Traicionar el oficio

miércoles, 24 de julio de 2019 · 09:00

CIUDAD DE MÉXICO (apro).- A Andrés Manuel López Obrador no le gusta la prensa que no lo sigue o que no lo apoya. Le incomoda que lo critiquen y desde que fue candidato y ahora como presidente los medios de comunicación que no están de su lado lo mortifican al grado de denostarlos.

Los ataques a la prensa han sido una constante en la historia política de López Obrador. Sin hacer una distinción, con el mismo rasero, califica y denigra a todos los medios y los reporteros, acusándolos de corrupción o de mentir por el simple hecho de que no están de acuerdo con sus acciones o con su proyecto político. En este ultimo caso es que ha desacreditado a Proceso.

En la campaña del 2006 López Obrador se molestó con Proceso por aquella portada en la que aparecía con un titular “La estrategia soy yo”. Dejó de contestar las llamadas de los directivos y reporteros de la revista que le pidieron una entrevista. Ese enojo se extendió los siguientes años para la mayoría de los medios e incluso en la campaña del 2012, al margen de su propuesta de la “República amorosa”, azuzó irresponsablemente a sus seguidores en contra de los reporteros que cubrían sus actividades a quienes maltrataron física y verbalmente en los mítines hasta que él mismo tuvo que intervenir.

No obstante, esa animadversión a la prensa se ha mantenido y hasta acrecentado conforme ha ascendido en el poder. Aunque ahora como presidente haya incluido dentro de sus asesores económicos a los dueños de Televisa y TV Azteca, medios que en su momento consideró parte de la mafia del poder.

De manera más reciente, en noviembre del año pasado, ya como presidente electo, López Obrador volvió a molestarse con Proceso. Ahora por la portada en la que aparece de nuevo con el título “AMLO se aisla. El fantasma del fracaso”. En esa ocasión acusó a Proceso de editorializar la entrevista con el jurista Diego Valades y desde entonces cerró las posibilidades de todo contacto con reporteros y directivos de la revista.

Ahora, nuevamente López Obrador replica a Proceso por la información de que el dueño de TV Azteca, Ricardo Salinas Pliego, está involucrado en la corrupción que envuelve a Fertinal.

Como si estuviera en el siglo XIX, retomando a Francisco Zarco y a Ricardo Flores Magón, el presidente López Obrador pidió a Proceso que “se porte bien” y que apoye y se alíe a su proyecto presidencial al que bautizó como la Cuarta Transformación. Es decir, que asuma un papel de periodismo militante.

Alude que Proceso no lo ha tratado bien en sus publicaciones y que cambió desde que falleció su fundador Julio Scherer, sin tomar en cuenta que, desde hace más 20 años, es decir, desde 1996 dejó ese cargo y se lo dejó a Rafael Rodríguez Castañeda. Un cambio de estafeta consensado que permitió a Proceso seguir con la misma línea editorial y que, al parecer, el presidente no ha tomado en cuenta o desdeña: periodismo sin concesiones.

Lo que pide el presidente a Proceso es traicionar su esencia y la más elemental tarea del oficio del periodismo: la responsabilidad de ejercer la crítica al poder. Sin esta misión el periodismo se convierte en aparato de propaganda y eso no entra en un gobierno democrático sino en la autocracia.

El oficio del periodismo es consustancial al derecho social de conocer, el compromiso del periodismo no es ser partidista y tampoco portavoz o corifeo gubernamental. Se hace periodismo para informar y para ofrecer datos de interés público, no para gustar al poder en turno. Sin este periodismo ejercido a contragolpes del poder en turno, López Obrador no estaría en la silla presidencial.

Por cierto… El periodismo que cita el presidente López Obrador como el idóneo y que fue ejercido en el siglo XIX por Zarco y Flores Magón era de opinión, esto es, editorializado. Algo de lo que precisamente acusa a Proceso.

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