Sacrifixio: La consagración de la Paz

sábado, 20 de octubre de 2018 · 13:00
[playlist ids="556107,556108"] CIUDAD DE MÉXICO (Proceso).- Con este sugestivo título el colombiano Álvaro Restrepo bautizó un oratorio coreográfico que celebra el acuerdo de paz que firmaron las FARC y el gobierno de Juan Manuel Santos, quien por este triunfo se hizo acreedor al Premio Nobel de la Paz de 2016. Lo relevante del asunto, amén de que el ejemplo colombiano por la pacificación social mucho nos incumbe, es que el autor de la música es el compatriota Samuel Zyman (Ciudad de México, 1956), para quien no bastan los elogios por su trabajo como compositor, maestro y artista comprometido con las realidades de nuestro tiempo. En otro texto hicimos una breve semblanza suya en la que venía agrupado con otros músicos que también ejercieron la medicina, mas esta vez le solicitamos una entrevista exclusiva, puesto que acaba de estrenarse en nuestro país el impactante e inusitado oratorio. Admirado doctor Zyman, es fácil imaginar el orgullo que corre por sus venas al saberse parte de esta celebración artística que implicó haber dejado atrás años de violencia y de muertes por doquier; compártalo por favor con nosotros para que podamos aquilatar que haya sido usted el designado para crear la música… Efectivamente, mi querido doctor Máynez, me siento sumamente honrado y orgulloso por haber jugado un papel en la realización de esta obra, en la que se conjuntaron un profundo afán artístico de gran emoción y entrega por parte de los participantes con un elocuente mensaje de paz y reconciliación de relevancia inmediata para Colombia, México y el mundo entero. La experiencia de escribir la música de este oratorio en colaboración con el gran coreógrafo Álvaro Restrepo y con los demás participantes fue incomparable. Con lo que nos cuenta queda en claro que su vocación musical va de la mano de su compromiso por alzar la voz para que las causas justas dejen de pertenecer al reino de las entelequias. ¿Qué otra de sus composiciones nació con la finalidad de abrir conciencias y de desterrar prejuicios? Puedo mencionarle dos. La primera es mi cuarteto de cuerdas, escrito en respuesta a la locura de la invasión de Estados Unidos a Irak bajo el pretexto falso de que Irak había sido responsable de los ataques perpetrados el 11 de septiembre de 2001. La segunda es mi trío para violín, chelo y piano titulado Search, compuesto en 2005, para expresar mi “búsqueda” por algún indicio de racionalidad y paz en medio de un mundo injusto y violento. Antes de continuar, es necesario ofrecer disculpas por haber dado por hecho que su obra es conocida con la amplitud que merece por los públicos mexicanos, por tanto, hagamos un breve retrato escrito de lo que ha sido su trayectoria vital. Háblenos, si le parece, de sus años formativos y de las luchas internas que libró para encontrar su espacio y para labrar su propio nicho… Me inicié en la música a los 9 años de edad tomando primero clases de acordeón y luego de piano. Concluyendo la preparatoria en el área de ciencias biológicas en el Colegio Israelita, opté por estudiar medicina en la UNAM, de donde me gradué en 1981. Lo mejor que me ocurrió por haber estudiado medicina es que allí conocí a quien sería mi esposa, la Dra. Nancy Carrasco, una brillante investigadora de fisiología molecular al más alto nivel internacional. Es profesora en la Universidad de Yale y miembro de la Academia Nacional de Ciencias de los Estados Unidos. Más o menos simultáneamente estudié también piano y dirección de orquesta en el Conservatorio Nacional. La larga lista de maestros con quienes estudié en México incluye a Martín García, Guillermo López, Héctor Jaramillo, Juan José Calatayud, Guillermo Salvador, María Teresa Castrillón, José Suárez, Francisco Savín, Eduardo Díazmuñoz y Humberto Hernández Medrano. En 1981 partí a Nueva York para estudiar composición en la escuela Juilliard, donde obtuve los grados de maestría y doctorado habiendo sido alumno de los compositores Stanley Wolfe, Roger Sessions y David Diamond. Claro que he librado mis luchas internas, como todo el mundo. Una de ellas fue la de decidir dedicarme a la composición a pesar de haber hecho la carrera de medicina. Fue una cuestión de vocación. La música es lo que más me atrae y más me llena de satisfacción, y eso fue lo que guió finalmente mi decisión. La otra lucha interna tiene que ver con la búsqueda de mi voz como compositor, búsqueda que, me atrevo a decir, todo compositor se ve obligado a emprender. Expresándolo de manera más breve, le diré que en la época en la que me formé, en los 80s y los 90s, estaba mal “visto”, al menos en círculos especializados y críticos, escribir en un estilo tonal, melódico y accesible. Sin embargo, dicho estilo era precisamente el que se me daba a mí de manera espontánea. Así que decidí hacerle caso a mi instinto y opté por escribir lo que deseaba escribir, independientemente de si iba a ser bien recibido o no. Afortunadamente, aquel clima de conflicto entre vanguardia y tradición ha pasado a la historia, de modo que hoy hay más “tolerancia” hacia una gran variedad de estilos musicales. ¿Considera que haberse dedicado inicialmente a la medicina lo sensibilizó hacia los grandes padecimientos de nuestras sociedades o que, al revés, lo obligó a centrarse en sí mismo para no sufrir empáticamente con los dolores endémicos que se enseñorean en todos los ámbitos de la vida humana? Las experiencias que uno vive acaban teniendo un impacto en nuestra manera de ver la existencia y, en mi caso, en mi manera de acercarme a la composición. Por lo tanto, mi estudio de la medicina no fue excepción. Claro que la medicina me reveló aspectos de nuestra sociedad que yo no hubiera presenciado de otra forma sensibilizándome hacia muchas gamas del sufrimiento humano. Quiero pensar que, al menos buena parte del tiempo, no estoy demasiado centrado en mí mismo con el afán de cerrar los ojos ante lo que ocurre a mi alrededor, porque eso sería egoísta y contraproducente; no solamente para un compositor, sino para todo ser humano ¿Cómo vive usted el hecho de ser maestro en una de las mejores escuelas del orbe y cuál es su reacción ante la pobreza educativa que se padece en nuestra patria? He sido profesor de teoría musical y análisis en la escuela Juilliard durante 31 años, algo que he considerado, virtualmente todos los días, un gozo y un privilegio enormes. Me conmueve y me maravilla ver estudiantes de todo el mundo con tanto talento y dedicación reunidos bajo un mismo techo. Me siento extraordinariamente afortunado de estar allí. Por lo que respecta a la educación en México, especialmente en el ámbito de la música “clásica”, me parece que la situación es muy desigual. Hay estudiantes con mucho talento y motivación en nuestro país y hay también maestros del más alto nivel, sin embargo, no siempre contamos con los recursos y la planeación institucional que se necesita para propiciar el desarrollo óptimo del talento que tenemos. Pablo Neruda escribió que no quería mucho de la vida y que apenas le interesó saber que intentó todo lo que quiso; usted ¿dónde se ubica?, ¿está satisfecho con lo que tiene, con lo que ha hecho y con quien es? Por un lado, en un mundo con tantas carencias e injusticias, claro que estoy satisfecho con lo que tengo, en el sentido de que no padezco de privaciones y cuento con mi familia, mis amigos y colegas, mis estudiantes, mi salud, y mi profesión como compositor y pedagogo. Por otro lado, aunque he recibido numerosas satisfacciones al conectarme con el público a través de mi música, por supuesto que no estoy satisfecho con lo que he logrado hasta ahora. por la sencilla razón de que continuamente surgen nuevos planes y proyectos que me entusiasma realizar. En otras palabras, espero poder seguir escribiendo música por mucho tiempo, y de ninguna manera considero que ya no tengo ya nada que decir o que aprender. Más bien, ¡todo lo contrario! Para concluir, me gustaría preguntarle si al hacer un balance de su fructífera vida, ¿los sacrificios le robaron demasiado espacio a los momentos de plenitud?... Es difícil para cualquiera alcanzar un equilibrio justo en la vida, y también lo ha sido para mí pero el balance, hasta ahora, puedo considerarlo positivo y afortunado, sobre todo, porque cada día experimento momentos de plenitud, consagrándome a lo que más amo: mi familia, mi trabajo y mis amigos.  

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