Amistad peligrosa

sábado, 11 de noviembre de 2017 · 09:37
CIUDAD DE MÉXICO (Proceso).- En la Feria del Libro del Zócalo encontré la traducción al español del libro Fortunes of Feminism de Nancy Fraser, publicado por Traficantes de Sueños en colaboración con el Instituto de Altos Estudios Nacionales de Ecuador. Fortunas del feminismo es posterior a Iustitia Interrupta. Reflexiones críticas desde la posición “postsocialista”, donde Fraser presenta las tres dimensiones de su teoría de la justicia: la redistribución en la esfera económica, el reconocimiento en el ámbito sociocultural y la representación en lo político. En esta obra la politóloga analiza cómo ésta fase del capitalismo cambió el contexto para los movimientos feministas, resignificó sus objetivos emancipatorios y reorientó el sentido de sus luchas. Fraser plantea que al neoliberalismo le resultó muy conveniente el movimiento feminista, porque en este momento del capitalismo se necesitaba que las mujeres entraran masivamente al mercado laboral asalariado y el discurso feminista del “empoderamiento” de las mujeres lo hizo parecer como un avance progresista. De ahí que esta profesora de la New School for Social Research diga que el movimiento feminista se ha terminado enredando en una “amistad peligrosa” con el neoliberalismo. Fraser se refiere a que las feministas en el norte, es decir, en Estados Unidos y Europa, no fueron conscientes de cómo estaba cambiando el territorio bajo sus pies, y desarrollaron una perspectiva política dirigida a cuestiones identitarias y culturales, poco interesada en la política económica y los derechos laborales. Principalmente el feminismo estadunidense se vio representado por el sector de mujeres de élite, de clase media alta, con educación superior, cuyo proyecto era “romper el techo de cristal”. Estas feministas avalaron una perspectiva meritocrática para ascender en la escala corporativa y llegar a los más altos puestos, y olvidaron la situación de la gran masa de mujeres que tienen dos o tres trabajos, además de que se hacen cargo del trabajo doméstico, y aun así no pueden ganarse decorosamente la vida. Para romper esa “amistad peligrosa” del feminismo con el neoliberalismo, Fraser plantea que, para empezar, es necesario comprender la crisis sistémica del capitalismo y sus modos de producción de valor. Luego es imprescindible librar una lucha en dos frentes al mismo tiempo. La primera consiste en desmantelar las jerarquías de estatus tradicionales que impiden la participación de las mujeres en la vida social; y la segunda implica batallar contra nuevos modos de subordinación impuestos por el mercado, modos que “intensifican la explotación laboral, disminuyen la protección social y presionan la reproducción hasta una situación límite”. Fraser y otras feministas insisten en que si se pretende transformar el orden social, hay que combatir la precarización laboral (el brutal desempleo, la falta de cobertura de seguridad social, lo miserable de los salarios y las pensiones, la descomposición del sindicalismo y la erosión de los derechos laborales), pero incluyendo en esa agenda el trabajo doméstico y de cuidado. La reivindicación política del cuidado, desde la mirada de Fraser, no consiste en una serie de actividades, sino en una perspectiva política que toma en cuenta cómo los mandatos de género de la cultura (“lo propio” de los hombres y “lo propio” de las mujeres) inciden en la repartición de las tareas de crianza infantil y cuidado de personas ancianas, enfermas o con alguna discapacidad. La vulnerabilidad de los seres humanos requiere cuidados en distintos momentos de la vida, y hay que luchar por el derecho a ser cuidado cuando se lo necesite. Uno de los desafíos principales del proyecto de la izquierda –y no sólo en México– estriba en resolver y solventar los requisitos de ese trabajo de cuidado que requieren los seres humanos en sus distintos momentos de vulnerabilidad: al nacer, al crecer, al enfermar, al envejecer, etc… Fraser concluye que para lograr una sociedad más democrática e igualitaria, realmente emancipadora, más allá de lo que haya que hacer en cada país, no hay una solución que no implique grandes cambios a escala global. Ella señala que para transformar toda la estructura económica mundial hay que controlar al capital financiero internacional; también hay que crear instituciones democráticas e igualitarias a nivel global que ayuden a luchar contra el cambio climático; y tomarse en serio la cuestión de la vulnerabilidad humana que necesita cuidados. Por eso ella apunta que entre los grandes problemas que aquejan a la Humanidad está el de dotar a ese proyecto de refundación de bases humanas un marco ecológico, de mecanismos de control de las finanzas y de formas sociales de cuidado de los seres humanos. Fraser subraya la posibilidad de aliarse con otras fuerzas para transformar la protección social en un mecanismo fundamental que sirva para afirmar el control democrático sobre los actuales procesos de mercantilización destructivos y desbocados. La suya es una propuesta que nuestra izquierda debería estar debatiendo, pues tengo la impresión de que nuestros partidos políticos de izquierda tienen una escasez de propuestas y de ideas al respecto. Ojalá me equivoque. Este análisis se publicó el 5 de noviembre de 2017 en la edición 2140 de la revista Proceso.

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