Crossing over, on intersection of all dimensions...

jueves, 29 de septiembre de 2011 · 14:28
MÉXICO, D.F. (apro).- El salón de ensayos adscrito a la dirección de danza de la UNAM se ha convertido en uno de los mejores espacios para conocer las propuestas coreográficas de aquellos que aún no tienen una currícula significativa en el campo de la danza. Bajo esa perspectiva, Cuauhtémoc Nájera, titular de esa dirección, ha invertido mucho en el salón para equiparlo como un pequeño foro alternativo, y con manga ancha le ha dado oportunidad a un puñado de jóvenes que no tienen dónde presentarse y que son absolutamente desconocidos en el medio de la danza. Hasta ahora los resultados han sido disparejos, pero en estos tiempos de censura, por parte de consejos artísticos y grises funcionarios que están de paso o que sienten que el sexenio ya terminó, es mejor pecar de permisivos que cerrarle la puerta a las nuevas generaciones de jóvenes que se interesan en la creación. Crossing over, on intersection of all dimensions… de Stephanie García, con su compañía Sur Oeste Arte Escénico A.C, se presentó del 20 al 23 de septiembre en el salón de ensayos, con un éxito inusitado. Decenas de adolescentes y estudiantes preparatorianos, en su mayoría, asistieron al espectáculo, cuyo eje es la muerte de la madre. Parecería que la propia Stephanie pasó por ese trago amargo o de alguna forma sufrió una pérdida mayúscula que le hizo reflexionar sobre el tema. Con cierta influencia oriental tipo Matrix, las bailarinas lucieron un vestuario de diseño interesante, aunque de materiales no muy finos. Los peinados y cortes de pelo recalcaban un cierto estilo “manga”. La ordenación del espacio incluía una caja de madera blanca, tal vez a manera de féretro, y el público ocupó parte del foro e hizo un círculo alrededor del grupo. Sin ser extraordinarias, las tres bailarinas mostraron un nivel técnico aceptable, realizaron acciones con gran seriedad y un cierto espíritu fúnebre. Todo iba más o menos bien –la música era extremadamente monótona– hasta que un hombre empezó a caminar por el foro y a recitar un texto. Ahí todo se fue al precipicio. Con fragmentos de La vida es sueño y textos de la propia coreógrafa, la línea dramática pretendida se empantanó y los bostezos se hicieron constantes entre los asistentes. Stephanie tiene mucho camino que andar en la senda de la coreografía. Valdría la pena que su búsqueda estuviese en la forma, en la búsqueda de un vocabulario propio y en la dramaturgia del propio cuerpo. No obstante, el público asistente de adolescentes salió encantado. Bien por la dirección de danza que atiende a un sector de la población del país que a nadie parece importarle.

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