No quiero comenzar el año nuevo...

sábado, 6 de enero de 2018 · 09:45
CIUDAD DE MÉXICO (Proceso).- El 2018 es un año de elecciones presidenciales, y no quiero comenzar el año nuevo con campañas de odio, con grescas interpartidarias, con saboteos mediáticos. Tampoco quiero el alud de anuncios electorales, la invasión de publicidad política, el gasto inmenso en propaganda. Muchísima gente –de todas las preferencias electorales– está irritada y harta del nivel de dispendio. Las campañas son ridículas, y el gasto, deplorable. Las figuras políticas parecen sordas y ciegas al clamor ciudadano: “bájenle”.  Tanta ceguera y sordera no auguran nada bueno. En julio la ciudadanía votará… o no. Algunos expresarán su deseo por determinado proyecto político, otros su rechazo a cierto partido o candidato, y el desaliento llevará a algunos a anular su voto o a abstenerse de votar. Mientras tanto, tenemos la difícil tarea de criticar las acciones y discursos de quienes compiten electoralmente. Además de pronunciarnos en relación a sus propuestas, necesitamos promover verdaderas condiciones de diálogo, mejores canales reales de comunicación, por donde transite la crítica de ida y vuelta, y para recordarles a los candidatos que una preferencia política no es un cheque en blanco. Por eso, en este año no quiero callarme las discrepancias. Se está enrareciendo el clima político que priva entre personas que estamos del mismo lado, pero que pese a ello tenemos diferencias. Aunque también existen conflictos similares, y peores, del otro lado, elijo hablar del maltrato que empieza a surgir entre las personas que nos consideramos de izquierda. Me preocupa principalmente la resistencia a la crítica: o se suscribe en bloque todo lo que dicen y hacen las figuras de nuestra opción política, o se es una enemiga. ¡Uf! No ajustaré mi conciencia a la moda. ¡Qué vigente es hoy esa frase de Lillian Hellman, una escritora estadunidense que en 1952 fue citada a declarar sobre sus actividades y relaciones personales frente al House Committee on Un-American Activities (HUAC), un grupo de diputados e investigadores anticomunistas que habían iniciado una “cacería de brujas” presionando a los intelectuales para que denunciaran a otros intelectuales que se suponía tenían actividades sospechosas de “antiamericanismo”! La actitud íntegra de Hellman quedó plasmada en su respuesta al HUAC en una carta que se volvió famosa. Escribió: I cannot and will not cut my consciente to fit this year’s fashions (algo así como No puedo y no quiero recortar mi conciencia para que se ajuste a la moda de este año). Dos décadas después, Hellman publicó Tiempo canalla, una breve y espléndida memoria de esa época donde relata las presiones que aguantó y los obstáculos que enfrentó por haberse negado a delatar. No ajustaré mi conciencia a la moda. Cuando hoy las feministas de izquierda expresamos nuestra discrepancia ante las insólitas y deprimentes alianzas PRD/PAN y Morena/PES, otras compañeras feministas nos descalifican diciendo que le estamos haciendo el juego a nuestros enemigos. ¿En serio? ¿Por discrepar nos convertimos en enemigas? ¡Órale! Lo que estamos haciendo es solamente no “ajustar nuestras conciencias a la moda” y decir lo que pensamos de ese pragmatismo asqueroso. Sin embargo, la actitud airada de quienes militan en los partidos que se han aliado con la derecha hace que muchas personas prefieran callar. Así de denso está el clima político. En este tiempo canalla o se es incondicional o se es traidor a la causa. La incapacidad de escuchar las críticas y las discrepancias muestra que quienes han armado las alianzas se creen demasiado por encima de quienes los cuestionamos. La opción es fácil: o estás conmigo o estás contra mí. De esta manera se fortalece el espíritu sectario, pues no se aceptan más que cómplices y se rechazan las interpelaciones. Y si algo es vital para cualquier figura política es contar con apoyo crítico. Nadie es perfecto. Aun el más lúcido y preclaro de nuestros líderes es humano, ergo, falible. Sólo escuchando y mirando atentamente a los otros es posible rectificar la línea y/o las acciones políticas. Indudablemente, para que surjan formas eficaces de escucha e interlocución se requieren muchas cosas. Sin embargo, una que está en nuestras manos es precisamente la de abrirse a las críticas, despojarse de la idea de que quienes piensan distinto son enemigos. Otra, indispensable, es exigir un el debate público, que en México hace mucha falta. No quiero comenzar el año nuevo teniendo que escuchar los discursos autorreferentes de siempre. Quiero más debates públicos, no los tradicionales, acartonados y previsibles, que son patéticos monólogos, sino debates al estilo de otros países, donde las personas que contienden por un puesto se confrontan con ideas, contraargumentan y dejan ver al público no sólo sus propuestas sino también su talante vital. Quiero ver a las figuras políticas razonar, hablar, discutir. Suena fácil, pero en este tiempo canalla que vivimos parece casi imposible. Para debatir y confrontar posiciones, en mi próximo artículo de Proceso argumentaré por qué estoy en contra tanto de la alianza PRD/PAN como de la de Morena/PES. Les adelanto mi perspectiva: “El fin no justifica los medios”. Este análisis se publicó el 31 de diciembre de 2017 en la edición 2148 de la revista Proceso.

Comentarios