"El seductor" o cuando el Diablo se hace presente
CIUDAD DE MÉXICO (apro).– Un hombre en apariencia desvalido, con una herida de guerra en la pierna, cae en una casa decente donde un grupo de mujeres sureñas cristianas son educadas con buenas costumbres.
Cabe mencionar que hace tres años que la Guerra Civil de Estados Unidos comenzó y el hombre en cuestión (Colin Farrell) pertenece a los soldados de la Unión (norte). En medio de ello, el deseo carnal desatará cosas funestas.
Ése es el escenario donde ocurre la historia de la cinta El seductor (The Beguild, EU-2017), de Sofia Coppola. Se trata de un filme un poco insípido —aunque con una fotografía estupenda, llena de claroscuros—, cuyo esbozo de personajes se queda a medio camino entre el estereotipo y la riqueza del arquetipo.
En la trama, el soldado McBurney es rescatado por una niña de 12 años de la escuela para señoritas que comanda la señora Martha (Nicole Kidman). Por su buen corazón, la pequeña decide que debe llevar al soldado con su maestra y compañeras para que le curen las heridas. Por supuesto, hay cierta reticencia de las mujeres del colegio, puesto que McBurney forma parte de las filas del enemigo. Sin embargo, por su educación cristiana, aceptan atenderlo.
La estancia del soldado despierta pasiones entre las mujeres de la escuela con él, quien sabiéndose deseado se enrola en un juego de seducción como si fuera el Diablo tentando a buenas mujeres; aunque luego las cosas dan un giro interesante. Además de Kidman y Farrell, Kirsten Dunst y Elle Fanning forman parte del elenco con roles importantes para la trama.
La cinta, por un lado, refleja el machismo y la misoginia de una sociedad como la contemporánea. En las acciones del soldado se aprecia a un hombre que cree tener el poder de disponer de las mujeres como si fueran objetos y sin consecuencia alguna.
Por otro lado, la dirección de Coppola se percibe cautelosa al explorar la personalidad y las pasiones de las mujeres de la cinta, lo que se traduce en un ritmo lento y pesado que, por momentos, nos hace perder el interés en el destino de los personajes.
Quizá hubiera estado bien que Coppola se animara más a explorar las contradicciones de los valores que tienen los sureños y los cristianos.
En un balance final, la cinta no mantiene un buen equilibrio, carece de fuerza suficiente para llevarnos a la catarsis que uno espera.