalizar todo, pero eso ya lo está haciendo él con la colaboración de estudiantes de la Universidad de Cuautitlán, aunque “a un ritmo lento, y así me quiero ir”. Expresa gusto por el interés de la UAM, pues la fundó su padre, y fue su primer rector: “Se implementa el sistema de créditos y se incorporan carreras que reclaman las necesidades del país. Lo impresionante es que a él lo hicieron rector en esta oficina (donde se lleva a cabo la entrevista con Proceso), aquí le dan un acta notarial donde se señala que ha sido nombrado rector y fundador de la universidad. Es decir, la universidad es un papel, no hay ni una silla, ni una oficina, ¡no hay una jerga!, ¡no hay nada! “Y en un año nueve meses ya hay no sólo planes de estudio sino todo un magisterio, hay una ley orgánica que limita el que te puedan mandar a alguien ajeno a la universidad como rector, una estructura autónoma muy sólida.” Derivado de su experiencia en la construcción de Ciudad Universitaria, donde hizo la Escuela Nacional de Medicina (ahora Facultad), piensa en las unidades Azcapotzalco, Iztapalapa y Xochimilco, pero él sólo dirige los proyectos y los realiza el arquitecto David Muñoz. Para su padre, relata, el arribo de la UNAM a Ciudad Universitaria fue como una mudanza y el proyecto arquitectónico no resultó la solución, pues a diferencia del Centro Histórico –dónde él estudió y había una “comunicación interdisciplinaria” porque estaban cerca la Escuela de Medicina en Santo Domingo, Arquitectura en San Carlos, la Preparatoria Nacional en San Ildefonso–, en CU no se dio esa interacción. “Por eso pensó en varias unidades que tuvieran hasta cierta capacidad para no hacer algo monstruoso, quiso llevar la universidad a la gente y no la gente a la universidad. Todavía le tocó iniciar la de Cuajimalpa. E ideó las divisiones (Ciencias, Humanidades, Diseño, Arquitectura), donde estaban las oportunidades de ejercicio profesional.” Calcula que en el acervo hay, sólo en fotografía, unos 2 millones de piezas, pues no sólo están las imágenes de las memorias constructivas de todas sus obras, sino todo lo de la Olimpiada del 68, igual unos 40 mil planos. –¿Qué quiere hacer entonces con el archivo? –No es tanto lo que quiera hacer, es lo que quiero que no suceda. He visto que en México no hay una cultura de salvaguarda; se han perdido archivos de grandes personajes, ya no digo sólo de arquitectos, de todo. El archivo de don Jaime Torres Bodet se perdió, el de Luis Barragán se fue a Suiza (y ahora hasta sus cenizas fueron convertidas en diamante reportó Proceso, 2076), el de Félix Cándela está y está bien, pero dividido, muchos se han perdido. “No quiero que el archivo de mi padre se pierda, para eso no basta con pensar en donarlo o vender, sino en asegurar que se conserve, se difunda, se estudie, sirva a los investigadores, a los maestros, a los estudiantes, qué se yo. Aquí me piden mucho material para editoriales, exposiciones, estudios, quiero que esa función no se pierda, que sea un archivo vivo, pero conservarlo, y para eso se necesita mucho dinero. Yo no puedo digitalizar 2 millones de fotos, no tengo vida para eso.” Cuenta también con mucho material fílmico, “cantidad de rollos en 35 milímetros, son muchas horas, no creo que menos de 70 horas”, además unos 200 videocasetes en formato VHS. Y expresa su deseo de que alguien pudiera aprovechar todo el material audiovisual producido por el Comité Olímpico: “Porque de hecho el Comité organizador se disuelve terminando la Olimpiada. Los derechos son de un ente que no existe.” Indica que los derechos de la película Olimpiada, de Alberto Isaac, los tuvo por cinco años Columbia y habría que hablar con la familia del cineasta fallecido en 1998 para conocer su estatus. En cuanto al logo y el programa de imagen de la Olimpiada, que Wyman se atribuyó, dice, se registró en derechos de autor bajo el nombre de Pedro Ramírez Vázquez. –¿Ha pensado en demandar al señor Wyman? –No se trata de eso, sino de ubicar las cosas como son. El señor ha de tener 80 años y se hará lo que se tenga que hacer, porque ha engañado a la gente. Subraya que el propio diseñador neoyorkino dio el crédito a Pedro Ramírez Vázquez en una entrevista en julio de 1967, “aunque también dice mentiras, porque afirma que Beatrice Trueblood y Terrazas estaban bajo sus órdenes y no fue así”. La nueva Basílica Como ejemplo de lo que puede hacerse para difundir el acervo de Ramírez Vázquez, su heredero menciona el libro de 357 páginas, La Nueva Basílica de Santa María de Guadalupe, publicado por la propia Basílica de Guadalupe y el despacho del arquitecto en 2016, en el marco del 40 aniversario de su creación. Ahí se detalla la historia de la construcción de la obra, su contexto histórico, se incluyen los proyectos, obras y arquitectos que participaron, y una memoria fotográfica. Confiesa Ramírez Campuzano que no le gustan mucho los libros de arquitectura porque se convierten en libros de fotografía con el tema de arquitectura, se pueden ver en las imágenes espacios arquitectónicos muy agradables, pero no tener mayor información. Este libro, en cambio –destaca–, contiene un artículo de Eduardo Chávez con un enfoque como historiador y teólogo “muy profundo” y a la vez sencillo. El libro explica cómo se consiguió el proyecto, el porqué de su particular forma y por qué cuenta con un solo apoyo central: “Por las condiciones del subsuelo. Bastaba con que le hubieras puesto dos apoyos para que se hubiera roto como la otra, se hubiera partido, se hubiera torcido al menos. Pero tiene un solo apoyo, es un edificio como de ocho pisos, con loza de concreto y tirantes, y sí, se va a mover, pero lo hará parejo y sin torcerse.” Los interiores consideran ya las disposiciones del Concilio Vaticano Segundo, en el cual se da la misa de frente y en español, pues antes el sacerdote daba la espalda a los feligreses y la misa era en latín. La gente va a la Basílica por diversas razones, no sólo a escuchar misa, va a celebrar, va a ver a la virgen de Guadalupe sin participar ni interrumpir la ceremonia religiosa, se dan misas en las nueve capillas superiores, hay una grande, dos laterales, una dedicada a San José y la otra al Santísimo, y hasta se hacen visitas turísticas: “El espacio te lo permite, es la funcionalidad. Es la palabrita mágica. Y este libro habla de todo ese proceso, de cómo se gestó con sus necesidades y cómo se fue llevando a cabo, con un concurso de talentos, como el de fray Gabriel Chávez de la Mora que amén de ser sacerdote es un extraordinario arquitecto.” Recuerda que en su momento el diseño fue muy criticado, porque la gente está acostumbrada a una nave convencional como la de las iglesias coloniales, y de ésta de forma redonda se llegó a decir que parecía estadio. La Basílica anterior recibía 6 millones de personas al año, la actual recibe 22 millones de personas, sin problemas de acústica o de isóptica, que permite ver a la virgen desde cualquier punto y además cuenta con una ventilación libre de tiro, “de todas estas cuestiones habla el libro.” Respeto a la intimidad El arquitecto Javier Ramírez Campuzano recuerda que comenzó a trabajar con su padre en las obras para la sede del Comité Olímpico Internacional y el Museo Olímpico, en Lausana, Suiza, abiertas en 1986. Antes lo acompañó a las reuniones del Comité Internacional de Planificación de Jerusalén. Luego ya de lleno, participó con él en el diseño de los museos de sitio del Templo Mayor, inaugurado en 1987, y de Teotihuacán, abierto en 1995. La obra arquitectónica de Ramírez Vázquez es vasta; pueden mencionarse el Auditorio Siglo XXI en Puebla (alterado por un remodelación ordenada por el entonces gobernador Rafael Moreno Valle), el Museo de Nubia en Egipto, el Centro Cultural Tijuana, el Congreso de la Unión, la Embajada de Japón en México, el Centro de gobierno de la Ciudad de Tanzania, la torre de la Secretaría de Relaciones Exteriores (hoy Centro Cultural Universitario Tlatelolco), la Galería de Historia en Chapultepec. Fue presidente de El Colegio Nacional de Arquitectos, del Comité Organizador de las Olimpiadas en México en 1968, que por primera vez en la historia organizó un programa cultural, dirigido también por el arquitecto. Condujo también el Comité Administrador del Programa Federal de Construcción de Escuelas (CAPFCE), fue secretario de Prensa y Propaganda del Partido Revolucionario Institucional durante la campaña presidencial de José López Portillo –quien ya como presidente lo nombró secretario de Asentamientos Humanos y Obras Públicas. Ramírez Campuzano explica que muchos de los trabajos y obras realizados por su padre ya no constan en sus archivos personales porque en las casas particulares, por ejemplo, se comprometió a entregar todo, incluso los planos, y “nunca quiso publicar nada de esa arquitectura, hay fotos de su casa, pero era suya. Él decía: una casa es un espacio íntimo”. Cuenta que hizo la casa de Adolfo López Mateos y un día le preguntó si podía tomarle fotografías. El político le respondió: “Señor arquitecto, ésta es su casa, venga cuando quiera, ¿para qué quiere tomarle fotos?” “Ahí entendió que la casa es un espacio íntimo y le hizo casas a mucha gente, pero entregó planos, entregó todo y no se quedó con nada, porque dijo ‘ni ahorita ni después van a saber cómo viven’. Respetaba mucho la intimidad de la gente. Esas frivolidades de ahora de exhibir las casas, tú lo ves en las revistas sociales, la imprudencia de exhibir, por ejemplo, la Casa Blanca” (de Angélica Rivera, esposa del presidente Enrique Peña Nieto). –¿Es ofensivo? –¡De verdad! En un país con tantas carencias, pues vaya, no se hace. En Europa puede parecer normal, gente que desde hace siglos tiene títulos nobiliarios que le dan un estatus por el hecho de nacer, es otra cultura y así lo expresan, pero en una sociedad como ésta se vuelve superficial y frívolo. El Museo Nacional de Antropología, abierto en 1966, fue declarado patrimonio artístico de la nación en julio de 2010. Este reportaje se publicó en la edición 2111 de la revista Proceso del 16 de abril de 2017.

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