Ramón Xirau, místico de la sabiduría

sábado, 19 de agosto de 2017 · 12:48
Para Ana María Xirau, con un abrazo fraterno. CIUDAD DE MÉXICO (Proceso).- Se ha ido un grande de México y España, cuyo legado de sabiduría perdurará por siempre en el mundo de las ideas donde moran eternamente los espíritus superiores. Humanista y maestro ejemplar, Ramón Xirau consagró su vida y su obra a alcanzar el ideal socrático de buscar, amar y exaltar la verdad, la belleza y el bien; además de ser un educador de almas. En una época dominada por el nihilismo y la banalidad materialista, la herencia intelectual y ética de Xirau se yergue como una guía de luz para recordarles a los desencaminados que la dignidad humana debe merecerse. Al igual que Platón, Ramón supo que el amor es filósofo y, por ende, que no hay conocimiento sin la pasión por conocer. Con espíritu celebratorio, Xirau concilió la poesía con la filosofía, la palabra con el silencio y la razón con la fe. Alcanzó así el silencio contemplativo, aprendido de San Juan de la Cruz. El pensamiento filosófico y poético de Ramón Xirau gira en torno a dos ideas centrales: lo sagrado y el sentido de la presencia. Inspirado en un verso de Jorge Guillén –“Soy, más: estoy, respiro”–, Xirau se convirtió en el filósofo de la presencia, del estar en el mundo y en el tiempo, esa imagen móvil de la eternidad (San Agustín). El ser humano es finito, la vida es pasajera, pero tiene sentido: “El sentido de la presencia no es otro que el sentido de la contemplación” –escribe el filósofo Xirau. El estar en el mundo, aquí y ahora, puede tener un significado trascendente y aspirar a un más allá de nuestro mundo inmediato, sensible y fugaz. El poeta Xirau lo expresa así: “No hay lugar ni espacio ni tiempo donde estés tú; / no hay círculos ni claras esferas. / Escuchemos, ojos mortales, en el silencio, / concentrados, vivos, atentos, en el silencio. / Hacia tu mar penetran lentas barcas, / penetran lentamente nuestras barcas”. Para Ramón Xirau, la naturaleza –y la vida misma– es lo que Mircea Eliade llama hierofanía, es decir, una manifestación de lo sagrado (del griego hieros, sagrado, y phainomai, manifestarse). Por tanto, su sentido de la presencia refiere a una presencia sagrada. Las cerezas, las estrellas, las naranjas, el mar, los árboles, los ríos, la mujer, son manifestaciones de lo sagrado o imágenes móviles de la eternidad. A esa dimensión sagrada puede accederse (o no) a través de la razón, la imaginación o la fe. Y, ciertamente, mediante la poesía de Ramón: “No sé si el tiempo nos busca anillo de luz … / Mundo: ejercicio de los equilibrios leves / cae y no cae en el atardecer encendido / no sé si nos ve en las yedras del templo. / ¿Nos mira, nos mira, nos mira Sinnombre? / Sé que el silencio estalla en las fresas vivas / de la tarde”. Su pensamiento es una vía de reconciliación del hombre consigo mismo, un reencuentro con la integridad vital del ser humano en la que los conceptos platónicos Eros (la vida emotiva), Mythos (la imaginación y la fantasía) y Logos (la razón), así como la iluminación de la fe y el amor (San Agustín, San Anselmo), conviven en feliz armonía. Al igual que Unamuno, Xirau sabía que el pensamiento surge de la vida y debe retornar a ella, coincidiendo con la “razón vital” de Ortega y Gasset. No obstante, advirtió que el hombre debe ser consciente de su propia finitud y no pretender erigirse en ser absoluto. Si bien convino con Sófocles en que, de todas las maravillas de la naturaleza, la más grande es el hombre, Xirau se opuso a la deificación del ser humano propuesta por Feuerbach –“el único dios del hombre es el hombre mismo”– así como a la muerte de Dios anunciada por Nietzsche, junto con la llegada del Superhombre, que supuestamente vendría a sustituirlo. En el ensayo titulado “Lo sagrado y la crisis de nuestro tiempo”, Xirau argumenta que la crisis del mundo actual tiene su origen en la eliminación del sentimiento de lo sagrado o, lo que es peor, en la sustitución del objeto de culto: “¿No son sagrados o quieren sustituir al ser verdaderamente sagrado los nuevos diosecillos inventados por los hombres y aun este nuevo dios que sería el hombre mismo?”. La idea de Dios, de lo Sagrado –lo numinoso, de Rudolf Otto– está en el núcleo del pensamiento de Xirau, pero nada más alejado de él que el dogmatismo. El filósofo poeta no pretende imponer nada a nadie, simplemente quiere compartir su pensamiento, con la generosidad y humildad que lo distinguieron. La trilogía Dos poetas y lo sagrado (1980), Cuatro filósofos y lo sagrado (1986), y De mística (1992), es una deliciosa muestra de la profundidad y belleza de las ideas y metáforas que Xirau comparte con Juan Ramón Jiménez y César Vallejo; Teilhard de Chardin, Heidegger, Wittgenstein y Simone Weil; Meister Eckhart, San Juan de la Cruz y Edith Stein; lo mismo que con María Zambrano, Lezama Lima, Borges, Octavio Paz y tantos otros poetas y pensadores. Con Henri Bergson, Xirau piensa que existe un impulso de amor, un impulso místico sin el cual “la civilización o incluso toda presencia humana sobre la tierra no podría desarrollarse”. (El desarrollo y las crisis de la filosofía occidental, 1975). Sin la intención predicadora de Maimónides, Xirau nos ha legado con su obra una suerte de guía para los perplejos, partiendo de la convicción o creencia de que, además de historia, el hombre es conciencia en busca de Dios; o, para decirlo en palabras de George Steiner, experimenta una nostalgia de absoluto. “Toda poesía verdadera se acerca a lo sagrado”, escribe el filósofo Xirau en Palabra y silencio (1968). “Todo es claro, sencillo. / Mirad: / el mundo es tal y como se ve”. La poesía de Xirau nos conduce al límite de lo decible y lo indecible, y al llegar al umbral de lo Sagrado, nos invita al silencio contemplativo del Misterio. “Mediodía. Todo es silencio y en la roca /el mirar Tuyo crece, nunca / visible, mas visible eternamente”. Imbuido del furor divino postulado por Marsilio Ficino, Ramón Xirau se ha integrado a la Suma Luz del Paraíso de Dante, para al fin conocer –junto con Einstein– los pensamientos y la belleza suprema de Dios. Gracias, Ramón. Disfruta. Este análisis se publicó en la edición 2128 de la revista Proceso del 13 de agosto de 2017.

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