Cuando el teatro se vuelve enemigo del público

jueves, 16 de noviembre de 2017 · 10:43
CIUDAD DE MÉXICO (apro).- Los géneros con los que las obras son concebidas tienen una razón de ser, en especial cuando el autor es uno de los más grandes dramaturgos de todos los tiempos. El noruego Henrick Ibsen escribió el drama Un enemigo del pueblo en 1883. El mexicano David Gaitán, por su lado, decidió escribir una versión en 2017, hacerle cambios al texto sin ton ni son y convertirlo en comedia. El gran acierto del original es que trata de una historia de crítica política donde todos tienen, a su manera, la razón. El Dr. Stockmann descubre que las aguas del balneario --principal entrada de capital al pueblo-- están contaminadas. Él hará todo por la salud de la gente, pero su hermano, el Alcalde, tratará de ocultar la verdad para no llevar al pueblo a la quiebra. En la nueva versión, el doctor --representado por Luis Rábago-- es un personaje risible, misógino, guarro y gruñón, al cual no sólo es imposible tomar en serio, sino que desata el odio del espectador desde la primera escena. Al inicio de la puesta, una voz de mujer indica las instrucciones para que el público utilice pistolas de burbujas repartidas aleatoriamente en algunos de los asientos. Se pide a los afortunados dispararlas cada vez que consideren que el personaje tiene una actitud “reprobable.” El experimento tiene varias consecuencias: la primera y más notoria, que durante toda la representación el sonido de los juguetes y las burbujas interrumpen la obra de forma muy molesta; la segunda (en esta función), mostró la mojigatería de los asistentes --escandalizados ante cualquier palabra altisonante--; y, por último, la doble moral de los espectadores, que ríen de las líneas denigrantes del doctor --por ejemplo, hacia su mujer-- mientras con la mano desaprueban la actitud. Sin embargo, no es ninguna de estas la intención principal del montaje, sino –como se advierte hacia el final-- criticar al público por sentirse con la libertad de juzgar a los demás. ¿Es entonces válido pedir tu opinión y luego regañarte por haberla dado? La agresión directa al espectador al seguir las instrucciones sugeridas en la convención resulta violenta y confusa, una trampa que dirige al final deseado, sin arriesgarse a que la reacción no coincida con ello. El texto original cuestiona a su sociedad --Noruega, siglo XIX--, y es vigente hasta nuestro tiempo y espacio. He ahí la fuerza de los clásicos: su posibilidad de tratar los temas universales. ¿Sería necesario cambiar el género original para llegar a nuestro público? El resultado es una serie de personajes simples que parecen ir cumpliendo sus caprichos. La escenografía está a cargo de Alejandro Luna, quien con su maestría y el presupuesto de la Compañía Nacional de Teatro crea espacios llenos de detalles que funcionan para que la acción se desarrolle. Cuestiona Ibsen en la obra: “¿Qué es más importante, tener el poder o la razón?” Enemigo del pueblo tiene, en definitiva, el poder. La cortísima temporada comenzó el 9 y finaliza el 19 de noviembre. Los jueves y viernes a las 20 horas, sábados a las 19 horas y domingos a las 18 horas, en el Teatro Julio Castillo del Centro Cultural del Bosque (Paseo de la Reforma y Campo Marte S/N, Miguel Hidalgo, Polanco Chapultepec).

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