Amalia Hernández, entre la tradición y el espectáculo

sábado, 6 de enero de 2018 · 09:48
Cierra el año de conmemoraciones por el centenario del nacimiento de la coreógrafa y bailarina con la presentación del libro, hace poco más de una semana, El Ballet Folklórico de México de Amalia Hernández, publicado por Fomento Cultural Banamex. En este trabajo sus dos hijos, Viviana Basanta y José Luis Martínez, atraviesan la historia y evalúan la obra de su madre en torno a la compañía que fundó hace 65 años, y repasan las ideas e influencias que la animaron, sus investigaciones, la gente que la rodeó y su espíritu creador, al tiempo que enfrentan los cuestionamientos sobre la ruptura con el folclor. CIUDAD DE MÉXICO (Proceso).- A lo largo del año por concluir, se celebró el centenario del natalicio de la coreógrafa y bailarina Amalia Hernández, fundadora del Ballet Folklórico de México (BFM), con una variedad de actividades que incluyeron sendas galas en el Palacio de Bellas Artes, el Auditorio Nacional y el Festival Internacional Cervantino, giras por México y el extranjero, la entrega el domingo 10 de diciembre de la medalla Homenaje. Una vida en la danza, y la presentación el día 20 del libro Amalia Hernández, artista universal y profeta en su tierra, de Margarita Tortajada. La agrupación, que desde hace más de cinco décadas se presenta religiosamente ante miles de espectadores en la sala principal del famoso recinto de mármol en la Ciudad de México, cumplió a su vez 65 años, desde su fundación en 1952. La coreógrafa y directora artística de la compañía, Viviana Basanta, y el embajador José Luis Martínez Hernández, hijos de Amalia Hernández Navarro, hablan de temas como la concepción de su repertorio, la trascendencia de su obra, y del legado documental que se sigue estudiando y podría dar sorpresas, entre ellas nuevas puestas coreográficas. Sin embargo, no todo pareciera tan festivo como sus escenas de danzas regionales, con trajes multicolores y alegres sones: La coreógrafa y su ballet han recibido desde el inicio de su historia múltiples cuestionamientos, entre ellos haber “folclorizado” y hasta tergiversado las danzas tradicionales, y ser la única agrupación dancística que tiene a su disposición el uso del Palacio de Bellas Artes, con tres funciones cada semana. Por ello los medios hermanos responden asimismo a estas controversias. La preparación En una cafetería de Polanco, en principio, no dudan en calificar a Amalia Hernández como una visionaria que se preocupó por la preservación de su ballet, incluso cuando ella ya no estuviera, y encontró la “fórmula del éxito” para llevar el folclor a los escenarios. Bajo el lema de “si el ballet no entra a la casa, la casa entra al ballet”, preparó a sus vástagos al tiempo que se apoyó en especialistas, escenógrafos, diseñadores, vestuaristas. Desde muy jóvenes, ambos estudiaron y después centraron sus esfuerzos en la compañía. Según explica Viviana, hija del escritor argentino Joaquín Basanta: “Creía profundamente en la trascendencia, visualizaba las trincheras en las que se podía apoyar y empujaba al ballet. En la parte cultural impulsó a José Luis Martínez, yo con ella en la parte artística, mi hermana Norma López en organización y ensayos, y Salvador López (nieto) en la cuestión administrativa.” –¿Le asignó tareas a cada miembro de la familia? –Conmigo fue muy directa al decirme “prefiero que no vayas a la escuela pero no dejas las clases de danza”. A su vez, Martínez, hijo del historiador de la literatura y diplomático del mismo nombre, coincide en cuanto al apoyo familiar, pero también en el de colegas como Guillermo Ruíz, Eduardo Beristáin, Rosa Reyna, Felipe Segura, José Villanueva, Carlos Casados y Clementina Otero. Amalia trabajó igualmente con otras grandes figuras como el escenógrafo Robin Bond; la diseñadora de vestuario ruso-americana Dasha Topfer, sus hermanos Delfina Hernández de Vargas en vestuario y escenografía, y el arquitecto Agustín Hernández Navarro, quien diseñó la escuela del ballet en la colonia Guerrero, pero también el centro de meditación para la coreógrafa en Cuernavaca (Proceso, 614) mismo que buscan rescatar, e incluso su casa y especialmente el proyecto de un teatro en Paseo de la Reforma que jamás se llevó a cabo. Folclorización Tanto Basanta como Martínez resguardan el archivo personal de Amalia Hernández con fólders llenos de documentos, hojas sueltas, tarjetas, dibujos, breves bocetos y anotaciones. Ahí se preserva la memoria del origen y proceso de creación de varias de sus piezas, incluso de los proyectos que tuvo y no terminó. Cuenta Viviana: “Mi primer trabajo, luego de bailar 22 años, fue reconstruir repertorios para que ella los corrigiera y editara. Tenía un proceso de investigación al cual seguía otro de inspiración y creación. Si era un tema prehispánico, reconstruía con base en imágenes de códices o de las pirámides, entre un movimiento y otro agregaba algo contemporáneo con sus estudios como bailarina contemporánea, clásica y de flamenco. “El Ballet de los Mayas estuvo muy apegado al trabajo del arqueólogo Demetrio Sodi, para su investigación se fue con él a Uxmal, Palenque, Chichén Itzá, Tulum, toda la zona maya.” –¿A qué puede atribuirse la trascendencia del ballet y de Amalia Hernández, en México y el extranjero, incluso a contracorriente de las críticas? Responde Martínez: –Creo que encontró la fórmula para llevar el folclor al escenario mostrando un respeto e interpretando con las técnicas del escenario teatral. Y comparte respecto a las críticas: “Hace tiempo una amiga me dijo: ‘están alterando el traje de la china poblana’. Y me mandó las fotos con un águila mexicana de finales del siglo XIX. Le respondí enviando una del siglo XVIII, donde el traje se ve igual al del ballet, la única diferencia es el vuelo y el color más intenso.” Añade Basanta que a este traje se le bordó la lentejuela sobre el color. Y que basta comparar un traje de china del porfiriato con el de la época posterior para ver que son distintos. Pone otro ejemplo: “Las danzas de Veracruz no se bailaban con el traje blanco, de hecho la única que lo usaba era la novia. En Tlacotalpan las mujeres se ponen rosa o azul en las faldas. Fue idea de mi mamá llevar el traje blanco al escenario, darle vuelo y proyectarlo a la distancia para que lo viera tanto el de enfrente como el de atrás. Creo que hizo un homenaje a México, no hacía coreografías sin estar en las regiones, y se traía la esencia porque había que sintetizar. No puedes poner el Carnaval de Veracruz, que dura dos horas.” Basanta enfatiza que hay muchas compañías de creación y no de recreación. Considera que la de su madre tiene mucho de creación pues los bailes de los mayas, aztecas, olmecas, son creaciones, “no hay de dónde sacar más que de figuras, la música está inspirada en las obras de Silvestre Revueltas La noche de los mayas y Noche de jaranas, las recompuso un músico con instrumentos prehispánicos y añadió instrumentos clásicos”. Menciona también el caso de Tixtla: “Ella decía que llegó y le pareció un pueblo alegre y sin embargo no se usaban muchos colores, quería expresar el sentir de una tierra llena de alegría y vida, de ahí el amarillo en el traje. En Guerrero el pañuelo tiene un lenguaje, quizás no se usa idéntico porque se amplía el movimiento en escena, pero el lenguaje del pañuelo está presente.” –Se ha dicho que folcloriza. Basanta: –Creo que Amalia, como artista dinámica, creó un espectáculo muy contemporáneo que parece hecho para hoy. “Cuesta trabajo que el bailarín, en un proceso de interpretación de un tema místico, le diga al público algo que no está sintiendo. Trata de hacerlo, pero no lo siente. En el pueblo la gente baila para sí misma, para sus dioses, para su santo patrono, o la fiesta pagana, pero en el momento en que a cualquier grupo le marcas ‘1, 2, 3, 4 a la derecha; 5, 6, 7, 8…’ y que dure dos minutos y no 24, ya no es lo mismo. Pueden decir que en un salón de clases se enseña lo tradicional, pero en el momento en que lo academizas ya no es, aunque el paso sea idéntico, rompes con la originalidad.” Es muy distinto –insiste– cuando se va a una región: entonces se prefiere, “desde luego, ver bailar a la gente”. Ella acaba de ir a comunidades como Tixtla y Ayotzinapa en Guerrero para presenciar las fiestas de la Anunciación de María en los barrios, invitada por el maestro Juan Carranza, donde incluso hay que pedir permiso. –Cuando Amalia Hernández viajaba a las comunidades, Tixtla, Veracruz, etcétera, ¿qué era lo que más le gustaba?, ¿cómo decidía cuál de las danzas podría llevarse para montarla? –Yo creo que iba construyendo las coreografías con base en ciertos equilibrios que requiere el escenario, con ciertas energías –responde Basanta–. Tú no puedes mantener una creación al tope de energías, debes tener ciertas dinámicas… Leyendo mucho de esto, me da la impresión de que cada vez que iba a hacer un proyecto se enamoraba del lugar, y entonces cambiaba de enamoramientos porque, por ejemplo, le gustaba ir a Veracruz, el hotel Mocambo le encantaba. Tercia Martínez para destacar que también adoraba la Huasteca, porque de ahí venía su padre, de Río Verde, “y la bisabuela de Xilitla, la parte de Hernández viene de ahí y el Navarro de Chihuahua, de nuestro bisabuelo Tranquilino Navarro, quien fundó la Sociedad Mutualista y dirigía un periódico. Él fue diputado en la famosa XXVI Legislatura, la de Belisario Domínguez, se rebelaron contra Huerta y los encarcelaron. “A Belisario le costó la lengua y la vida. Y mi bisabuelo estuvo preso con 80 diputados en Lecumberri, llegó el ejército a la Cámara, estaba en Donceles, y se los llevaron, dos de sus hijos fueron villistas, uno de ellos murió por una bomba que le explotó… Las descendientes (de los tíos abuelos), una de ellas fue la mamá de Elena Garro Navarro y la otra de Lin Durán Navarro, eran primas hermanas”. Se les pregunta por qué un festival tan tradicional como La Guelaguetza no forma parte del BFM, si acaso hay un acuerdo con las comunidades oaxaqueñas para no incluirlo. “Está en el ballet del Istmo, que es muy poético, es una boda, empieza desde el rapto”, responde Basanta. Detalla que hace tiempo se hicieron de La Guelaguetza el Jarabe mixteco y Sones de Betaza, pero por cuestiones técnicas tuvieron que dejarlo, pues no da tiempo para el cambio de vestuario. Ahora, además, La Guelaguetza ha adquirido un peso y tiene unas exigencias culturales que no tenía hace 55 años, cuando su madre lo representaba: “Ahora tienes que entrar a esa cosmogonía, y es muy complicado contra lo que dura, por más que sintetices… Debes quitar o poner, y tienes una compañía con cierto número de gentes, ¿cómo los cambias de vestuario?” Privilegio único Desde el domingo 11 de octubre de 1959, el Ballet Folklórico de México inició una tradición ininterrumpida hasta la fecha: sus presentaciones en el Palacio de Bellas Artes, que han sido escaparate para su difusión e impacto en el mundo. Un privilegio del cual no goza ninguna otra agrupación dancística del país. Llegó a trascender en algún momento que se debía al hecho de que su esposo, el escritor José Luis Martínez Rodríguez, siendo director del INBA (1964-1970), le había otorgado una suerte de contrato o concesión. Pero Martínez Hernández acota que su mamá llegó al máximo escenario de las artes en México debido al apoyo del entonces presidente Adolfo López Mateos y del director del INBA entre 1958 y 1964, Celestino Gorostiza. Inicialmente se le pidió a la directora que representara a México de manera oficial en los Juegos Panamericanos de Chicago de ese año. Miguel Álvarez Acosta, a la sazón director del Organismo de Promoción Internacional de Cultura (OPIC), le solicitó la preparación de un programa especial. “Simultáneamente Gorostiza invita al ballet a tener presentaciones permanentes. Inician con una los domingos por la mañana y posteriormente van aumentando. Cuando mi padre llega a Bellas Artes, ya estaba el ballet. Tienen muy buena relación, desde luego, pero jamás tuvo que ver con que mi padre y mi madre hubieran sido esposos, sino que había un reconocimiento al valor artístico y cultural del ballet.” Remite al documental 100 años de Amalia Hernández Una celebración, creado por Jaime Kuri Aiza, para Canal 22, en el cual –dice– se cuenta la historia de su llegada al coloso de mármol. Llegó primero a Televicentro (antecedente de Televisa). “Aparecen escenas en el estudio A. En esa época mi madre estaba casada con el productor Luis de Llano. No sé si se conocieron ahí o antes, pero el tiempo que estuvieron casados estuvo el ballet en Televicentro. Y quien la invita a estar ahí es Emilio Azcárraga Vidaurreta (abuelo de Azcárraga Jean) porque –se explica ahí en el programa– don Emilio y mi abuelo, Lamberto Hernández, eran miembros del Club de Rotarios.” Añade que Azcárraga Vidaurreta conoció el trabajo dancístico de su madre alguna vez que don Lamberto la llevó a una de las reuniones del club en el Hotel Del Prado o Regis, “de los que ya no existen (derrumbados por el sismo de 1985)”, y ahí la vio bailar. Entonces le propuso ir a la televisora, y “fue uno de los primeros apoyos”. Pasó entonces a Bellas Artes con el respaldo de López Mateos, quien según el libro El Ballet Folklórico de México de Amalia Hernández, publicado por Fomento Cultural Banamex, expresó su interés en convertir al grupo en “el mejor ballet del mundo”. El volumen profusamente ilustrado con imágenes del ballet en los escenarios, destaca que se asoció inmediatamente a la compañía con el espacio y se le llamaba Ballet Folklórico de Bellas Artes, aunque por corto tiempo. Luego, el propio Gorostiza, ante el éxito de las presentaciones, ofreció el horario de los miércoles por la noche. Actualmente hay dos funciones los domingos, mañana y noche, y la nocturna de los miércoles. Gorostiza, considerado por Martínez Hernández como “un gran dramaturgo y excelente director de Bellas Artes”, estrechó sus relaciones con la coreógrafa, “y venía a la casa a cenar con su hija Paloma”. De ahí que su nombre apareciera en los programas de mano del ballet como miembro del consejo directivo. –¿Hay un acuerdo, una especie de convenio firmado? –Sí, sí hay un convenio que se renueva periódicamente, pero como yo digo, ya es parte de Bellas Artes, de hecho lleva el logotipo de Bellas Artes, de la Secretaría de Cultura y es una asociación civil. Sigue representando a México. En este sentido señala Martínez que hace un par de años fue a una gira como parte del programa cultural para lograr la Alianza del Pacífico (un acuerdo comercial como el Tratado de Libre Comercio con América del Norte), realizada en Argentina, Colombia, Chile y Perú. Luego visitó treinta ciudades de Estados Unidos. Legado histórico Este semanario dio a conocer en septiembre pasado que el acervo visual y sonoro del BFM, consistente en 789 grabaciones de audio y 129 audiovisuales, pasaría a formar parte de los archivos de la Fonoteca y Cineteca Nacionales, respectivamente. “Esos archivos sonoros –indica Basanta– vienen de lo que hizo Joseph Raoul Hellmer (etnomusicólogo estadunidense conocido como El jarocho de Filadelfia). Mi madre lo llevaba a sus giras y recuerdo un viaje que hizo con Eva Sámano, esposa de Adolfo López Mateos, a Guerrero. Fuimos a la Sierra a un festival y estaba Hellmer con su grabadora. Había todo un equipo de filmación y grabación para recoger esas danzas, de ahí se creó el Ballet de Guerrero, dedicado a Eva Sámano dado el apoyo especial del presidente y particularmente de ella.” Aclara que no todo el acervo se ha puesto a disposición de las instituciones. Ella resguarda el archivo documental, y lo sigue estudiando para quizá, en algún momento, llevar a la escena alguna de las ideas de su madre. “He encontrado muchas ideas sueltas que no se hicieron: un ballet cómico, hasta cuentitos que compró no sé en que esquina, algunos de José Guadalupe Posada, una traducción del juego de pelota que decía ‘traducción para Amalia Hernández’ y no se hizo nunca, otra más que decía ‘Máscaras de México’.” De entre todas destaca una pieza llamada Pirámide, para la cual compuso la música Carlos Chávez. La idea no era llevarla al escenario teatral sino hacer una película con la National Geographic, fue en 1968. Se hicieron dos guiones, uno del propio Chávez y otro de Amalia. Basanta considera que con la tecnología actual podrían lograrse, con esos avances, cosas “espectaculares”. El libro Panoramas en torno a Carlos Chávez, de Robert Parker, editado por el entonces Conaculta, registra la obra Pirámide, dice Martínez. Basanta encontró también un ballet en torno a Campeche, con partitura de Blas Galindo, y una coreografía para la ópera Montezuma del compositor estadunidense Roger Sessions. Como cierre de las conmemoraciones de los 100 años del natalicio de la fundadora del BFM, el pasado 20 de diciembre se presentó el volumen Amalia Hernández. Artista universal y profeta en su tierra, de Margarita Tortajada, investigadora del Centro Nacional de Investigación, Documentación e Información de la Danza (CENIDI) José Limón. “Finalmente –dice– el folclor y las tradiciones están vivas en este país…” Este texto se publicó el 31 de diciembre de 2017 en la edición 2148 de la revista Proceso.

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