De manos (III)
OAXACA, Oax. (Proceso).- Mi madre recordaba las manos azules de mi abuelo Ta Gil Toledo cuando regresaba de trabajar en las pilas de añil, recuerda también las sábanas con las que se tapaban porque el abuelo las utilizaba para secar la pasta de añil y éstas dejaban un azul intenso en el centro que se iba degradando hacia las orillas.
Contaba que el abuelo las levantaba de las sienes a ella y a sus hermanas y decía en el zapoteco de los ixtaltepecanos, “goce, goce”, eso tal vez quiere decir “crece, crece”, pero mi madre no me supo decir el significado.
En el libro Historia general de las cosas de Nueva España, de fray Bernardino de Sahagún, en el mes de Izcalli, mencionan esta ceremonia:
“También hacían otra ceremonia, que tomaban con las manos a los niños y niñas apretándoles por las sienes (y) los levantaban en alto; decían que así los hacían crecer, y por eso llamaban a esta fiesta izcalli, que quiere decir crecimiento.”
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Las manos en Juchitán
Taga’na’.
Taga’na’ significa “señor que toca” o “señor mapache”. Los zapotecos de Juchitán dicen que es un personaje de hábitos nocturnos, que va de manera sigilosa a las casas ajenas, para tocar el sexo de las mujeres mientras duermen en los patios, debido al intenso calor. Una vez logrado su deseo no deja de olerse las manos, se vuelve como un mapache que toca el agua y a cada rato se está oliendo las manos. Ahora ya casi no se sabe de él porque ya no existen los patios comunales. La gente le puso barda a sus casas. Lo que queda del taga’na’, es la palabra taganero, con el sufijo “–ero” del español que se le agrega a los oficios. Así se le dice a los varones que son muy efusivos con las mujeres: biree la’ taga’na’ cadi ma’ caxubinou’ naa: “quítate de aquí taganero, no me estés manoseando”.
En los velorios que se hacen en Juchitán aún se sigue hablando del ta’ga’na’, un ejemplo es este relato del “aprendiz”.
[caption id="attachment_500097" align="aligncenter" width="1200"] De manos, por Toledo.[/caption]
El aprendiz
Yo también quiero oler mis manos en la noche como lo hace el mapache –le dijo el joven a un anciano–. Vengo a que me enseñes, a que me digas cómo debo de llegar hasta el catre o la hamaca donde duermen las mujeres. Quiero saber cómo alzar la sábana que las envuelve, que no sientan cuando las mire, cuando las toque, cuando mis dedos recorran sus entrepiernas y lleguen hasta el camino de las aguas. Antenoche fui y tuve suerte porque la mujer que me tocó tiene el sueño pesado.
El anciano lo miró y le dijo:
–Córtate el cabello, deja que tu cabeza quede como una jícara. Ve desnudo y embárrate el cuerpo con sebo, cuando camines no recargues los pies, camina de puntitas y lleva tortillas untadas con manteca, para que puedas dominar a los perros. Prepárate, conoce las rutas de salida.
“Hay mujeres que tienen el sueño ligero, esas son las más difíciles, porque a veces sienten cuando las miras. Antes de que las toques ya abrieron los ojos. Cuando griten ya sabrás por dónde ir. Huye, pero no vayas a tu casa. Ten siempre un lugar donde tengas una muda de ropa y un canasto para que digas que vienes de la pesca.”
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Texto: Víctor Cata
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Mano Poderosa “Na ndxo´”
Cuentan que antes de la llegada de los españoles los zapotecas del Istmo ya tenían una deidad llamada “Na ´ndxo´” (mano poderosa).
Si los campesinos en su andar por el campo se encontraban alguna rama de árbol que tuviera la forma de una mano, era un buen augurio. Era bueno para la cosecha, la salud y la familia.
En caso de que la rama se encontrara seca, dispuesta para su corte, el campesino podía cortarla y llevarla a su hogar para su adoración.
Se dice que cada uno de los dedos de la mano poderosa representaba al ser humano como centro del universo acompañado de los cuatro elementos, agua, tierra, fuego y aire.
En un lugar llamado “Monte Grande” los pobladores adoraban a esta deidad y la celebraban en grande, quienes recuerdan haber vivido esto cuentan que los niños bailaban en círculos una canción tarareada y se pintaban la cara de rojo plasmando la forma de una mano.
[caption id="attachment_500095" align="aligncenter" width="1200"] "Las manos poderosas", de Graciela Iturbide.[/caption]
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Informante: José Ángel Santiago
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La poesía y las manos
En “Carta de creencia” (de Octavio Paz), también de “Árbol adentro» (1987), uno de los poemas más comprometidos con su fe, la imagen preside la estrofa que condesa su creencia profunda y el espíritu de su poética.
Amar es tener ojos en las yemas,
palpar el nudo en que se anudan
quietud y movimiento.
Después, en medio de “Soliloquio”, ese extraño poema dejà-vu fechado en 1991, en el vaivén de la caída en la memoria, la imagen reaparece como un súcubo en unos tensos versos que duran años
el deseo y sus ojos que tocan,
sus manos que miran,
su alcoba que es una gota de rocío,
su cama hecha de un solo reflejo,
el deseo,
obelisco tatuado por la muerte,
la cólera en su casa de navajas,
la duda de cabeza triangular,
el remordimiento, su bisturí y su lente
Y en 1996 –en el último poema que escribió en su vida, “Respuesta y reconciliación”–, en el que la mujer sigue siendo “el animal con ojos en las manos”…
En 1976, Bona dibujó la imagen:
Ojo en las yemas de una mano a la que agrega nalgas y vaginas y penes. Y luego (André Pieyre de) Mandiargues escribiría un poema sobre ese dibujo:
En mi ensoñación me encuentro en
( tantos cuartos
donde la piel se complace en
( cubrirme los ojos
y no veo más que aquellos que en las
( yemas de los dedos
para mejor cegarme dibujó Bona.
( “Reverie” en L´Ivre Oeil.
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Del libro Los idilios salvajes. Ensayos sobre la vida de Octavio Paz, de Guillermo Sheridan.
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Noche en claro
Niños feroces gatos salvajes
dos plantas ariscas enlazadas
dos plantas con espinas y flores súbitas
Sobre el abrigo de ella color fresa
resplandeció la mano del muchacho
las cuatro letras de la palabra Amor
en cada dedo ardiendo como astros
Tatuaje escolar tinta china y pasión
anillos palpitantes
oh mano collar al cuello ávido de la vida
pájaro de presa y caballo sediento
mano llena de ojos en la noche del cuerpo
pequeño sol y río de frescura
mano que das el sueño y das la resurrección.
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Fragmento de “Noche en claro”, de Octavio Paz
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Bestiario para los dedos de mi mano derecha
1
Pulgar, diente flojo de un caballo.
Gallo para sus gallinas.
Cuerno de un diablo. Gordo gusano
que han atado a mi carne
en la hora de mi nacimiento.
Se necesitan cuatro para contenerlo,
para obligarlo a inclinarse, a medias,
hasta que el hueso comienza a sollozar.
Córtalo. Puede cuidarse por sí solo.
Echar raíces en la tierra
o salir a cazar con los lobos.
2
El segundo señala el camino.
El verdadero camino. La senda cruza la tierra,
la luna y algunas estrellas.
Mira con atención: apunta aún más lejos.
Apunta hacia sí mismo.
3
El cordial sufre un dolor de espalda.
Tieso, sin habituarse aún a esta vida,
un viejo de nacimiento. Busca algo
que tenía y perdió,
algo que hay en la palma de mi mano.
Busca como un perro que se sacude
las pulgas,
con un colmillo afilado.
4
El cuarto es un misterio.
A veces, cuando mi mano
descansa sobre la mesa
salta por sí solo
como si alguien lo llamara por su nombre.
Tras cada hueso, dedo,
acudo a él, perplejo.
5
Algo bulle en el quinto.
Algo perpetuamente a punto
de nacer. Débil y sumiso,
su roce es amable.
Pesa lo que una lágrima.
Limpia el polvo de tus ojos.
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El jefe contrata
Quiero un hombre que no tenga nada que ganar.
Quiero que su cara diga: no hay más que perder.
Quiero ver, por sus manos,
que las horas no le importan,
que continuará trabajando,
que la paga nunca será justa.
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Del libro El sueño del alquimista, de Charles Simic
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Sonetos de Carlos Pellicer a Frida
III
A Frida, enviándole un anillo adornado con el cero maya.
Cero a la izquierda, nada. Yo te digo:
toma esta nada, póntela en un dedo.
Nada en un dedo llevarás sin miedo.
La nada poderosa del mendigo.
Te veo por la nada de un postigo
y eres la cifra que alcanzar no puedo.
Ante tu fuerza saludable quedo
igual a un árbol hueco y enemigo.
Cero sin fin a la derecha es tuyo.
Si pienso en ti –robándote–, destruyo
toda la cobardía que me llena.
Nada soy. Todo tú. Con nuestra vida
llena de soledad, yo soy la arena
y tú la raya horizontal sufrida.
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Fragmento de los sonetos que Carlos Pellicer escribió a Frida
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Oda a tus manos
Yo en un mercado
o en un mar de manos
las tuyas
reconocería
como dos aves blancas,
diferentes
entre todas las aves:
vuelan entre las manos,
migratorias,
navegan en el aire,
transparentes,
pero
vuelven
a tu costado,
a mi costado,
se repliegan, dormidas, en mi pecho.
Diáfanas son delgadas
y desnudas,
lúcidas como
una cristalería,
y andan
como
abanicos
en el aire,
como plumas del cielo.
Al pan también y al agua se parecen,
al trigo, a los países de la luna,
al perfil de la almendra, al pez salvaje
que palpita plateado
en el camino
de los manantiales.
Tus manos van y vienen
trabajando,
lejos, suenan
tocando tenedores,
hacen fuego y de pronto chapotean
en el agua
negra de la cocina,
picotean la máquina aclarando
el matorral de mi caligrafía,
clavan en las paredes,
lavan ropa
y vuelven otra vez a su blancura.
Por algo
Se dispuso en la tierra
que durmiera y volara
sobre mi corazón
este milagro.
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Autor Pablo Neruda
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[caption id="attachment_500098" align="aligncenter" width="1200"] De manos, por Toledo.[/caption]
Las manos en las historias de Sahagún
De la mano de la mona
1.- Tenía otra abusión, y aun todavía la hay: los mercaderes, y los que venden mantas, procuraban de tener una mano de mona.
2.- Decían que teniéndola consigo, cuando vendían, luego se les vendía su mercancía, y aún ahora se hace esto; y también cuando no se vende su mercadería, a la noche, volviendo a su casa, ponen entre las mantas dos vainas de chilli, (y) dicen que les dan a comer chilli para que luego otro día se vendan.
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Acertijos
¿Qué cosa y cosa que se toma en una montaña negra y se mata en una estera blanca?
Es el piojo, que se toma en la cabeza y se mata en la uña.
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Adivinanzas
¿Qué es aquello que apunta al cielo con las manos?
Es el maguey que alza sus espinas.
¿Qué es lo que tiene la cara blanda, el cogote duro encajado en la carne?
Es el dedo de la mano que tiene de una parte la carne blanda y de la contraria, una uña encajada. (Versión de Sahagún)
¿Qué es frente de carne metida está?
También es el dedo.
¿Qué es lo que va por un valle y va dando palmadas con las manos, como la mujer que hace pan?
Es la mariposa que va volando. (Versión de Sahagún)
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Del libro Historia general de las cosas de Nueva España, de Fray Bernardino de Sahagún.