Damaris Aguirre: "Competíamos en desigualdad y eso me molestaba"

domingo, 14 de enero de 2018 · 09:18
Pocos atletas, como Damaris Aguirre, están ligados a la frase “más vale tarde que nunca”. Esta mujer de Chihuahua, quien recibió en diciembre pasado la medalla de bronce que ganó en los Juegos Olímpicos de Beijing 2008, tras la descalificación de algunas de sus rivales por dopaje, habla de su meteórico ascenso en la halterofilia (logró en meses lo que a muchos les toma años), de la gente que confió en ella y de Rosalío Alvarado, el federativo que truncó su carrera por consigna. “Yo era una atleta vieja, pero mi vicio era levantar pesas”, recuerda en entrevista. CIUDAD DE MÉXICO (Proceso).- Damaris Aguirre tocó por primera vez una barra olímpica de levantamiento de pesas cuando tenía 24 años. En el gimnasio de la Universidad Autónoma de Chihuahua, el entrenador cubano Adolfo del Corral le puso en las manos una que pesaba 20 kilos. En cuestión de semanas, la atleta levantó lo suficiente para calificar a la Universiada Nacional donde ganó plata en la categoría de 75 kilos. Dieciséis años más tarde, por un reacomodo de lugares inesperado, se convirtió en medallista olímpica. Durante 11 años practicó gimnasia artística. Su 1.63 metros y 70 kilos no le estorbaban para ejecutar las rutinas. Tenía una musculatura que impresionaba, era muy flexible y fuerte. Sin embargo, en esa disciplina nunca obtuvo un resultado que la colocara cerca de, al menos, alcanzar una competencia internacional. Un segundo lugar por equipos a nivel nacional era su máximo logro. No había certamen deportivo que la ilusionara más que los Juegos Olímpicos. En su niñez y adolescencia se la pasó deseando participar en la justa: estar en la televisión, donde ella veía a las atletas desfilar en la ceremonia de inauguración; subir a un podio y saludar sonrientes con una medalla en el cuello. Con los años se deslavó su sueño. Palideció tanto que su opción más realista era ahorrar para viajar a ver las competencias desde las gradas. Damaris Aguirre ha estado en el deporte casi desde que aprendió a caminar (practicó natación, basquetbol, karate, gimnasia y tochito). Supo de la halterofilia cuando en la televisión vio a Soraya Jiménez convertirse en la primera mexicana en ganar un oro olímpico. La primera en conseguir un resultado extraordinario en una disciplina desconocida en México. Más allá del gozo por el éxito ajeno, el levantamiento de pesas no la entusiasmó. Sin embargo, en 2001 fue modificado el programa de la Universiada Nacional y la gimnasia fue uno de los deportes excluidos. Por sugerencia de un amigo pesista, Aguirre llegó al gimnasio de Adolfo del Corral. Comenzó a aprender la técnica del levantamiento de pesas con un palo de escoba, a la usanza de la escuela cubana: practicó el arranque y envión desde la posición inicial, la separación de piernas en forma de tijera y tener la espalda recta. Dominó el movimiento en cosa de días. Haber ganado plata en la Universiada motivó a Damaris Aguirre, quien seguía en la gimnasia y en el tochito; estudiaba en las mañanas y entrenaba a niñas gimnastas en la tarde. Le preguntó a Del Corral qué tenía que hacer para representar a México a nivel internacional. El entrenador caribeño le pidió que dedicara dos sesiones diarias a las pesas. Así, la atleta se despidió de la gimnasia. “Mi sueño era competir fuera de México. Pensé que, si ya había tenido un buen resultado tan rápido, si le echaba más ganas y hacía lo que el experto me decía, lo lograría. No pensaba en ir a los Juegos Olímpicos ni en ganar medallas. Si lo quieres ver así, ya era una atleta vieja de 24 años que no había ido ni a la Olimpiada Nacional. ¿Quién iba a apostar por mí? No tenía ni los zapatos que se usan para competir; entrenaba y competía con tenis”, recuerda. Al mismo tiempo apareció en el radar de la Federación Mexicana de Levantamiento de Pesas, que presidía Martha Isela Elizondo. La federativa supo que había una chihuahuense que había conseguido las mismas marcas que Carolina Hernández, la campeona nacional en la categoría de 75 kilos. Elizondo invitó a Aguirre a participar en la Gala de Campeones, organizada por la Federación, a la que sólo asistían los campeones nacionales de ambas ramas en todas las categorías. En diciembre de 2001, en Valladolid, Yucatán, la novata Damaris Aguirre se impuso a Carolina Hernández y se ganó un lugar para participar en la Copa Crystal de El Salvador, en enero de 2002. “Tenía un enorme potencial, pues en un tiempo tan corto levantó esos pesos (170-175 kilos). Cuando metí sus documentos en el área metodológica de la Conade (la Comisión Nacional de Cultura Física y Deporte), Valentín Yanes –subdirector de Calidad para el Deporte– puso un reporte que decía que Damaris no tenía trayectoria como las demás competidoras. Le pedí que la apoyara porque tenía futuro. Valentín decía que ella ya no tenía edad (para competir a ese nivel), pero no la había visto. Preguntó si podría llegar a los Juegos Olímpicos. Le dije que sí y no lo creía”, recuerda Elizondo. –¿Por qué era tan buena para el levantamiento de pesas? –Era muy fuerte, flexible y muy explosiva. Hacía muy bien los movimientos. Era muy aguerrida, como Soraya Jiménez. Era de esa clase de atletas que cuando se enfocan en algo, no hay quien las pare. Para comenzar a sobresalir se necesita un trabajo mínimo de dos o tres años. Ella lo consiguió en meses. He visto a mujeres con 38 años ganar medallas en mundiales, pero comenzaron jóvenes. En 2002, la preselección nacional realizó dos campamentos en Sofía, Bulgaria, previos al Campeonato Mundial y a los Juegos Centroamericanos de El Salvador. Damaris Aguirre ya era una carta fuerte para México. En la justa regional, aunque levantó lo mismo que la competidora que se llevó el bronce, la mexicana cayó al cuarto sitio porque pesó 100 gramos más que su rival. Como no aguantaba la sed que le causaba el calor, tomó un poco de agua que marcó la diferencia. Regresó a Chihuahua decepcionada y con lesiones en los hombros y una rodilla. Sus primeros 100 kilos La técnica de entrenamiento de los búlgaros es agotadora. Se levantan pesos máximos y submáximos, es decir, entre 95 y 80% de lo que se espera que un atleta levante en la competencia para la cual se prepara. El cuerpo tiene poco tiempo para recuperarse. “Era muy tedioso levantar una y otra vez. Decía: ‘¡Qué aburrido!’ Llegó un momento en el que ya no quería seguir. Tenía poco entrenando y ya estaba toda lastimada. No me gustaba el entrenamiento ni estar lejos de casa. Adolfo y mi familia me decían ‘decide qué quieres’. Me quedé, porque creía que podía ganar una competencia importante. Se volvió un vicio ver cuánto más podía levantar. Me sorprendía levantar 80 kilos, luego 85 y 87… Me gustó el reto constante”, dice la atleta en retiro. No olvida el día en que levantó por primera vez 100 kilos en arranque. Fue en el Campeonato Mundial de 2003, en Vancouver, Canadá. Con las lesiones le costaba trabajo entrenar porque no podía sostener el peso sobre su cabeza. La inflamación le causaba dolores tremendos, pero la acupuntura la rescató. El dolor lo paliaba con paracetamol y la inflamación con diclofenaco. No tomaba nada que representara un riesgo para los controles antidopaje. Previo a los Juegos Olímpicos de Atenas 2004 tuvo una hernia discal entre las vértebras L4 y L5, una “bolita” que le rozaba la médula. Cada vez que movía la cabeza sentía un tirón en la espalda que le llegaba hasta las pantorrillas. La factura de practicar una disciplina tan exigente le llegaba de vez en vez. En 2007, durante un entrenamiento, se rompió el menisco de la rodilla izquierda. Con todo, alcanzó plata en los Juegos Panamericanos de Río. Después sufrió más lesiones propias del esfuerzo de su disciplina. La llenaba de angustia no entrenar para el selectivo rumbo a Beijing 2008. Le daba miedo no clasificar. El trabajo que realizó la psicóloga Ana Luisa Sánchez fue clave. Durante las sesiones, simulaban que Damaris entrenaba. Mediante visualizaciones hacía el trabajo físico que la lesión le impedía. “Yo terminaba igual de cansada, como si hubiera entrenado, pero todo era mental. Ella me guiaba y, por momentos, yo perdía la consciencia; aunque mi mente seguía trabajando. Las visualizaciones consistían en verme cargando 80 kilos, como si estuviera en la tarima. La labor de la psicóloga fue importantísima”, explica. Con el boleto en la mano, Damaris Aguirre y el resto de las seleccionadas mexicanas de pesas se concentraron durante dos meses en Nanjing, bajo las órdenes del entrenador chino Chen Xiang, quien llegó a trabajar en México mediante el convenio que la Conade firmó con China en 2002. Tuvo un encontronazo con el entrenador Chen, porque no se ponían de acuerdo sobre la estrategia de competencia. Aguirre quería cargar más de lo que el chino creía que sería capaz. “Me molesté porque sentí que él no confiaba en mí. Discutimos. Le dije que quería mejorar mi marca personal, que eran 105 kilos en arranque y 130 en envión, para ganarle a mi rival colombiana (Ubaldina Valoyes), quien me derrotó en los juegos Centroamericanos y Panamericanos. Intervinieron Ana Luisa y Samuel Pérez (metodólogo) y, finalmente, me dijo que me pondría pesos para quedar entre las ocho mejores.” El viernes 15 de agosto de 2008, fecha asignada a la categoría femenil de 75 kilos, Damaris Aguirre pesó 74.800. Se sabía en clara desventaja ante varias rivales que conocía de tiempo atrás. No era para menos, tenían cuerpos que para Damaris Aguirre no eran “normales”. Demasiado musculosos, muy varoniles. Con una fuerza superior a la que tendría una mujer que no echa mano de sustancias que ayudan a mejorar el rendimiento. “No competíamos en igualdad. Era obvio que consumían algo que otras no. Me molestaba. Yo era muy disciplinada, entrenaba fuerte, descansaba y comía lo que me decían, hasta el pescado que tanto me choca. Aun así no podía levantar lo que ellas. Recordé las palabras de Adolfo: tu rival es la barra que tienes que levantar. Hice lo que me correspondía.” Damaris Aguirre finalizó en la sexta posición, con un total de 245 kilos: 109 en arranque y 136 en envión. Estaba contenta. Quedó mejor ubicada que Valoyes. Vio a la china Lei Cao ganar el oro, levantando 282 kilos para implantar un récord olímpico. La kazaja Alla Vazhenina se quedó con la plata, con 266 kilos, y la rusa Nadezna Evstyukhina completó el podio, con 264 kilos. Se despidió de Beijing. La piedra en el camino Aunque Aguirre intentó hacer el ciclo olímpico para Londres 2012, el actual presidente de la federación, Rosalío Alvarado, se encargó de retirarla. La vieja lesión en el codo terminó en una cirugía que le realizaron en 2010. Como secuela de ello, no puede flexionar ni extender totalmente el brazo izquierdo. No obstante, continuó compitiendo. Damaris Aguirre recuerda que Alvarado fue una piedra en su camino. El federativo siempre tuvo preferencia por otras atletas; acostumbraba llevar a las competencias a quien él deseaba y no a las pesistas que conseguían las marcas exigidas en los selectivos. Ponía y quitaba competidoras a su antojo. Para los Juegos Panamericanos de Guadalajara 2011, el presidente de la federación se aprovechó de la secuela de Aguirre. En el selectivo que se realizó en el Centro Nacional de Desarrollo de Talentos y Alto rendimiento, Alvarado no permitió que su entrenador la asistiera. Aguirre tuvo que cambiar los discos. Su rival, con quien disputaba la plaza, Cinthya Domínguez, una de las favoritas del federativo, sí tuvo ayuda. Finalmente, los jueces le anularon los seis levantamientos con la excusa de que el brazo estaba en una posición incorrecta, pese a que el Manual de Reglas de Competencia de la Federación Internacional de Levantamiento de Pesas establece que si un competidor no puede hacer una extensión completa de los brazos por alguna deformación anatómica, debe informarlo antes de una competencia para que no sea penalizado. Harta de luchar contracorriente, Aguirre se retiró antes de los Juegos Olímpicos de Londres. La gloria En 2015, el Comité Olímpico Internacional anunció la descalificación de un grupo de atletas de distintos países, porque fallaron en los controles antidopaje que se realizaron tanto en los Juegos Olímpicos de Beijing 2008 como en Londres 2012. En 2016 se reasignaron los lugares y Damaris Aguirre apareció en la tercera posición, con el bronce respectivo. Nueve años después de haber competido, la atleta recibió la medalla. El 7 de diciembre pasado, en las instalaciones del Comité Olímpico Mexicano (COM) se realizó la ceremonia de entrega. Damaris Aguirre, de 40 años, con casi ocho meses de gestación de su segunda hija, subió para esperar su presea. No fue una premiación en un escenario olímpico ni se transmitió al mundo por televisión, como lo observó tantas veces de niña. Se le escurrieron las lágrimas. Por su mente pasó el dolor, el hambre, el esfuerzo, el cansancio, los días de soledad. Ahí estaban Chen Ziang, Ana Luisa Sánchez, Samuel Pérez. Faltaron su nutrióloga Ángeles Peralta y el fisiatra Chilo Ortega. La sonrisa le desbordó el rostro cuando Carlos Padilla, presidente del COM, le colgó el bronce. “Lo que más quiere un atleta es una medalla olímpica. Se me dio el levantamiento de pesas. Quise tirar la toalla y mi familia y Adolfo me llenaron de energía. Me propuse lograrlo. Uno no llega sola a las cosas. Siempre hay gente que cree y te respalda en los momentos en los que dudas de ti misma. Recibí mi medalla tan ansiada y tan soñada.” Damaris Aguirre recibirá, en una fecha aún no determinada, un estímulo económico de un millón de pesos de parte de la Conade y una beca vitalicia de diez mil pesos mensuales a partir de finales de este mes. Este reportaje se publicó el 7 de enero de 2018 en la edición 2149 de la revista Proceso.

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