ADELANTO DE LIBROS: "María Félix: Todas mis guerras", de Enrique Krauze

viernes, 13 de septiembre de 2002 · 01:00
México, D F (apro)- A través de las 260 páginas de este libro de bolsillo editado por la mexicana Editorial Clío con Plaza y Janés, es posible saber por qué María Félix no fue tan idolatrada por el pueblo mexicano Narrado en primera persona a través de la grabadora de Enrique Krauze, el éxito de "La Doña" se convirtió en un conservadurismo y un aburguesamiento que la distanciaron del corazón popular de México Ella misma se define no como mexicana de hueso colorado, sino como "una mujer internacional" y al final de esta biografía de 15 capítulos, "María Bonita" confiesa, a manera de justificación: "Tal vez he desaprovechado mi fama Hubiera querido ayudar un poco a mi país, hubiera querido ayudar a esos indígenas que están en el hoyo más profundo, con la amenaza de extinguirse por la falta de ayuda Hubiera querido hacer más cosas por los demás; pero la vida se me ha ido muy rápido" Publicadas apenas a unas horas de saberse su muerte, estas memorias dedican un capítulo a la relación que tuvo "Doña Bárbara" con los presidentes mexicanos Como toda autobiografía, hay que tomar lo escrito con pinzas, pues la misma "Juana Gallo" advirtió a Krauze antes de comenzar este relato: "¿Para qué insistes en buscar eso que tú llamas verdad? La vida de una actriz es un sueño, y si no es sueño no es nada Registra lo que te cuento, recréalo como lo que es: un sueño, ésa es su ?verdad? profunda, no la otra" Este es el prólogo al testimonio de la actriz, que el historiador Enrique Krauze intituló "Corazón de hombre": Debe haber sido en los años sesenta Entró en aquella "boite" de Acapulco como torera partiendo plaza La seguía su marido, Alex Berger, y algún otro acompañante Recuerdo su indiferencia olímpica hacia el resto de nosotros, pobres mortales Llevaba en la mano derecha un largo cigarrillo de color oscuro De su cuello pendían saurios de oro En sus manos relucían piedras inmensas como inmensos soles Era más alta y altiva de lo que había imaginado De lejos, me asomé al centro mismo de su poder: sus ojos María Félix ¿Hablaría con ella alguna vez? Muchos años después la conocí por medio de esa reencarnación moderna de Maimónides ?el médico y el filósofo-- que es Teodoro Césarman Me extendió su mano, apretó la mía con fuerza, alzó la "ceja de lujo" y anunció que nos invitaría a cenar muy pronto Por esos días, Emilio Azcárraga planeaba ya un retorno de María a la pantalla Nadie en México se resistiría a verla De pronto, una idea maléfica cruzó mi mente: escribir su biografía La comenté con Azcárraga y le pedí que Paula, su mujer, nos reuniese en una comida Por fin llegaría mi alternativa No sé si fue antes o después de saludarla cuando le dije: "Usted se ha robado el siglo" Ya en la mesa le confesé mi deseo de escribir una biografía suya que pusiese en su sitio las mil y una versiones que corren sobre su vida y milagros "Imagino las cartas que guarda usted de Jorge Negrete, de Agustín Lara; serían el fundamento de su historia verdadera" Tras un silencio que me pareció interminable, contestó: "No guardo absolutamente nada Ha llegado usted un poco tarde: hace unas semanas que me los eché a todos No puede uno cargar con el pasado a cuestas No es sano Yo vivo hacia adelante Por eso me eché las cartas del charro cantor y las del músico poeta, por eso tiré la guitarra de Pedro Infante y no sé cuántas cosas más Apegos inútiles Me los eché a todos ¿Comprende? De modo que si yo conviniera en que usted escribiese mi biografía tendría que ser exclusivamente con mis recuerdos, con mi sesera Créame, no necesitaríamos más" A los poco minutos "se echó" el tema de la biografía y comenzó a hablar Al escucharla pensé que su audacia mayor ha sido el lugar público que eligió desde hace décadas, al terminar la última de sus cuarenta y siete películas: no la oscuridad ni la luz sino la penumbra Ni los adioses patéticos y definitivos a la Marilyn Monroe, ni los abandonos etílicos de Ava Gardner, ni la persistencia ante los reflectores de Liz Taylor Un poco como Greta Garbo pero sin caer en sus extremos autolesivos, María Félix optó por proteger su personaje Desde un principio percibió que en torno a él se había creado un mito y sintió que su imperativo mayor era respetarlo Su distancia, su retraimiento, no han sido un retiro: están hechos de reserva, no de inseguridad o temor Su silencio, como en aquel cuento de Rulfo, se "oye" Esta no es toda la verdad de María Félix pero es una verdad que aclara un poco el ensueño de los hombres que la amaron, el de sus fans a uno y otro lado del Atlántico, y su propio sueño La tragedia de su sentimiento amoroso por Pablo no engendró sólo un personaje memorable o un mito: engendró un ídolo y una idolatría "Esa mujer tan bella que hace daño", como decía Jean Cocteau, la que se ha quedado sin alma, la devoradora, la de todos y de nadie, la Juana Gallo, la doña, la bárbara, la diabla, la generala, la que elige a sus hombres y los desecha, la que cohibía a sus directores, la que hace siempre lo que le conviene, la "guapa con entendederas", cumplió ?hermanó-- los deseos recónditos de un pueblo machista y mariano, volviéndose un ídolo dual "machángeles", como le decía Agustín Lara A pesar de las "entretelas abiertas" el misterio perdura Lo ilumina apenas la luz que a María "le conviene", la luz de la penumbra, pero es claro que de esta guerra María Félix ha salido una ave más victoriosa Su "verdad" y la verdad son una sola El perfume del incesto no lo tiene otro amor

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