Juan Goytisolo desde la Plaza de Marrakech

miércoles, 7 de junio de 2017 · 12:45
CIUDAD DE MÉXICO (apro).- Este domingo 4 dejó de existir el narrador, cronista, ensayista y articulista Juan Goytisolo, nacido hace 86 años en Barcelona. La muerte lo sorprendió en su casa de Marrakech, donde vivía desde hace varias décadas. Una casa situada a unos pasos de la Plaza Xemmá el Fna, que para el escritor era una de las más extraordinarias del mundo. Durante una entrevista aparecida en Proceso el 20 de abril de 2002, en vísperas de que Goytisolo viniera a México para recibir el Premio de Literatura Octavio Paz, hizo suya la defensa de esa plaza que, debido a una iniciativa suya, fue declarada Patrimonio Cultural y Oral de la Humanidad. Todas las tardes, Goytisolo se sentaba en la terraza del Café France. “A Carlos Fuentes esta plaza le recuerda al Zócalo. Desde este mismo café a él y a Silvia Lemus les impresionó mucho. Para mí es un eterno cine”, dijo de entrada. Y agregó: “Cada día hay algo nuevo, hay tal cantidad de vestidos… Me encantó el comentario de una niña, hija de unos amigos, que dijo: ‘A mí me gusta Marrakech porque todo mundo va disfrazado y siempre es fiesta’. Esta ciudad es una fiesta perpetua y un conjunto de disfraces, porque se pueden ver desde los turistas vestidos de explorador, las chicas nórdicas que van con las faldas más cortas del mundo, hasta las mujeres con traje tradicional y velo.” La plaza Xemmá el Fna está presente en varias de sus obras. Y Goytisolo expresó que cada una de las guías recomienda al visitante cómo abordarla, si bien para él “hay por dónde cogerla”. Escribió: “Pasear lentamente sin la esclavitud del horario siguiendo la mudable inspiración del gentío: viajero en un mundo móvil y errático adaptado al ritmo de los demás en gracioso y feraz nomadismo: aguja sutil en medio del pajar: perdido en un maremágnum de olores, sensaciones, imágenes, múltiples vibraciones acústicas: corte esplendente de un reino de locos y charlatanes: utopía paupérrima de igualdad y licencia absolutas: trashumar de corro en corro como quien cambia de pasto: en el espacio neutral de caótica, delirante estereofonía: panderetas, guitarras, tambores, rabeles, pregones, discursos, azoras, chillidos, colectividad fraterna que ignora el asilo, el gueto, la marginación.” Fundada hace más de 900 años, esta es una de las ciudades más importantes de Marruecos. En medio de la proliferación de sonidos, olores y visiones, sobresalen los tambores de los encantadores de serpientes. Y están ahí también los contadores de historias y de sueños. Así lo registró el narrador: “Vivir, literalmente, del cuento: de un cuento que es, ni más ni menos, el de nunca acabar: ingrávido edificio sonoro en de(con)strucción perpetua: lienzo de Penélope tejido, destejido día y noche: castillo de arena mecánicamente barrido por el mar, y servir a un público siempre hambriento de historias un tema conocido: entretener su suspenso con sostenida imaginación: recurrir si conviene a las tretas y artimañas del mimo: alterar los registros tonales desde bajo a tenor, donde los oyentes forman semicírculo en torno al vendedor de sueños, absorben sus frases con atención hipnótica, se abandonan de lleno al espectáculo de su variada, mimética actividad: onomatopeya de cascos, rugido de fieras, chillido de sordos, falsete de viejos, vozarrón de gigantes, llanto de mujeres, susurro de enanos: a veces interrumpe la narración en su punto culminante y una expresión inquieta se pinta en los niños pasmados a la incierta luz del candil.” En la entrevista, comentó que tuvo que defender la plaza de los proyectos urbanísticos del gobierno local, que pretendía hacer un estacionamiento subterráneo y un centro comercial: “Le dije que no estaba dispuesto a aceptarlo y dio marcha atrás.”

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