Centenario de Roa Bastos: la persistencia del amor patrio

viernes, 14 de julio de 2017 · 12:54
CIUDAD DE MÉXICO (apro).- Expulsado el 30 de abril de 1982 acusado de profesar ideas “bolcheviques y ultramoscovitas” por el entonces régimen dictatorial de Paraguay, Augusto Roa Bastos (1917-2005), considerado el escritor paraguayo más importante del siglo XX, recibe ahora un homenaje al cumplirse el centenario de su natalicio, al cual se suman países como Argentina, España, Francia y Portugal. En diciembre de 2016, el Congreso Nacional declaró el 2017 como el “Año del Centenario de Augusto Roa Bastos”, y por ello creó una comisión conmemorativa integrada por diversas instituciones paraguayas. Nacido en Asunción el 13 de junio de 1917, Roa Bastos contó en una entrevista con el semanario Proceso, publicada el 22 de mayo de 1982, que la decisión del gobierno de su país se basaba en su supuesta intención de “adoctrinar a las juventudes del país con dichas ideologías”, pero él aclaró: “A partir del nuevo orden mundial que se estableció en Yalta, se hizo simplemente una nueva distribución de dominio del mundo por parte de las potencias vencedoras. Por supuesto yo como escritor no puedo estar dependiente a ninguna de esas instancias de poder, ni de la URSS (Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas) ni de Estados Unidos, desde el momento en que ellos representan una concepción totalitaria de la política al servicio de intereses que no son los de la humanidad.” El semanario dio a conocer entonces una carta en la cual el narrador respondía a su gobierno y explicaba que, lejos de intentar “adoctrinar” a los jóvenes, él volvía siempre a su país con la idea de ser adoctrinado por la juventud y para nutrirse de su “realidad viva”: “No he traicionado jamás a mi patria. Ningún poder de la tierra puede pues enajenarme ni cortarme de ella con pena infamante. Procuro honrarla con lo mejor de mi vida y de mi espíritu, sin complacencias, pero tampoco sin complicidades. “Más de una vez he rechazado en el extranjero apreciables ventajas materiales y la estabilidad de puestos prestigiosos al precio de la renuncia de mi nacionalidad. Lo que hubiera significado para mí, como para todo ciudadano digno, un tráfico repudiable, la pérdida de todo decoro, el borrón de su identidad, que es el soporte raigal de su vida y destino. No he sido en parte alguna expulsado ni castigado por estas negativas. He venido en cambio al Paraguay esta vez, aparte de lo ya dicho, para inscribir a mi pequeño hijo Francisco en los registros nacionales y legalizar así la única herencia que puedo dejarle. Es bueno que su nacimiento paraguayo esté marcado por esta inicial y aleccionadora vicisitud.” Roa Bastos falleció el 26 de abril de 2005 en su natal Asunción, aunque vivió más de 40 años desterrado de su patria, en Argentina y Francia. De hecho, se considera que la mayor parte de su obra fue escrita en la ciudad de Buenos Aires. Salió de Paraguay por primera vez en 1947. Trilogía paraguaya A lo largo de sus 87 años de vida escribió una vasta obra que incluye narrativa (cuento y novela), poesía, ensayo, teatro, guiones cinematográficos, letras de canciones y colaboraciones periodísticas. Pueden mencionarse entre sus libros Fulgencio Miranda (1941), El trueno entre las hojas (1953), Los pies sobre el agua (1967), El texto cautivo (1990) y Metaforismos (1996). Destaca lo que la crítica literaria ha llamado la Trilogía Paraguaya, “o sea algo más que una novela y algo menos que la obra entera”, dice Milagros Ezquerro, investigadora de la Universidad de La Sorbona, de París, Francia: Hijo de hombre (1960), Yo, el Supremo (1974) y El fiscal (1993). La especialista cuenta que la primera vez que aparece la idea de trilogía es en una entrevista que Roa Bastos concedió a principios de 1983 a Rubén Bareiro Saguier, Oliver de León y F. Navarro, publicada con el título “La eterna guerra al imposible”. Ahí narró el escritor la génesis de esa trilogía: “Cuando estaba escribiendo Yo, el Supremo tuve la sensación de que esta novela era la segunda parte de una trilogía paraguaya que había iniciado parcialmente con Hijo de hombre. Para que esa trilogía tomara cuerpo comprendí que debía reescribir la primera obra. [...] Ese es el corpus de la trilogía, que pudiera sintetizarse en la fórmula: ‘El creador se encuentra ante tres imposibilidades que debe transformar en tres posibilidades’. [... la última obra de la trilogía] es una novela que está casi terminada y cuyo título provisorio es El fiscal.” Ezquerra cita también el fragmento de una nota en la cual también explica que Roa Bastos habla de las tres obras como un conjunto, pero además de que la tercera obra fue reelaborada casi en su totalidad: “Con Hijo de hombre y Yo, el Supremo, El fiscal compone la trilogía sobre el ‘monoteísmo’ del poder, uno de los ejes temáticos de mi obra narrativa. Después de casi veinte años de silencio, la primera versión de esta obra fue escrita en los últimos años de una de las tiranías más largas y feroces de América Latina. En 1989 una insurrección abatió al tirano. La novela quedó fuera de lugar y tuvo que ser destruida. El fruto estaba inmaduro. Un silencio de lápida resulta siempre ensordecedor. El mundo había cambiado no menos que la visión del mundo del autor. Estas cenizas resultaron fértiles. En cuatro meses, de abril a julio, una versión totalmente diferente surgió de estos cambios.” La obra tiene como tema la historia de Paraguay, el poder las dictaduras latinoamericanas. La primera abarca de 1910 a 1935. Yo, el Supremo trata sobre un personaje histórico, José Gaspar Rodríguez de Francia (1776-1840), quien llegó al poder en 1816 y se quedó en él hasta su muerte. El fiscal aborda el periodo del dictador Alfredo Stroessner, quien gobernó durante 35 años, de 1954 a 1989 en el país del sur de América, y no fue sino hasta su muerte cuando Roa Bastos pudo regresar libremente pues tenía prohibida la entrada. Edición especial Con motivo del centenario del escritor, la Real Academia Española (RAE) y la Asociación de Academias de la Lengua Española (ASALE) publicaron una edición conmemorativa de Yo, el Supremo. Dicha edición se suma a la Serie Académica, iniciada por la RAE con el Quijote, de Miguel de Cervantes. Y vale recordar que cuando el 23 de abril de 1990 Roa Bastos recibió el Premio Cervantes, en Madrid España, se refirió en su discurso de aceptación no sólo a la caída del régimen de Stroessner, sino también de los lazos entre su considerada más importante novela y el Quijote. Dijo primero: “La segunda afortunada circunstancia que realza para mí el otorgamiento del máximo galardón es su coincidencia, también augural, con un cambio histórico, político y social de suma trascendencia para el futuro de Paraguay: el derrocamiento, en febrero del pasado año, de la más larga y oprobiosa dictadura que registra la cronología de los regímenes de fuerza en suelo suramericano. “Este acontecimiento es singularmente significativo para la vida paraguaya en lo político, social y cultural, y marca la apertura de un camino hacia la instauración de la libertad y de la democracia bajo la construcción de un genuino Estado de derecho, como garantía de su legitimidad. Señala este hecho, en consecuencia, el comienzo de la restauración moral y material de mi país en un sistema de pacífica convivencia; la entrada de Paraguay en el concierto de naciones democráticas del continente. Significa, asimismo, el fin del exilio para el millón de ciudadanos de la diáspora paraguaya, que ahora pueden volver a la tierra natal, derrumbado el muro del poder totalitario que hizo de Paraguay un país sitiado.” Y tras recordar que la mayor parte de su obra la hizo en el exilio, se refirió a la obra de Cervantes: “La concesión del premio me confirmó la certeza de que también la literatura es capaz de ganar batallas contra la adversidad sin más armas que la letra y el espíritu, sin más poder que la imaginación y el lenguaje. No es entonces la literatura --me dije con un definitivo deslumbramiento-- un mero y solitario pasatiempo para los que escriben y para los que leen, separados y a la vez unidos por un libro, sino también un modo de influir en la realidad y de transformarla con las fábulas de la imaginación que en la realidad se inspiran. Es la primera gran lección de las obras de Cervantes.” Añadió más adelante: “El núcleo generador de mi novela, en relación con el Quijote, fue la de imaginar un doble del Caballero de la Triste Figura cervantino y metamorfosearlo en el Caballero Andante de lo Absoluto; es decir, un Caballero de la Triste Figura que creyese, alucinadamente, en la escritura del poder y en el poder de la escritura, y que tratara de realizar este mito de lo absoluto en la realidad de la ínsula Barataria que él acababa de inventar; en la simbiosis de la realidad real con la realidad simbólica, de la tradición oral y de la palabra escrita.” Latinoamérica, Paraguay, el poder, los problemas sociales, siguieron presentes en la vida de Roa Bastos. Así quedó de manifiesto en la entrevista que el reportero Armando Ponce le hizo al escritor, publicada el 14 de diciembre de 2003 en Proceso, cuando preparaba un nuevo libro: Mil proverbios rebeldes, en los cuales resumiría su filosofía social, política e incluso religiosa. Según Wikipedia, este trabajo y la novela Un país detrás de la lluvia, junto con su primera obra Fulgencio Miranda, además de La caspa y varias obras de teatro y guiones se perdieron tras su fallecimiento. Pero están consignados los que adelantó en la entrevista en su departamento de la calle Barrios Mangoré a Ponce, quien lo describió entonces como un hombre de ojos pequeños y mirada aparentemente triste, pero absolutamente positivo: “Son proverbios rebeldes porque cada uno expresa, de cierta manera, si no como una réplica clara, sí una resistencia a los infinitos males que nos acosan. Porque hay que ver que no solamente las pestes, las revoluciones y todas estas mortandades son terribles, sino que existe esa otra transformación interior que produce en los pueblos pestes interiores Y así vemos, por ejemplo, que hay países que hubieran podido estar a la cabeza, como Bolivia, y están todavía como detenidos en una etapa, podríamos decir, medieval.” Y entonces los aforismos: “Yo soy un especialista en fracasos.” “Mi mayor deseo es no molestar a la gente.” “Las cosas de nuestro mundo últimamente no son tan buenas, pero de todos modos hay que ponerle buena cara, porque el pesimismo no conduce a nada.” “En algunos puntos nuestras historias de México y Paraguay coinciden, por ejemplo en la necesidad de absorber la adversidad, el infortunio, lo cual es casi inevitable para nuestros países.” “Los jóvenes son verdaderos genios ocultos, desconocidos y, en muchas ocasiones, jóvenes que desaparecen así, sin ser conocidos o sin dar a conocer el talento que traen consigo. Y eso es en realidad una enorme pena.” Le habló entonces de esa constante, su país y América Latina: “El drama de Paraguay y de toda América Latina es esa especie de sangría que no cesa, porque todavía acá no hay fuentes de estímulos, de trabajo, de entrenamiento. No hay motivación que convenza a los jóvenes de que sigan trabajando, de que sigan estudiando, de que sigan descubriendo que todavía hay posibilidades de lograr un país mejor. Hay todavía una modalidad, una conciencia muy retrógrada, diría yo, de cultura, y ya en estos momentos en el mundo estamos muy por encima de lo que ha ocurrido 50 años antes.” Un año después murió y tuvo, luego de sus cuatro décadas de destierro, un funeral de Estado.

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