El concierto del Día del Médico en la UNAM

jueves, 2 de noviembre de 2017 · 09:56
CIUDAD DE MÉXICO (apro).- Con un singularísimo concierto de los orígenes de la música académica mexicana en la Sala Nezahualcóyotl, interpretada por la orquesta juvenil Eduardo Mata –bajo la batuta artística de Gustavo Rivero Weber-- y solistas invitados, los universitarios celebraron el Día del Médico. El afortunado encuentro fue titulado Los médicos y los músicos a 150 años de la restauración de la República, preparado por el violinista y compositor Samuel Máynez y la Facultad de Medicina de la UNAM, bajo el patrocinio del grupo empresarial distribuidor de productos farmacéuticos Nadro, cuyo presidente, Pablo Escandón, es descendiente de Antonio Escandón Garmendia, mecenas en el siglo XIX de músicos nacionales (tan destacados como Melesio Morales y Aniceto Ortega) y un extranjero, (Aleksandr Borodin), todos a su vez médicos. El cartel seleccionado por Máynez para el 25 de octubre encendió en la audiencia un crisol de sentimientos tan claros y armónicos como la acústica del incomparable auditorio. La música elegida es resultado de una labor que se remonta a un par de años, con vísperas a celebrar el Sesquicentenario del Conservatorio Nacional de Música, de ahí que el programa de mano fuera elaborado por el intérprete y sus alumnos de esa institución. Así que a los sonidos de músicos y cantantes se anudó en el público al conocimiento de una relación apenas atisbada en México: la de compositores y médicos, que fue concentrada por Máynez mediante intervenciones de cada pieza. Además del rector Enrique Graue Wichers, otros dos sobresalientes universitarios representaban al gremio médico en la primera fila, al lado de Pablo Escandón: su antecesor José Narro Robles, hoy secretario de Salud, y Germán Fajardo Dolci, director de la Facultad de Medicina. Máynez agradeció a Escandón y Fajardo el apoyo como cabezas del evento, pues “las partituras que exhumaremos no están al alcance y nos requirieron pesquisas, permisos y una labor musicológica que las actualice”. Y al presentar el programa señaló: “Baste decir que hoy renacerá la obra de varios compatriotas que dieron la vida por su arte y por darnos una patria más nuestra”. Así, para la sección dedicada a la música de Aniceto Ortega, anticipó: “¡Quién mejor que Aniceto Ortega para respaldar lo que quiero decir! Muy pocos como él pueden envanecerse de haber consagrado su existencia íntegra, tanto a los rigores de la profesión médica como a las exigencias de la carrera musical, y además distinguiéndose en ambas. “Es por eso que la figura central de este concierto será la del doctor Ortega del Villar. Mas comencemos de inmediato con la introducción de su episodio Guatimotzin. Vale esclarecer, nada más, que se estrenó en 1871 en el Teatro Nacional y que desde entonces no ha vuelto a reponerse (…)”. De ahí que en su momento se refiriera a la Elegía a Jacobo Ortega que “compuso para mitigar el pesar por la muerte de su cuarto hijo”, haciendo alusión a los sismos recientes en el país: “Con la ejecución de la obra no podemos evitar solicitarles que, al final de la ejecución prescindamos de los aplausos y hagamos un minuto de silencio por las víctimas del terremoto. Y, sobre todo, que nos solidaricemos, con el espíritu entrelazado, con los padres que perdieron a sus hijos bajo los escombros…” Así, además de Aria de Hernán Cortés y Elegía y otras composiciones de Ortega (1825-1875), como las marchas Zaragoza y Republicana, se desplegaron Vals. Addio a Fitenze de Melesio Morales (1839-1908), Todes lied de Theodor Billroth (1829-1894), Vals Amistad de Tomás León (1826-1893), Marcha franco-mexicana para gran orquesta de Alfred Bablot (1827-1892), Romanza l´adioo, para barítono, arpa y orquesta de Julio Ituarte (1845-1905), Serenata de Aleksandr Borodin (1833-1887), y Romanza de Agustín Balderas (1826-1882). Los intérpretes A medida que Máynez presentaba las obras y a sus autores, hacía la mención de los solistas invitados: James Pullés, pianista; Rogelio Marín, tenor; María Teresa Frenk, pianista; David Rodríguez, pianista; Betsabé Urdapilleta, soprano; Josué Cerón, barítono; Alondra Máynez, arpista; Samuel Máynez, violinista; Carlo Máynez, violonchelista; Fernando Saint Martin, pianista. Sobre Morales apuntó: “¿Quién fue Melesio Morales? Digamos sucintamente que si contamos con Conservatorio fue porque una ópera suya le calló la boca a los incrédulos sobre la capacidad del mexicano para componer. Su Ildegonda se representó en el Teatro Nacional y su éxito se trocó en una estadía en Europa. Fue don Antonio Escandón, quien proporcionó los medios para que Morales saliera de México, y para que su Ildegonda se montara en un teatro florentino. Al cabo de su estancia en la ciudad de Los Medici, Melesio compuso el siguiente vals que lleva un agradecimiento implícito al mecenazgo, dejándolo así por escrito: ‘Ya saben quién es Escandón para mí, para México y para todo el mundo. Para mí, y no me disgusta repetirlo por toda la eternidad, Escandón ha sido un segundo padre; por él soy artista y por él el mundo me considera’.” Acerca dela Marcha Franco-Mexicana --que fue ideada para la Exposición Universal de París de 1889--, el violinista expuso: “Nos llena de satisfacción sacarla hoy de las tinieblas y con ello poder contribuir al rescate de su figura, pues Bablot encarna al extranjero sabio que abandona su patria --nació en Burdeos-- para avecindarse en otro país --llegó en 1850 a México-- donde desplegó un amor genuino por la tierra adoptiva. Asimismo, es de agregar que era un liberal de hueso colorado, caricaturista, crítico musical, pianista y miembro de la Sociedad Filarmónica Mexicana. La marcha es una metáfora de las pulsiones vitales que agitaron su alma binacional…” También hizo hincapié en la figura de Julio Ituarte: “Además de haber sido uno de los mejores pianistas mexicanos del siglo XIX, fue un compositor prolífico y un continuador del nacionalismo musical iniciado por el doctor Ortega. Sus maestros de piano fueron Agustín Balderas y Tomás León y él, a su vez, fue profesor de Ricardo Castro y Felipe Villanueva. Tocante a su producción se sabe que escribió muchas piezas de salón con más de 120 habaneras para piano y varias óperas y zarzuelas que siguen inéditas”. Y aunque dijo que en torno a la relación entre Aniceto Ortega y Tomás León “se ignota todo”, resaltó que en Vals Amistad “se pone de manifiesto que entre ellos se creó un vínculo afectivo que acabó desafiando al tiempo”. Agregó: “Fueron colegas en el Conservatorio, consocios de la Sociedad Filarmónica y podemos deducir que el cariño que se gestó entre ambos fue de gran hondura. Para reafirmarlo hay que señalar que León comenzó a escribir una Elegía para su amigo Aniceto, quien murió a los 50 años en 1875, mas quedó trunca…” Para desembocar en el último tramo del concierto, Máynez propuso “un ejercicio de imaginación”: “Estamos en el Gran Teatro Nacional, lleno con más de dos mil espectadores. Es el primero de octubre de 1867 y si levantamos la vista hacia el palco presidencial veremos a Benito Juárez. En el escenario hay una orquesta y diez pianos ocupados por veinte pianistas que tocarán a cuarenta manos. Entre ellos reconocemos a Tomás León, Alfred Bablot, Julio Ituarte, y Agustín Balderas. El individuo que empuña la batuta es nada menos que Aniceto Ortega. Está a punto de invitarnos a que votemos por alguna de las Marchas que compuso para darle gusto a Juárez, quien insiste en que nuestro Himno Patrio debe vetarse. No sólo por su descarada loa a Santa Anna, sino por ser obra de un músico extranjero… Es parte clave del proyecto de restauración republicana en acto. “Acorde con la historia, la marcha más aplaudida será la Zaragoza, que después tiene letra y funge como himno nacional hasta los albores del Porfiriato, pero no sería infructífero volver a escucharla con oídos vírgenes y decidir si seguimos prefiriéndola por encima de la Republicana… la nueva votación resonará en esa conciencia patria que nos demanda un cambio de actitud hacia el pasado que nos forjará y el porvenir que nos ha dejado con un proyecto de nación que no cuajó en beneficio de la mayoría… “Es justo que sea la Universidad Nacional Autónoma de México aquella que vuelva a retomar la estafeta juarista y que el universitario Aniceto Ortega sea uno de sus portadores…”

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