La Santa Inquisición vs 'El músico rebelde”
CIUDAD DE MÉXICO (apro).- Recientemente, el autor de Puebla y el Rock and Roll en los 60’s y La lucha libre en Puebla, profesor don Jesús Rojas Muñoz, nos hizo llegar su estudio de 96 páginas Ciudadanos de la Puebla procesados por la Santa Inquisición (Proyecto Espuma Ediciones, serie La voz de las letras, 2016), libro que abre con el capítulo dedicado a “Don Cristóbal Barrera: El músico rebelde”.
Aquí transcribimos el caso que recoge Rojas Muñoz contra dos músicos del siglo XVI en la Puebla de Nueva España (textos dedicados por el autor a la memoria de sus padres: señora Gregoria Ignacia y Muñoz, y señor Fidencio Rojas de Gante), completo, y dejando para el final algunos comentarios de tan severa institución medieval (cuyos ecos aún resuenan su látigo entre ciertos políticos mexicanos laicos y otros que se dicen hijos de Dios).
Dos trompetistas acusados
El acta original que contiene el levantamiento de este pleito está fechada el 9 de junio de 1536 y firmada por el propio obispo Juan de Zumárraga.
La acusación del Santo Oficio está dirigida contra los jóvenes músicos Antón Moreno y Cristóbal Barrera, dos jóvenes ejecutantes de trompeta de carácter itinerante y que regularmente trabajaban entre el puerto de Veracruz y la Ciudad de México.
Junto a los primeros instrumentalistas novohispanos que participaban en las fiestas, debemos colocar aquellos músicos olvidados que no figuraban en las nóminas oficiales ni en las historias famosas.
Estos dos acusados formaban parte de los músicos itinerantes que tocaban en un lugar y otro, muchas veces padeciendo hambre. Los músicos, que eran trompetistas a sueldo del virrey don Antonio de Mendoza, se negaron a tocar sin recibir ningún pago en el recibimiento de las autoridades de la Santa Inquisición.
En el expediente se ofrecen igualmente los testimonios de otros dos jovencitos músicos llamados Baltasar de Monzón y Juan de Froz. Uno de ellos, Monzón, manifestó “no haber visto a Cristóbal Barrera y Antón Moreno traer sus instrumentos en la procesión del recibimiento de la dicha Inquisición, yo y mi compañero estuvimos solos en el juramento que se hizo”.
Otro testigo, Pedro Díaz, dijo que los dichos trompeteros respondieron:
“No queremos ir allá a recibir a la Santa Inquisición si no nos pagan.”
Los trompeteros “se estuvieron quedos”.
Tal acusación nos demuestra los excesos del obispo Zumárraga que adopta desde la época temprana un papel intransigente y tiránico, muy de acuerdo con el sistema jerárquico de aquella primera sociedad novohispana.
Muy cerca estaba la expedición que Hernán Cortés realizó a las Hibueras [1524], a la cual había llevado a los únicos músicos trashumantes. En ese episodio tanto los soldados indígenas como españoles, ante la carencia de alimento, recurrieron al canibalismo. Como dato anotamos que el único músico que quedó vivo fue el tañedor de chirimía Bartolomé de Medrano, quien después de este episodio regresó a su natal Toledo [Nota de Canto Rodado: Robert Murrell Stevenson consta en Music in Aztec & Inca Territory que en 1544, cuando Cristóbal de Pedraza, obispo de Honduras, escribió su Relación de la Provincia de Honduras y Higueras, Medrano fue quien, de los cinco tañedores de Cortés, sobrevivió solo para poder contar que “los expedicioneros se vieron forzados a comer sus caballos para después comerse entre ellos mismos”, conforme al capítulo Aculturación. La fase colonial].
Volviendo a nuestros músicos acusados, quienes habían recibido por la cárcel la Ciudad de México, justo con la orden de que en caso de abandonarla pagarían 50 pesos de oro en minas, en sus defensas y reclamaciones, Cristóbal Barrera toca [sic] a Fray Juan de Zumárraga aduciendo que no era su prelado, ya que Zumárraga era obispo de Tlaxcala, y el acusado dijo ser vecino de la Puebla de los Ángeles.
Al no pertenecer a la jurisdicción del acusador, dicha acusación fue olvidada y el acusado Cristóbal Barrera regresó a la Ciudad de Puebla a trabajar como trompetista en celebraciones.
Vela, soga y mordaza
El libro de Jesús Rojas Muñoz originalmente había sido publicado por Editorial 7 Días (http://radiobuap.com/2015/10/hubo-inquisicion-en-puebla/), tres años antes de esta nueva edición al cuidado de Francisco Jaimes (dchumsa@gmail.com y teléfono 55 2705 5355).
En la parte introductoria denominada “El Santo Oficio de la Inquisición”, Rojas Muñoz explica que “el primer Tribunal Inquisitorial para juzgar delitos contra la Fe nació en el año 1220, a petición del emperador alemán Federico II”.
(ver video: https://www.youtube.com/watch?v=Ic52ULZknIc)
Según el autor, los tribunales inquisidores se formaron en 1242, y ya desde entonces “la Iglesia admitió el uso de la tortura a través de la llamada Santa Inquisición para conseguir la confesión”. En el México de 1524, Fray Martín de Valencia, fue comisionado de la Inquisición “aún siendo franciscano”. Valencia ejecutó a tres reos. A la llegada de los Dominicos en 1526, fue comisario el dominico Fray Domingo de Betanzos.
“El primero que fungió como inquisidor fue Fray Juan de Zumárraga, quien formó proceso a un indio, señor principal de Texcoco y nieto del Rey Nezahualcóyotl, a quien hizo quemar vivo…”
Los principales instrumentos de tortura eran los siguientes: Tratado de cuerda o tormento de polea; la rueda; los cordeles; el brasero; las tablillas o planchas; el potro y el garrote. Veamos otras “curiosidades” mencionadas:
Instalaciones del Santo Oficio de la Inquisición.- Sala de Audiencia: Aquí se presentaba al acusado y se le leían los supuestos delitos. Cámara de secreto (de tortura): Bajo tortura se confesaban los reos sus “supuestos delitos”. Capilla: Lugar de oración para el condenado. Sala de juzgado: Donde el inculpado escuchaba su sentencia. Aposentos: Sitios de descanso para inquisidores, alcaldes y portero. Cárceles y calabozos: Lugares horrendos, sin ventilación ni luz y escasa comida; ahí se cometían toda clase de tropelías contra los acusados.
Principales delitos que perseguía el Santo Oficio.- Herejía: No creer en Dios y los sacramentos de su Iglesia; Judaizante: Seguidor de la religión judía; Blasfemia: Ofensa a la religión mediante el acto o la palabra; Apostasía: Renegar de los sacramentos de la Iglesia y renunciar a la religión; Idolatría: Venerar otras imágenes no cristianas; Brujería y Hechicería: Uso de brebajes a base de hierbas y actos de encantamiento.
Sodomía: Practicar o hacer practicar el homosexualismo y el acto lésbico; Posesión de obras de arte contrarias a la Iglesia y lectura de libros prohibidos; Actos supersticiosos: Ridiculizar a la Iglesia, rezos contrarios a la religión; Mal vivir: Observar mala conducta, prostitución, actos contrarios a la moral; Mal cristiano: No cumplir correctamente con el dogma; versos, canciones y bailes contrarios a la fe católica [subrayado de Silencios.Alteraciones].
Penas que imponía el Santo Oficio: Confiscación de bienes. Pena de muerte en la hoguera y a garrote vil. Exilio de la localidad. Prisión. Azotes. Sambenito (prenda de vestir con cruz amarilla del Santo Oficio). Reconciliación (confesión y prisión). Galeras. Rechazados y suspendidos. Reprimenda. Vela, soga y mordaza.
Son más de una veintena de casos los que presenta Jesús Rojas Muñoz en este estudio del Santo Oficio en Puebla, entre ellos, los del célebre poblano don Martín de Villavicencio Salazar, alias Martín Garatuza, “gran pícaro poblano y precursor de nuestra Independencia”; Agustina de Santa Clara, “la que azotó a Jesucristo por sugestión del demonio”; María Marta de la Encarnación, La embustera; José Antonio Rojas, El matemático y Micaela de San José, Profesa del velo negro.
(ver https://www.youtube.com/watch?v=hHAd9G-YUWY)