Mujeres zoques: 25 años de lucha en defensa de su territorio

viernes, 25 de agosto de 2017 · 12:40
TUXTLA GUTIÉRREZ, Chis. (apro).- A lo largo de 25 años las indígenas zoques han luchado por incidir en el derecho que tienen a la tierras, en la defensa del territorio y los recursos naturales, por eso ahora son las más férreas opositoras a los megaproyectos mineros y petroleros que amenazan la región, asegura María Sánchez, habitante de Chapultenango, abogada y defensora del territorio en esta zona de la entidad. Invitada a participar en el encuentro "La lucha del pueblo zoque frente a los proyectos de despojo", organizado por Otros Mundos AC/Amigos de la Tierra, la activista indígena tiene clara la lucha que han librado desde 1992, luego de que la reforma salinista al 27 constitucional marginó a las mujeres de su derecho a la tierra. Al hablar sobre la participación de las mujeres zoques, María dice que para muchos no parece muy "normal" que las mujeres estén en la lucha y los movimientos sociales. Luego señala que, en tiempos ancestrales, cada familia tenía cierto territorio que le correspondía y allí trabajaba junto con sus hijos. Se dedicaban únicamente a la agricultura porque la visión de sus ancestros es que el creador los hizo de barro, de tierra, y que ellos no pueden ni deben estar lejos de la tierra. “Hay esa doble dependencia: la dependencia del ser humano a la tierra y de la tierra al ser humano”, explica la activista. Enseguida comparte que, bajo esa visión, las mujeres zoques legalmente nunca han tenido un papel que diga que “la tierra es nuestra”, pero por muchos años, antes de 1992, tenían la libertad de andar en todo el ejido, buscando leña, quelites, leña y todo lo que hay en las montañas para hacer sus alimentos. Pero fue en 1992, con la reforma salinista del 27 constitucional, cuando se inician los parcelamientos de los ejidos y esta acción del Estado mexicano vulneró los derechos a la propiedad de las mujeres zoques. “Para nosotras legitimó y naturalizó la dependencia patrimonial y económica de las mujeres hacia los hombres. Se empezó a invisibilizar el trabajo y la contribución que hacían las mujeres zoques en la producción y la explotación de la tierra y sus recursos”, refiere María Sánchez. Luego indica que al otorgarle la titularidad de la tierra sólo a los varones, excluyó a las mujeres no sólo de la tenencia de la tierra, sino también de la vida comunitaria y de los espacios donde las ellas antes podían opinar sobre lo que veían bien o mal dentro de la vida comunitaria. “Pero con la reforma agraria, ya las mujeres no podíamos estar en estas asambleas porque el reglamento decía que, en las asambleas ejidales o comunitarias, sólo podían asistir los que tenían derecho a la tierra, es decir, hombres en su mayoría. Muy pocas viudas podían estar, en caso de no tener hijo varón”, menciona. También agrega que, ante esta vulnerabilidad, las mujeres zoques empezaron a reunirse y discutir sobre el tema. Muchas mujeres expusieron entonces que querían estar nuevamente muy involucradas en los asuntos de las comunidades y en la toma de decisiones, que querían ser tomadas en cuenta, que su palabra se escuchara y que sus propuestas se analizaran a profundidad para seguir viviendo en comunidad. Y fue así que ellas empezaron a participar en la lucha por la recuperación de tierras que inició después del 1994. Muchas mujeres empezaron a ser ejidatarias, a participar e incidir en las asambleas y a estar en organizaciones. Muy sigilosamente empezaron a trabajar en la reivindicación de sus derechos. Querían ejercer sus derechos como ciudadanas, a heredar la tierra, a tener el patrimonio familiar, a la salud, “a decidir libremente cómo ejercer nuestra maternidad”. “Queríamos sobre todo tener acceso a la educación, porque al aprender a leer y entender el español, nos permitía comunicarnos con las demás compañeras mujeres que estaban en otras regiones”, expone María en el conversatorio organizado por Otros Mundos AC, parte de la Red Mexicana de Afectados por la Minería. Ella recuerda que empezaron a incidir y a ocupar puestos comunitarios. Primero los de servicios, como en los comités de salud y de madres de familia. Entonces, al darse cuenta que podían ocupar y ejercer estos espacios con eficiencia, consideraron que ya estaban listas y habían demostrado a los hombres que las mujeres igual podían buscar y aspirar a otros espacios políticos y comunitarios. “En 1997 empezaron a decir que queríamos ser agentes municipales en Chapultenango. Y en 2009 ya había cinco compañeras agentes municipales. Luego se contó con una regidora propietaria que fue incluida en el ayuntamiento”. “Ahora las mujeres, aunque no estemos reconocidas por la reforma agraria, en las asambleas ya se nos reconoce el solar y ya podemos usar las parcelas para sembrar. Cuando una mujer está sola, se le presta una parcela para que siembra maíz y frijol. Y cuando pierde a su esposo, la mujer queda con la casa. Logramos estos pequeños avances”, dice María. Pero ahora que se les vino “encima” la licitación de los pozos petroleros de la Ronda 2.2, que conllevaría al despojo de unas 84 mil 500 hectáreas en la zona zoque de la entidad, ellas fueron las primeras en protestar. Alerta que en la región se pretenden abrir doce pozos petroleros “que van a afectar a nueve de nuestros municipios --Francisco León, Tecpatán y Ostuacán, Chapultenango, Ixtacomitán, Ixtapangajoya, Solosuchiapa, Pichucalco y Sunuapa”, e que eso va a cambiar completamente el ecosistema. “No estamos de acuerdo con estos megaproyectos. Aunque nos digan que nos van a dar todo, sabemos que no es cierto”, sentencia la activista. “Lo que más nos mueve es que sin tierra, no tenemos vida. Mientras el territorio siga siendo de la comunidad y tenga ríos y agua, nosotras tenemos suficiente para vivir: si la tierra nos regala nuestro producto y nos da la cosecha, podemos comer y no necesitamos el efectivo”, acota. También asegura que ahora están dispuestas a caminar con los hombres en esta lucha social contra el despojo. “Pero bajo esta constancia de que también nosotras somos parte de este territorio y que queremos también el uso y el disfrute de esa riqueza natural que nuestra Madre Tierra nos dio. Las mujeres que participamos en el movimiento, muchas nos fuimos sumando por voluntad propia porque creemos que la lucha tiene una causa justa, que es defender la vida por nuestros hijos y por el futuro de todos”, concluye María Sánchez.

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