Conejo Blanco, librería preferencial para la poesía

jueves, 21 de enero de 2010 · 01:00
MEXICO, D.F., 21 de enero (Proceso).- Conejo Blanco es una de las pocas librerías que existen en la ciudad con amplia oferta de libros de poesía. Los libros se exhiben con buen gusto, buscando destacar sus cualidades como objetos de diseño tipográfico. La propuesta de Conejo Blanco (combinación de cafetería y librería ubicada en la calle de Ámsterdam, en la colonia Hipódromo Condesa) es atender a un círculo de lectores que busca esta clase de libros. Ocupa una casa y en sus mesas y anaqueles se ofrecen libros de carácter literario, aunque no sólo de poesía. Adriana Salas, una de las socias de este proyecto, habla con entusiasmo de la posibilidad de formar un público de lectores y abrir la librería a la promoción de la poesía. –Los editores de poesía dicen que no les reciben los libros o se los exhiben mal cuando los aceptan para su venta; hábleme de su experiencia sobre este asunto. –Mire. Sí es un problema, sobre todo para las editoriales pequeñas. Sus tirajes no satisfacen la demanda de cadenas de librerías como el Sótano,  Gandhi o Sanborns. Es decir, las grandes librerías, y entonces el mercado se les reduce mucho. Hay que señalar que a pesar de las dificultades de comercialización, hay un montón de editores, mexicanos y de otros países, que publican poesía. Y creemos que para nosotros fue afortunado abrir Conejo y trabajar con esas editoriales, porque atendemos a esas pequeñas editoriales cuyos libros están hechos a veces a mano, con tirajes muy cortos, pero que cuentan con buenos poetas en sus catálogos; buena calidad en la poesía, y el libro como tal es un buen objeto. Algo que es importante para nosotros es no tener 20 ejemplares de un mismo autor, porque en un mismo espacio te pueden caber siete u ocho títulos. Así podemos ofrecer una oferta más grande: en un mismo espacio podemos mostrar más novedades. De esta manera se puede generar un mercado mucho más amplio, mucho más rico. No es que precisamente la poesía tenga mucho mercado, pero se mueve, se vende. –La poesía tiene su propio librero de exhibición. –Tiene su propio espacio, en el caso de la literatura es el único género que separamos, el resto está todo junto. Lo que le permite a la poesía tener su propia ventana de exhibición. Refiere Adriana Salas que entre los libros que están a la venta se cuentan los de una editorial que hace los libros con técnicas artesanales, están hechos a mano y se llama Compañía. Cuando se le pregunta si acepta los libros de una editorial de la cual no tiene antecedente, responde: –No de inmediato. Normalmente se les pide que dejen algunos ejemplares. Los revisamos y hacemos la selección. Si te interesan los tomas, no necesariamente tienen que ser todos los títulos ni todos los autores, sino que vas haciendo una selección que es algo que también caracteriza a Conejo Blanco. Hay cosas muy marginales en poesía que aquí están; tenemos obras clásicas y cosas raras. De repente nos traen, por ejemplo, una coleccioncita de poetas coreanos, que quién sabe dónde más se pueda conseguir o vender o mover. A veces nos llegan colecciones de poesía de Argentina que son muy lindas ediciones, muy valiosas. Tenemos también a autores de renombre como Celine o toda la obra de Pessoa. “Y hay libros caros y baratos, también. Tenemos una oferta un poquito más amplia, a Rimbaud, por el que se interesa un chavo que escribe una poesía oscura medio darketa y que sólo la pueda adquirir en la edición de una editorial marginal a un precio razonable, o yo diría marginal. –El público más numeroso de poesía, ¿en qué franja de edad lo ubican? –Es muy variable. Tenemos amigos muy aficionados a la poesía que pasan de los 50 años, y también están los chavitos que estudian los primeros semestres de la universidad, de veintitantos años. Contamos con una sección para niños; hay un montón de libros con selecciones muy bonitas de material, de muchas editoriales, como el Fondo de Cultura Económica, Naranjo, que tiene poesía muy clásica y de repente antologías de poetas mexicanos sumamente jóvenes, para niños, y eso también está padre. –Sabemos que la poesía no se vende. ¿Cómo es que Conejo Blanco se mete en esa aventura? –Mire, Conejo abrió por necesidades propias, de autores, de editoriales, de temas de libros que nos hacen falta. Libros que no pudiste adquirir en el momento, o un ejemplar que lo prestas muchas veces y no sabes dónde quedó al final y que lo viste alguna vez por ahí y no lo vuelves a encontrar nunca. Con esas intenciones nace Conejo, tratando de rellenar un poco esos huecos teóricos y literarios, de arte, de estudios culturales y de historia. Hay casos de libros que son clásicos, que son muy difíciles de conseguir, y cuando la gente los encuentra lo agradece. La mayor parte de nuestra clientela está formada por escritores, editores e investigadores que de repente pues andan buscando un libro extraño, no sé, por ejemplo, de un poeta ruso, o de poetas chinos que escribieron haikús. Es una gran pasión tener esos libros, a esos autores y poder compartirlos, y si los vendes, pues mucho mejor. Conejo Blanco ha funcionado muy bien porque la gente ya sabe dónde puede venir a buscar cosas que de repente no encuentra. Se va así generando un público más exigente, y tú acabas descubriendo como librero la existencia de un poeta increíble que ni sabías que existía. “Ahora, ciertamente, la poesía no es el tema de ventas fuertes de Conejo, pero se vende. De repente puedes poner Las flores del mal en tres ediciones distintas: una bilingüe y otra no, y otra más económica, que también te permite tener distintos tipos de acceso a un mismo autor, más o menos especializado, más o menos al alcance de ciertos bolsillos. Hay estudiosos muy puntillosos que toman las tres ediciones de un autor y se ponen a ver la traducciones, o un punto específico de la línea de un poema, y entonces van decidiendo cuál comprar, o todas. –En una ciudad como México, hay otras librerías como Conejo? –Hay pocas, por supuesto que faltan. Podemos tener en común con las grandes librerías el manejo de las mismas editoriales o los mismos autores, pero no necesariamente los mismos títulos. –¿Ustedes aceptan los libros en firme o en consignación? –Ambas cosas. –¿Cómo deciden comprar en cada caso? –Normalmente la compra es en firme cuando se trata de libros de otros países, pues nadie te consigna un libro desde Alemania. Por lo general recibimos los libros a consignación. A veces te encuentras con que algunas editoriales están saldando parte de su catálogo, y si te convienen y te interesan, pues lo compras. Cuando se arranca un proyecto de este tipo hay que comprar en firme antes de que te den libros a consignación; tienes que comprar, pasa con todo el mundo: antes de que alguien te empiece a consignar tienes que comprar de alguna manera para hacer un historial crediticio con cada una de las distribuidoras o editoriales; cada una te va marcando las cantidades que tienes que adquirir desde el principio y ya después empiezan a hacer las consignaciones. Esto es normalísimo, súper común con todas las editoriales, con todas las distribuidoras cuando empiezas. Este texto se publicó en la edición 1733 de la revista Proceso que empezó a circular el sábado 16 de enero.

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