Caricaturista en Proceso
Fiel a la función social del caricaturista quien señala los abusos del poder contra los desposeídos, con las armas del dibujo y del humor Rius colaboró en Proceso desde su primer número de 1976. Fue una “delicia” trabajar con Julio Scherer pues no había censura, escribió en sus memorias Mis confusiones (Grijalbo, 2014). Y aunque eventualmente se vio obligado a dilatar y suspender las entregas de su cartón semanal por problemas personales, hasta el final de sus días consideró a Proceso “la mejor revista de nuestro pobre país, tan urgido de ser informado con dignidad, veracidad y respeto”.
CIUDAD DE MÉXICO (Proceso).- Entre las múltiples actividades que desempeñó Eduardo del Río, Rius, a lo largo de sus 83 años (“seminarista, burócrata, embotellador, vendedor de jabones, office boy, cajista, encuadernador, profesor de facto, enterrador en una funeraria del Distrito Federal”), está la de haber sido caricaturista de este semanario.
Así se consigna en la contraportada del volumen en formato de cuadernillo, de 166 páginas, Rius en Proceso, publicado en 1983, en el cual el fallecido escritor Federico Campbell, autor del prólogo y a la sazón responsable de la edición de libros en Proceso, reunió 160 cartones del también historietista, quien fue convocado por Julio Scherer García desde que éste dirigía el periódico Excélsior.
Relata el monero en el libro Mis confusiones. Memorias desmemoriadas (Grijalbo, 2014) que dos días antes del golpe al periódico orquestado por el entonces presidente Luis Echeverría, el periodista le envió un telegrama a Cuernavaca para que acudiera a las oficinas en Bucareli. Supuso que sería para invitarlo a colaborar al lado del también caricaturista Rogelio Naranjo, pues se rumoreaba que su cartonista estrella Abel Quezada dejaría el diario. La agresión al periódico impidió el encuentro. Años más le preguntó a Scherer para qué le había escrito y él le respondió que no lo recordaba.
Frente al silencio del resto de la prensa mexicana, el tema del golpe a Excélsior fue abordado por Rius en un número especial de Los agachados, donde se incluyeron dibujos suyos, así como de Naranjo y Magú, textos del ingeniero Heberto Castillo y una homilía que el obispo Sergio Méndez Arceo leyó el domingo 11 de julio de 1976 en la catedral de Cuernavaca. Ese número fue reproducido facsimilarmente en una edición especial de Proceso, publicada a 40 años del golpe, titulada El atentado contra Excélsior, que incluyó un texto de los escritores Vicente Leñero y José Emilio Pacheco, Relación de los hechos.
Posteriormente, al constituirse la revista, fue invitado Rius:
“Poco tiempo después, un telefonazo de don Julio cimbró los huesecillos de mi oído: me llamaba para incorporarme a una nueva revista (Proceso) que harían casi todos los antiguos periodistas salidos de Excélsior. Compartía páginas con Naranjo, así que el humor en Proceso estaba a cargo de dos michoacanos, aunque no de los Templarios.”
Rius colaboró desde el primer número del semanario, aparecido el 6 de noviembre de 1976, con un cartón que si hoy se publicara sería absolutamente vigente y comprensible su lectura: La imagen de una moneda de un peso, con el perfil de José María Morelos, yéndose al fondo del mar, llevándose consigo al PRI y a la confianza.
Consideró “una delicia” trabajar con Scherer pues no había censura, aunque aprendió en diálogo con el entonces director de esta publicación y Vicente Leñero, subdirector, que en ocasiones era mejor la autocensura, para no arriesgar la fuente de trabajo, que publicar “una rica mentada de madre al gobernante”, dice también en sus memorias.
“Hay que saber hasta dónde podemos llegar en la crítica sin poner en peligro a la revista y sin poner a sufrir de más a don Julio y a Vicente Leñero, que sudaban para decidir si un cartón se publicaba, sufrían al cuidar, palabra por palabra, la portada de la revista. Nuestros cartones (sobre todo los de Naranjo) fueron varias veces culpables de que la presidencia (de López Portillo o de Miguel de la Madrid) retirara publicidad a Proceso («No pago para que me peguen», ladró don López Portillo).”
El volumen se editó con motivo de los 80 años del creador de Los Supermachos. Fue glosado en estas páginas por Tomás Domínguez, en el número 1965 (29 de mayo de 2014), en donde se seleccionaron algunos fragmentos autobiográficos, como el siguiente:
“Habló de los presos y desaparecidos políticos, la reforma política, la corrupción, la eterna codicia de Estados Unidos por el petróleo y las riquezas mexicanas, el derecho a la información y la libertad de prensa, el dedazo y el tapado, la deuda externa, la televisión como un medio para desinformar o deformar la realidad, la carestía, entre muchos otros temas:
“…mediante el chispazo de una caricatura”, dijo Campbell, plasmó su visión de México y del acontecer nacional:
“La suya es una lectura del país naturalmente distinta a la que se hace desde el poder. Ve de otra manera las cosas. No cree, por ejemplo, que al Presidente lo elijan directamente los ciudadanos ni que la deuda externa sea una solución para los mexicanos ni que el petróleo esté redundando ya en una riqueza distribuible. Tampoco en la inexistencia del desempleo ni en la existencia de una policía como debe ser y como se supone que existe desde el otro Poder. No es que todo lo vea negro (ahí están sus libros La panza es primero, Cristo de carne y hueso, Cuba para principiantes, El yerberito ilustrado) sino que no logra acoplarse a la contemplación color de rosa y triunfalista de los sucesivos gobiernos priistas y sus amigos los industriales y los financieros.”
Contrasta las visiones, la del poder y la de Rius, que ve desde la sociedad, no desde los “corredores de Palacio”, sino en el campo, las cantinas, las universidades…
“El lector sabrá cuál de los dos puntos de vista compagina mejor con la realidad nacional.”
En el número 76 de este semanario apareció por primera vez la historieta Los compadres (hasta el número 92 de agosto de 1978, en total 12 entregas), en la cual retrató diversos personajes del pueblo, quienes comentaban algún asunto de la actualidad. En esa ocasión el tema fue el enriquecimiento de los políticos. Firmaba acompañado de una leyenda: “Fábula con moraleja del disidente señor Rius”.
Llegó el momento en el cual dejó de publicar en estas páginas:
“Con el paso de los años se me empezó a dificultar la colaboración en Proceso (no había todavía computadoras), al tener que estar yendo cada semana a México a entregar el trabajo. Yo hacía todavía la historieta y me sentía cada vez más cansado de sobrellevar ese trajín. Se me había presentado una oportunidad (única y soñada) de un viaje a China que llevaría más de un mes, de modo que, con dolor de mi corazón medio estropeado, dejé de hacer la historieta y de colaborar en Proceso. Quise regresar luego, pero alguien en la revista me dijo que los que salían de Proceso no podían ya volver. Que era una ley no escrita, pero que pertenecía al pensamiento no escrito de don Julio.
“Ya don Julio no trabaja en Proceso. Ni Vicente. La revista, obviamente, ha bajado un poco en calidad y contenido. Está cada día más dedicada a informar de la vida y milagros de los narcotraficantes –los nuevos dueños de medio país– lo que (me) resulta fatigoso y masoquista de leer. Los monos de Naranjo ya no son los de antes, Monsiváis y Pacheco se han ido, etcétera, etcétera. Y sin embargo, la revista sigue siendo la mejor de nuestro pobre país tan urgido de ser informado con dignidad, veracidad y respeto. ¿Qué sería de México sin Proceso? En otros países quién sabe cuántos gobiernos ya hubieran caído por sus denuncias. Pero en México es tanto el cinismo de los gobernantes, que usan la revista para presumir que en México hay libertad de prensa… aunque en el fondo les vale mother lo que les echan en cara. El (buen) periodismo en México es como Juan el Bautista en el desierto: se la vive pegando de gritos que nunca llegan a Los Pinos, donde nadie oye, ni ve (ni lee).”
En realidad, sí volvió a colaborar. En la edición especial 21, con motivo del 40 aniversario de la novela Cien años de soledad, de Gabriel García Márquez, realizó la historieta Guia turística de la República de Macondo, en la cual retomó para los lectores de este espacio a su despiadado y certero sentido del humor.
Este texto se publicó en la edición 2128 de la revista Proceso del 13 de agosto de 2017.