Emperatriz, una de telenovelas

viernes, 15 de julio de 2011 · 13:30
MÉXICO, D.F. (Proceso).- Las telenovelas son un producto de la industria televisual mexicana con una larga tradición: Surgieron en los años sesenta en que logran grabarse los programas en video tape, y no han dejado de producirse. Consiguieron habituar al público, primero femenino, hoy de todas las edades y géneros, a seguir tarde a tarde, noche a noche, los cinco días de la semana, los episodios cuyo eje central está constituido por una historia de amor que habrá de sortear innumerables obstáculos para su realización final. Cuando TV Azteca inicia transmisiones como empresa privada, se asegura de tener una barra en Canal 13 destinada a las telenovelas. Toma una buena decisión al asociarse con Argos, productora independiente, que le fabrica varios éxitos, entre los cuales destaca Mirada de mujer, la única que según Epigmenio Ibarra logra sobrepasar los puntos de rating de la puntera de Televisa. Ninguna otra lo conseguirá después. La ventaja de relacionarse con productores externos a la empresa es que con ello se logra diversidad, impensable si es únicamente la emisora quien elabora el total de las horas propias al aire. En el caso de Argos, aportó no solamente ideas nuevas sino también una gama de actores jóvenes, algunos formados en su escuela teatral. Pero esa etapa terminó cuando TV Azteca pretendió quedarse con los derechos de autor, Argos dijo no y las relaciones cesaron. El principal producto de exportación de TV Azteca son las telenovelas, éstas han sido programadas en canales privados de países de América Latina como Bolivia, Chile, Perú, Puerto Rico y Venezuela. Algunas cadenas producen telenovelas (Venezuela, Chile y Perú) y aún así adquieren producciones mexicanas. Hoy el cambio de rumbo de la televisora respecto de los melodramas, se nota. Existe menor calidad en la imagen, los diálogos no alcanzan la naturalidad que tuvieron, las interpretaciones van de la exageración al recitado sin ningún énfasis o emoción. Veamos un ejemplo. En horario estelar tenemos la telenovela Emperatriz. El desempeño de la ejecutante principal carece de verosimilitud, su cara es una máscara que dice los parlamentos con gestos idénticos para todas las situaciones. El villano de la telenovela parece más bien un personaje de los cuentos de Cachirulo. Los personajes secundarios carecen de cualquier identidad, son intercambiables por el parecido físico y no se les caracteriza para distinguirlos. La producción muestra descuidos elementales: percibimos el apuntador en el oído de un personaje, el exceso de maquillaje en una chica hospitalizada, la agilidad total en quien acaba de sufrir un atentado, tiene un brazo y la cabeza vendados. Ello para no hablar de las pláticas acartonadas, de la mala continuidad entre escenas. Sin embargo, las telenovelas continuarán siendo favoritas de la audiencia, mientras no haya un producto más convincente que atrape al público. Fuera del país, ¿comprarán Emperatriz?

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