La leyenda latinoamericana de 'El Chapo”
BOGOTÁ (apro).- El narcotraficante mexicano Joaquín “El Chapo” Guzmán, quien volvió a ser noticia mundial durante la última semana, por la sentencia de cadena perpetua que le impuso un juez de Nueva York, es un capo de leyenda no sólo en México y Estados Unidos, sino en buena parte de Latinoamérica.
El juicio contra Guzmán, la sentencia, el incierto paradero de su fortuna y su historia criminal han sido profusamente reseñados por la prensa latinoamericana, y el editor general de un portal peruano de noticias dice que “El Chapo”, en la región, “es un narco de culto y un personaje como de telenovela” y todo lo que publican sobre él está siempre entre las notas más leídas.
En Brasil, el diario Folha de Sao Paulo dio amplio despliegue en su edición electrónica a la reacción del presidente mexicano Andrés Manuel López Obrador quien, tras conocer la sentencia contra el exjefe del Cártel de Sinaloa, dijo que la cárcel donde fue recluido es “hostil, dura, inhumana” y que eso “pues sí conmueve”.
Guzmán fue trasladado de Nueva York a la cárcel de máxima seguridad de Florence, Colorado, conocida como el “Alcatraz de las Rocallosas”, desconocida en Latinoamérica hasta que el narcotraficante mexicano fue recluido allí.
En todo el mundo los criminales que hacen fortuna y que logran burlar durante años los sistemas de justicia suscitan un interés social que a menudo resulta polémico, porque algunos lo consideran apologético.
Pero lo cierto es que la historia de “El Chapo” tiene acción, drama, poder y romance, y esto la hace muy poderosa para el público latinoamericano, porque el protagonista nació en un ranchito, en la pobreza, y con el paso de los años llegó a estar en la lista Forbes de los hombres más ricos del mundo. Su astucia, su arrojo criminal y su carácter despiadado son ingredientes centrales de su historia.
Además, “El Chapo” se escapó dos veces de prisiones de alta seguridad, lo que sin duda contribuyó a la articulación de una épica que le da una dimensión cinematográfica al personaje.
En Chile, el rostro del narcotraficante mexicano aparece en un grafiti pintado por el muralista urbano Rayne, en el barrio popular La Bandera, en el área metropolitana de Santiago. “El Jefe”, se lee. Junto al “Chapo” están dos difuntos: el cantante puertorriqueño Héctor Lavoe y el jefe del ya desaparecido Cártel de Medellín, Pablo Escobar, “El Patrón”.
Rayne se dedica a pintar a los ‘choros’ de los barrios, a los narcos caídos en vendettas, a los ídolos de las poblaciones vulnerables atrapadas en el microtráfico de estupefacientes y en el consumo de “la piedra”, pasta base o crack, drogas hechas de los residuos de la cocaína y químicos de alto poder tóxico, como la acetona.
El agente antidrogas de la Policía de Investigaciones (PDI) de Chile, Mauro Mercado, dijo al diario La Tercera que en ese país se está replicando la narcocultura que se desarrolla en México como resultado de la actividad de los cárteles.
Y la investigadora de arte contemporáneo Montserrat Rojas considera que las representaciones gráficas de bandidos famosos en el barrio o a nivel internacional son prácticas artísticas de subculturas que pueden tener raíces indígenas.
En Colombia, “El Chapo” Guzmán es comparado con el fallecido jefe del Cártel de Medellín, Pablo Escobar, que en los 90 fue, como el capo mexicano en su momento, el hombre más buscado del mundo.
En Medellín no faltan los bandidos de la vieja guardia que aseguran que el convicto narcotraficante mexicano visitó esa ciudad la década pasada y que quedó deslumbrado por la belleza de sus mujeres.
“El Chapo” estuvo asociado a varias organizaciones criminales colombianas que lo abastecían de cocaína y con las cuales realizaba operaciones de lavado de dinero, por lo que no sería extraño que alguna vez haya estado en Medellín.
De hecho, en el juicio contra el capo mexicano en una corte federal neoyorquina, los testimonios de algunos de sus exsocios colombianos fueron determinantes para hundirlo, entre ellos el de Juan Carlos Ramírez Abadía, “Chupeta”, capo del Cártel del Norte del Valle; el del hacker caleño Cristian Rodríguez, quien encriptaba las comunicaciones de Guzmán, pero acabó espiándolo para el FBI, y los de los hermanos Jorge Milton y Alexander Cifuentes Villa, quienes tenían su centro de operaciones en Medellín.
Todos ellos involucraron al “Chapo” con el tráfico de cientos de toneladas de cocaína con destino a Estados Unidos.
Incluso Alexander Cifuentes Villa declaró en la corte que el capo del Cártel de Sinaloa sobornó al anterior presidente mexicano, Enrique Peña Nieto, con 100 millones de dólares.
El experto en crimen urbano mejor informado de Colombia, Luis Fernando Quijano, dice a Apro que en el bajo mundo de Medellín “El Chapo” es considerado “un patrón y un hombre de respeto”.
Algunos delincuentes que conocen el historial del narcotraficante mexicano y han escuchado de su enorme fortuna lo ubican como un capo “más legendario” que Pablo Escobar, explica Quijano.
En cambio, agrega, otros bandidos lo ven como un capo caído en desgracia y humillado por el sistema judicial de Estados Unidos, que le impuso una cadena perpetua y 30 años de prisión adicionales, y lo mandó a purgar esa pena en una de las cárceles más restrictivas de ese país.
No faltan personajes del bajo mundo de Medellín que, señala Quijano, esperan que “El Chapo” se fugue de nuevo. Eso hace parte de la leyenda que se ha construido en América Latina en torno del narcotraficante mexicano.