Con los Jefes de Kansas, un guardia 'sui generis”

domingo, 17 de septiembre de 2017 · 09:30
A sus 26 años, el canadiense Laurent Duvernay-Tardif ya tiene casi todo resuelto. La NFL lo considera “el hombre más interesante” de la liga. Y el gigantón oriundo de Quebec se afana en cumplir su compromiso deportivo con los Jefes de Kansas City, con la fundación que creó para inculcar el ejercicio físico entre los infantes, pero sobre todo se siente realizado porque muy probablemente en mayo próximo se titule como médico. El jueves 7 participó con su equipo en el juego inicial de la temporada de la National Football League. MONTREAL (Proceso).- Laurent Duvernay-Tardif está a punto de graduarse en la Universidad McGill, en esta ciudad. Sólo le falta tomar un curso de anestesiología y presentar su examen, programado para mayo de 2018, para ser médico. Cuando lo haga, habrá cumplido su máximo sueño, acariciado desde su infancia. Por lo pronto debe preparar su retiro del deporte profesional, pues actualmente es guardia en la formación ofensiva del equipo rojinegro de los Jefes de Kansas City, cuya playera, con el número 76, viste. Hacerlo le llevará tiempo pues el pasado 27 de febrero Duvernay-Tardif firmó una extensión de contrato con el equipo por cinco años más, a cambio de 41.2 millones de dólares. El jueves 7 participó con su equipo en la victoria de los Jefes sobre el campeón, Patriotas de Nueva Inglaterra, en el juego inaugural de la nueva temporada de la National Football League. La cadena estadunidense ESPN y el diario Kansas City Star definieron a Duvernay-Tardif como “el hombre más interesante de la NFL”. Hay razones para creerlo. Duvernay-Tardif “es uno de los guardias de mayor proyección. La extensión del contrato es todo menos una casualidad”, sostiene Charles Sinotte, comentarista de la cadena TVA Sports. “No sabemos cuánto tiempo más Laurent estará activo. Dependerá por supuesto de su condición física. La trayectoria promedio de un jugador en la NFL es de 3.2 años. Es un deporte muy exigente”, comenta Sasha Ghavami, un abogado de 25 años y el mejor amigo de Duvernay-Tardif. Hace varias semanas el jugador estuvo en Montreal, donde encabezó un evento de la fundación que creó para inculcar la actividad física en los niños de su país. Cientos de ellos estuvieron presentes en el evento y convivieron con él. Horas después se regresó a Kansas City para los trabajos de pretemporada. Además del futbol americano y la medicina, a este imponente joven canadiense de un metro con 97 centímetros de estatura y 148 kilos le gusta tocar el violín, hacer pan, coleccionar arte, maniobrar un velero y también es auxiliar en una unidad de pediatría. Y aunque le gusta el Medio Oeste de Estados Unidos, según confiesa, no esconde su adoración por su natal provincia de Quebec y Montreal. De hecho, dice, piensa ejercer la medicina en un hospital montrealense. Llama la atención la singular figura de Duvernay-Tardif, sobre todo porque las ligas profesionales de los deportes más seguidos del orbe –incluido el futbol americano– han estado inmersas desde hace décadas en los escándalos: acusaciones de dopaje, casos de violencia doméstica, racismo y consumo de estupefacientes. Duvernay-Tardif lo sabe. “Hay comportamientos reprobables –dice–, es cierto. Eso es lo que más atrae a los medios”. Pero aclara: “La gran mayoría de los que participamos en la NFL mostramos disciplina y compromiso”. Vida multicolor Laurence Duvernay-Tardif nació el 11 de febrero de 1991 en Mont-Saint-Hilaire, población quebequense a 30 kilómetros de Montreal. En la infancia mostró interés por diversos deportes, incluido el futbol americano. También se involucró en varios proyectos: preparación de aderezos, crianza de pollos; incluso apoyó a su familia en la producción de bebidas espirituosas. El entorno familiar es un elemento decisivo para comprender la personalidad del jugador. Es nieto de Guy Tardif, quien fungió como diputado y ministro de Transportes durante el gobierno de René Lévesque, la mayor figura nacionalista en la historia de Quebec. El abuelo abandonó la política y se dedicó a producir vino y sidra. Francois Tardif, padre de Laurent, es un ingeniero agrónomo que laboró con dedicación en ese proyecto familiar y fue recompensado con diversos premios. El jugador de Los Jefes de Kansas City frecuentó una escuela alternativa basada en la pedagogía Waldorf y desde el principio soñaba con un futuro entre estetoscopios y quirófanos. “En mi familia siempre ha existido la idea de luchar por tus pasiones, de arriesgar”, cuenta el futbolista. Tenía ocho años cuando sus padres, sus hermanas y él emprendieron un viaje en un velero por aguas caribeñas. La aventura se prolongó 12 meses, periodo en el cual Laurent aprendió a pescar y a navegar. Por las tardes, recuerda, repasaba sus contenidos escolares. “He tenido la suerte de crecer en una familia poco convencional. Aprendí muchas cosas que agradezco. Por eso siento el compromiso de aportar a la sociedad”, comenta al reportero mientras se acaricia su espesa barba. En los últimos grados de secundaria, Duvernay-Tardif comenzó a interesarse de lleno en el futbol americano. Lo veía sólo como un pasatiempo, pues su ilusión profesional era la medicina. Años después, los padres de Laurent abrieron Le pain dans les voiles (El pan en las velas), una reputada panadería en el este de Montreal. “Con un poco de ayuda inicial, él podría tener su propio establecimiento. Sabe preparar buen pan”, cuenta Guylaine Duvernay, madre de Laurent. Amigo y agente Sasha Ghavami es el artífice de su éxito en la NFL y también su agente. “Nos conocimos a los 17 años en el colegio André-Grasset de Montreal. El deporte nos unió rápidamente, pero Laurent era el que destacaba”, comenta Ghavami a Proceso. En esos años Ghavami tenía un conocimiento enciclopédico de la NFL, pero su figura era más parecida a la de un boxeador de peso mosca que a un corredor de poder de Los Vaqueros de Dallas. Duvernay-Tardif sorprendía ya tanto por su físico como por sus actuaciones con el equipo colegial. Los dos jóvenes hicieron un pacto entre bromas: si Laurent llegaba por azares del destino al deporte profesional, Sasha sería su agente. Y así fue. En 2010, al terminar el bachillerato, Duvernay-Tardif olvidó presentar los exámenes de ingreso a la carrera de medicina en dos universidades francófonas. La opción restante era pasar las pruebas en la Universidad McGill. Tenía dudas sobre su nivel de inglés, pero esta institución goza de gran prestigio académico, además de que cuenta con un equipo de futbol americano que miraba su incorporación con buenos ojos. El rendimiento de Laurent era alto en las aulas y su desempeño entre yardas le granjeaba cada vez mayor reconocimiento. En 2013 obtuvo el trofeo al mejor liniero ofensivo del circuito universitario canadiense y se preguntó si llegar a la NFL era un pensamiento descabellado o una meta a su alcance. Decidió intentarlo. Duvernay-Tardif tomó el teléfono y llamó a Ghavami, quien todavía estudiaba leyes. “Necesito de tu apoyo. Varias personas me han contactado, pero no les tengo confianza”, dijo Laurent. Aún le restaba un año para graduarse en medicina, pero habló con las autoridades de la Universidad McGill para proponerles un plan: dejaría de estudiar, pero una vez que encontrara espacio en un equipo profesional, volvería a las aulas de enero a mayo hasta concluir con todas sus asignaturas. Estuvieron de acuerdo. Ghavami comparó datos del rendimiento de su amigo con algunos jugadores de la NFL y se dio cuenta que eran muy similares. El futuro abogado no contaba con certificación para representar a Laurent, por lo que contactó a Chad Speck, un agente estadunidense, y lo incluyó en la aventura. Duvernay-Tardif pasó varios meses ejercitándose en Estados Unidos. Sin embargo, no fue invitado al NFL Combine, el campo de entrenamiento donde participan los mejores prospectos universitarios frente a los atentos visores de los equipos profesionales. “La NFL es altamente competitiva. Si un jugador es muy bueno, sin duda alguna lo contratarán”, cuenta Ghavami. Enseguida describe el plan B que ideó para Laurent: organizar una sesión especial de entrenamiento en Montreal para representantes de escuadras. Ese día, Duvernay-Tardif mostró sus habilidades sudando a raudales delante de los enviados de nueve equipos de la NFL. Laurent dejó una gran impresión. Recibió ofertas de conjuntos profesionales de Canadá, pero su ambición apuntaba más allá. Poco tiempo después, fue seleccionado por Los Jefes de Kansas City en el draft de la NFL en mayo de 2014. Ghavami había dado en el clavo. Entre Kansas City y Montreal La única condición que puso Duvernay-Tardif a Los Jefes de Kansas City era vivir en Montreal de enero a mayo para proseguir con su formación en medicina. “Varios equipos dudaban de mi implicación en el juego al saber que deseaba continuar con mis estudios. En cambio, en Kansas City lo vieron como una muestra del compromiso que pongo en mis proyectos. Tengo mucho respeto por Andy Reid”, añade Laurent. Reid es su entrenador en jefe. Duvernay-Tardif comenta que fue bien recibido en el vestidor, aunque no niega algunas sorpresas: “Soy un canadiense francófono. Al principio entendía muy poco de la jerga que usan los jugadores. Me fui adaptando”. Es probablemente la persona con más apodos en la liga: “Pronunciar mi nombre completo para mis compañeros resulta una proeza. Me llaman de varias formas: Frenchie, LDT, Doc, Larry. También se extrañan de que continúe mis estudios de medicina”. Laurent comenzó con pocas actuaciones en el campo, pero poco a poco fue encontrando lugar en la alineación titular. “Es un jugador muy completo. Es muy rápido a pesar de su corpulencia, algo imprescindible en su posición. Muestra mucha agresividad en la cancha. En la Universidad McGill le decían Dr. Kill. También ha exhibido inteligencia al realizar con éxito la transición del futbol universitario canadiense a la NFL. Sabe leer muy bien el juego”, afirma Charles Sinotte, comentarista de la cadena TVA Sports. En los últimos años, el tema de las conmociones cerebrales en el futbol americano ha ocupado abultadas páginas en la prensa. Duvernay-Tardif está al tanto de los peligros, aunque dice que vale la pena jugar. “Hay riesgos en este deporte, como en otros más, pero si piensas en eso obsesivamente no puedes darlo todo en la cancha. Estar con tus compañeros en un estadio donde 80 mil personas te detestan es una sensación indescriptible”, afirma. El canadiense funge como consejero de Biometrics, una empresa tecnológica que provee sensores para medir los impactos en los cascos. Guylaine Duvernay confiesa que al principio era un manojo de nervios al ver a su hijo en acción; ahora disfruta más con los partidos: “Laurent me ha explicado diferentes aspectos del juego”. En su charla con Proceso, Duvernay-Tardif subraya que mucha gente asocia el futbol americano únicamente con golpes, cuando en realidad es un deporte que requiere de alta estrategia. Comenta que él y sus compañeros pasan más tiempo revisando jugadas y en charlas tácticas que practicando con el casco puesto. Sus colegas saben que Duvernay-Tardif proyecta actitud espartana en el emparrillado y posee una personalidad especial. Conduce en Kansas City un automóvil de segunda mano, pasa los trayectos en avión leyendo los gruesos libros que guardan los secretos de la medicina y, además, muestra sensibilidad hacia el arte. “Mi abuela tenía una colección de pinturas. Me enseñó mucho a apreciarlas. Hay gente que no tiene acceso a esta esfera. Por eso es importante que las personas tengan la oportunidad de conocerla”, agrega. En diciembre de 2015, Laurent invitó a cinco linieros ofensivos de su equipo al ballet, específicamente a ver la obra El Cascanueces. “Les gustó mucho. El único detalle negativo fue que los asientos eran muy incómodos para nuestra corpulencia”, afirma con humor. Comenta que gracias a sus compañeros conoce cada vez más las particularidades de la cultura estadunidense. Uno de los pocos gustos que Laurent se da con la chequera es la adquisición de obras de la nueva ola de artistas plásticos canadienses. Además de su abuela, otra persona ha sido su cómplice estética: su novia Florence, egresada de la carrera de Bellas Artes en la Universidad de Quebec en Montreal y quien ha trabajado ya en la Bienal de Venecia. La pareja tiene seis años de relación. Asimismo, Duvernay-Tardif es embajador de Papier, una muestra de arte contemporáneo que se organiza cada año en Montreal. Los meses que pasa en la ciudad canadiense, Laurent tiene el don de la ubicuidad: cursos universitarios, estancias en hospitales para acrecentar conocimientos (firma ahí autógrafos con asiduidad), actividades de su fundación, reuniones familiares, apariciones televisivas. Reside en Montreal en un departamento ubicado en una zona de clase media y se mueve en bicicleta. Si uno se lo cruza por la calle, parece un estudiante más, sólo que su corpulencia puede levantar las sospechas de estar frente a un jugador de futbol americano. Aunque quizás lo más adecuado sea referirse a Laurent como un futuro médico que, mientras tanto, triunfa en la NFL. Este reportaje se publicó el 10 de septiembre de 2017 en la edición 2132 de la revista Proceso.

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