Arriola: Meade es mi mentor; no me confundan con Duarte ni Borge

viernes, 9 de febrero de 2018 · 10:19
CIUDAD DE MÉXICO (Proceso).- En una ciudad donde hay un evidente rechazo al presidente Enrique Peña Nieto y donde el PRI ocupa el cuarto puesto como fuerza política, Mikel Arriola desborda optimismo y asegura que, sin ser militante y en fórmula con su “amigo y mentor” José Antonio Meade, obtendrá para el tricolor el gobierno de la capital mexicana. “Busqué la precandidatura, es mi oportunidad, es el momento y creo que la oferta es interesante y genera muchas oportunidades”, dice a Proceso el exdirector del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS). Desde 1997, en la primera elección para la jefatura de gobierno del entonces Distrito Federal, el PRI capitalino entró en declive por la fuerza con la que Cuauhtémoc Cárdenas arrasó en las urnas. Según el Instituto Electoral de la Ciudad de México, ese año el PRI alcanzó 25.07% de la votación; en 2000 bajó a 22.83%; en 2006 cayó a 13.27% y en 2012 remontó ligeramente: 16.28% de los votos. Sin estructura ni base social, el priismo local sólo ha podido conservar las delegaciones Cuajimalpa, Milpa Alta y Magdalena Contreras. Y en la Asamblea Legislativa cayó al cuarto lugar por número de diputados. Al insistírsele sobre las prácticas de corrupción de los priistas en ciertos estados y la violencia e inseguridad en un país gobernado por el PRI, el aspirante a jefe de gobierno medita unos segundos antes de responder: “Yo soy Mikel Arriola, candidato ciudadano, y asumo que haber abierto las candidaturas es un gran paso hacia adelante. Si hubo malas prácticas en el pasado, se han castigado y se deberán seguir castigando. Pero no me confundan con Javier Duarte ni con Roberto Borge. Esos son de profunda inmoralidad.” La precandidatura Al menos dos semanas antes de que Arriola renunciara al IMSS para registrarse como precandidato a la Jefatura de Gobierno de la Ciudad de México bajo las siglas del PRI, Eruviel Ávila, entonces dirigente del priismo local, ya le había asegurado esa precandidatura a Adrián Rubalcava, actual diputado local y exjefe delegacional de Cuajimalpa, el bastión más poderoso de ese partido en la capital. Según Rubalcava –calificado de “cacique” de Cuajimalpa e identificado con el grupo del exsecretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong–, su fallida designación fue operada por el mexiquense y ya estaba aprobada hasta por Peña Nieto. Sin embargo, dice a Proceso que le “cambiaron la jugada” y se tuvo que “disciplinar”. Y es que después de que Meade renunció a la Secretaría de Hacienda y Crédito Público (SHCP), el pasado 27 de noviembre, y anunció que se registraría como precandidato del PRI a la Presidencia, Arriola encendió los motores y el 5 de diciembre, en una entrevista para la televisión, adelantó que buscaría la precandidatura para gobernar la Ciudad de México. El 7 de diciembre renunció a la dirección del IMSS y horas más tarde solicitó su registro ante el partido. El 15 de diciembre obtuvo su registro como precandidato único. En la sede del Comité Ejecutivo Nacional del PRI, Meade le alzó la mano y dijo: “Hoy es un día de fiesta porque ya tenemos a quien va a sacar del bache a esta ciudad”. El 17 de diciembre inició su precampaña en Cuajimalpa, vistiendo un chaleco rojo con las siglas del tricolor. Sin la presencia de Eruviel Ávila, a Arriola le llenaron la explanada; ahí estuvieron Rubalcava y Tonatiuh González, secretario general del PRI capitalino. “Pepe, mi mentor” En el Café Tacuba, Arriola pide el café lechero “de la casa”. Lo conoce bien porque en ese lugar solía comer cuando trabajaba en la SHCP, como asesor del entonces secretario Agustín Carstens. Ahí cuenta su versión sobre el origen de su virtual candidatura. Dice que con más de 15 años en el sector público, quería contender por un cargo de elección popular, pero como ciudadano. El 9 de agosto de 2017 vio su primera oportunidad, cuando el PRI le quitó el candado de la militancia a las candidaturas. Pensó: “No soy militante, soy simpatizante, soy ciudadano y mi experiencia es de gobierno. Y el problema de la ciudad es de gobierno, de administración. Todos los retos que he tenido en mi carrera son de administración”. Pero el momento decisivo, dice, fue el destape de José Antonio Meade Kuribreña. “Con Pepe yo he crecido profesionalmente. Es mi amigo y mi mentor. Hemos enfrentado retos juntos. Es un extraordinario economista, extraordinario político y es un hombre que comparte conmigo un principio central de la administración pública: la honestidad”, describe. Meade y Arriola coincidieron como funcionarios federales en 2002 en el Banco de Desarrollo Rural. En diciembre de 2006, ya en el sexenio calderonista, hicieron mancuerna en la Secretaría de Hacienda de Carstens y, entre otros temas, trabajaron en la Reforma Hacendaria de 2009. En 2011 separaron sus caminos, el primero fue a la Secretaría de Energía y el segundo, a la Comisión Federal para la Protección contra Riesgos Sanitarios (Cofepris). Ahí Arriola enfrentó duras críticas de organizaciones no gubernamentales que lo acusaron de pasividad frente a los monopolios del tabaco, del refresco y de los alimentos chatarra. Ambos se mantuvieron en el gobierno federal ya en el sexenio de Enrique Peña Nieto, y como parte del grupo que controla el hoy canciller Luis Videgaray. Tras el destape de Meade, Arriola lo buscó y se reunieron en la casa del presidenciable. “Le dije: ‘Yo me quiero ir a la trinchera’. Me dijo que estaba totalmente de acuerdo, que teníamos que luchar como grupo por México. Así de idealista, pero así de real”, afirma. Con el apoyo de su mentor buscó a Peña Nieto. Se encontraron en Palacio Nacional. “Me dijo que respetaba mi decisión y que coincidía con la determinación de que era un año de competencia y de luchar por los ideales y por el país”. Según el entrevistado, para elegir candidato en el PRI se generó un proceso político “equitativo” que incluyó una revisión estadística de su posición respecto a otros cuatro contendientes. De todos, presume, él obtuvo casi 60% de imagen positiva y en conocimiento fue el más alto. La arrogancia Arriola repite los argumentos de Meade sobre el “peligro de perder al país” si Andrés Manuel López Obrador gana la Presidencia: “Es regresar el modelo 40 años; es el autoritarismo, sin duda la destrucción de las instituciones. Ha dicho cuatro cosas de horror: que va a echar para atrás la reforma energética, la educativa, el nuevo aeropuerto y que le va a dar amnistía a los narcotraficantes”. Sigue: “Inflación de dos dígitos, estatización de empresas, amenazas institucionales a la Corte y al Congreso, pérdida de libertades individuales, contracción de la economía y amenazas al Banco Central… ¡una catástrofe!” En encuestas publicadas por distintos medios el aspirante del PRI-PVEM aparece en tercer lugar de las preferencias de los capitalinos, después de Alejandra Barrales y de Claudia Sheinbaum, quien va a la cabeza. Desde esa posición las ha retado varias veces a debatir, pero ambas lo han desdeñado. Aun así, Arriola rechaza que la contienda real será entre ellas dos: “Es un error. La arrogancia no sirve para nada en la vida y menos en la política. Yo soy un competidor muy sólido”. –¿Quién es Claudia Sheinbaum para usted? –Es una contendiente a la cual le debo todo el respeto, pero no le identifico logros, sobre todo porque desde el año 2000 no hemos podido estar por debajo de la norma de emisiones ambientales. Eso le tocó a ella mucho tiempo. Un mérito que sí le recuerdo fue generar una huelga en la UNAM y está por verse el diagnóstico de su actuación en la jefatura delegacional de Tlalpan. –¿Y Alejandra Barrales? –Es parte del problema, porque habiendo tenido puestos legislativos y administrativos en la ciudad, lo que presenta son resultados muy malos, tanto de esta administración como de las últimas cuatro. Es una contendiente a la que le tengo profundo respeto. Es admirable que haya sacado adelante sola a su familia, pero en políticas públicas no identifico ningún logro. De paso considera que no ha quedado claro cómo la exlegisladora obtuvo sus propiedades en Miami y las Lomas de Chapultepec. “Tener esas propiedades no es un perfil muy de izquierda”, apunta. –¿De usted no van a salir notas sobre casas en las Lomas? –Ahí está mi declaración 3de3, limpia y abierta totalmente. Yo vivo en un departamento de mi suegro en Lomas de Bezares, delegación Miguel Hidalgo. Afortunadamente no me tocó pagar créditos hipotecarios. Cuando dirigía el IMSS, Arriola declaró no tener propiedades inmobiliarias, pero sí muebles y electrodomésticos, además de una inversión bancaria por 2 millones 189 mil 746 pesos. Arriola destaca los números positivos que logró en el IMSS y asegura que si pudo hacer eso con el organismo de gobierno, también lo puede hacer con la Ciudad de México con base en cinco ejes de trabajo: seguridad, agua, educación, vialidad e infraestructura. En las últimas semanas, al ver que sus precampañas no prenden, Arriola y Meade cambiaron de estrategia: grabaron un video en el que juntos descubrieron el tráfico de la ciudad; también recorrieron en mancuerna las obras del nuevo aeropuerto y en las entrevistas el primero pareciera dedicarse más a promover a su amigo “Pepe” que a sí mismo. El pasado 1 de diciembre, cuando rindió su último informe al frente del IMSS, Arriola se autonombró “soldado del presidente Peña Nieto”. Se le pregunta si lo sigue siendo. Primero responde que sí, pero tras unos segundos, modifica: “Cambié de ser un soldado del presidente a ser un soldado de la ciudad”. Esta entrevista se publicó el 4 de febrero de 2018 en la edición 2153 de la revista Proceso.

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